Actualizado: 25/04/2024 19:17
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CON OJOS DE LECTOR

La poesía, señor Pulgarcito…

En 'El rock de la momia y otros versos diversos', Antonio Orlando Rodríguez hace un homenaje a las criaturas que pueblan nuestras más deliciosas pesadillas.

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Una muestra de buen quehacer poético

Pero aparte de recompensar con una lectura entretenida y disfrutable, lo cual es ya muy de agradecer, El rock de la momia… constituye una muestra de buena poesía. Rodríguez despliega un muy buen dominio tanto del lenguaje propio de este género como de la métrica clásica. En este primer bloque de su libro figuran ejemplos de ovillejo, zejel, lay y liras renacentistas, y en el segundo incluye unas letrillas a la manera de Luis de Góngora y unas coplas de pie quebrado. Asimismo emplea versos arte mayor y arte menor, pasa de la rima asonante a la consonante, de poemas más o menos extensos a otros que poseen la brevedad y la sintética belleza de un haiku. Tales formas estróficas, conviene decirlo, suelen prestarse a la superficialidad de lo decorativo, al estimular la creación de textos en donde la expresión se vuelve un elemento adjetivo. No sucede afortunadamente en el caso de Rodríguez, cuyos poemas son flexibles, están liberados de rigideces y corsés y saben acompañar la musicalidad con contenido.

La nota de humor que recorre la sección Concierto roquero se prolonga en varios de los textos de Versos diversos. Me refiero, entre otros, a Los ronquidos de Sergio, Rap del hombre primitivo y El secreto bien guardado. Pero en otros poemas Rodríguez muestra también que es capaz de incorporar registros más líricos, sugerentes y de dicción más sosegada y cálida. En algunas de esas páginas logra además una capacidad de concentración y síntesis, que resulta inusual en alguien que ha frecuentado tan poco el género poético. Véase, por ejemplo, Cariño, que se reduce a estos tres versos: "Matica / que riegan / dos". O este otro poema, titulado Canción, en el cual yo encuentro cierto aire machadiano: "La flor es flor / porque perfuma. // La nube, nube / por su llover. // La luz es luz / porque palpita. // Y todo tiene razón de ser". El resto de los poemas mantiene idéntico nivel literario, y tengo, en fin, la convicción de que El rock de la momia… ha de satisfacer a aquellos lectores, séanlo o no de obras para niños, que valoren los libros por su calidad y su rigor.

En estos tiempos que corren, no son precisamente buenos para la lírica, El rock de la momia… constituye un estupendo instrumento para iniciar a los chavales en el gusto por esa manifestación. El propio Antonio Orlando Rodríguez es coautor, junto con Sergio Andricaín (La Habana, 1956), de otro libro que viene a ser el complemento ideal para su poemario: Escuela y Poesía. ¿Y qué hago con el poema? (Lugar Editorial, Buenos Aires, 2003, 143 páginas). En el mismo, Rodríguez y Andricaín se propusieron ayudar a desterrar el miedo de los docentes a introducir la poesía en el ámbito escolar. Parten de que el papel que le corresponde debe ser un espacio privilegiado. Y respecto a lo que puede aportar a la educación y formación del individuo, afirman: "La poesía, entre todas las artes, es una de las que de manera más efectiva puede contribuir a alcanzar ese objetivo. La poesía nos hace crecer espiritualmente, nos fertiliza, nos dimensiona como seres humanos, humaniza nuestros sentidos. Porque a través de la poesía nos llega, decantada, trasvasada a un recipiente construido con palabras, la experiencia de otros individuos, sus emociones, sensaciones, anhelos y frustraciones".

Rodríguez y Andricaín analizan las tergiversaciones que han provocado que muchos niños y adolescentes reaccionen con desdén ante la poesía. Se refieren luego a la amplitud y variedad de caminos por los cuales transita la expresión poética y sostienen que gracias a ello puede abarcar "distintos temas, distintas formas, capaces de satisfacer las expectativas y las necesidades de distintos niños, de distintas edades, de distintos temperamentos y distintos contextos socioculturales". Además de la poesía folclórica o de tradición oral y la de autor, reivindican manifestaciones como las canciones de cuna, rondas, trabalenguas, adivinanzas, pregones y villancicos. Rechazan también la división de poemas claros o fáciles y poemas oscuros o difíciles, pues en su opinión pueden llevar a esquematismos o a incurrir en estereotipos y preconceptos. Su argumento en este sentido es que, "en caso de hacerlo, se estará conspirando contra el encuentro de los jóvenes lectores con las zonas más líricas (y exigentes) de la poesía".

Señalan como causas del alejamiento de los alumnos de la poesía, la carencia de estímulos en el hogar y lo que denominan la escolarización de la poesía, es decir, el ponerla en función de algún contenido curricular. "¿Estamos estudiando los ríos? Pues entonces 'adornemos' la clase con un poema que trate de los ríos. ¿Vamos a iniciar una unidad sobre la familia? Entonces, echemos mano a unos versos que se refieren a los padres o a los abuelos?". Igualmente critican a los maestros que consideran que la poesía está de más en el aula: "¿Para qué preocuparse por versitos, con tantas cosas importantes a las que debe hacer frente el profesor?". Por último, Rodríguez y Andricaín proporcionan algunas sugerencias y tácticas que se pueden emplear para lograr que la poesía llegue a constituir una presencia cotidiana y amable en el salón de clases. La parte final del libro recoge una pequeña pero muy esmerada selección de textos poéticos para niños, pertenecientes a algunos de los autores más representativos de América Latina.

Quiero concluir con un espíritu optimista y pensar que como aún queda algo de buen gusto y discernimiento crítico, dos libros como Escuela y Poesía. ¿Y qué hago con el poema? y El rock de la momia y otros versos diversos no pasarán inadvertidos.


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