Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Mucha palma y muy pocas reses

¿Cómo puede Juan Carlos Cremata obviar en 'Viva Cuba' la tarjeta blanca, la libreta de abastecimiento y la discriminación de los nacionales en los hoteles?

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La doble raíz de la emigración

Como en su anterior filme, Nada (2001), Cremata escamotea en Viva Cuba esta doble raíz de la emigración: la penuria de la vida material y la inexistencia de libertades fundamentales. Las carencias de todo tipo que en Cuba soporta la mayoría de la población, son sólo una referencia en las continuas quejas de la madre de Malú, la niña protagonista; no aparecen representadas como en Suite Habana.

Esta mujer frívola, que se ha casado con un extranjero y desea vehementemente irse del país, vive con su hija y su madre, que muere al comienzo de la historia, en una vieja mansión destartalada, claro símbolo de la decadencia de la burguesía. Mientras los padres del otro niño protagonista, gente "integrada", viven al frente en un modesto apartamento.

No se trata, sin embargo, de una pareja modelo: las prolongadas ausencias del marido, que cumple tareas de la revolución, son motivo de discusiones frecuentes en la pareja, que hacen salir a la calle al hijo. Este se encuentra entonces con Malú, descontenta a causa de las larguísimas conversaciones de su madre con su novio extranjero y sobre todo de las intenciones que tiene él de sacarla de Cuba, donde están sus amigos y está enterrada su abuela.

A raíz de la huida de ambos niños, las dos madres, que antes ni se miraban y hablaban mal la una de la otra, llegan a identificarse en su desesperación. Más importante que las opiniones políticas es la familia, parece decir entonces la película. Pero no es bueno pasar por alto que la misma contribuye no poco a un nacionalismo que concibe la nación como una familia en la que no caben aquellas diferencias que fomentaría una auténtica sociedad civil.

"Yo creo que este país (Cuba), con todos sus problemas, es todavía mucho más rico en imaginación, mucho más rico en calor humano, que cualquier país desarrollado", declaró Cremata a Arrington. Creo, por mi parte, que más que en nuestra supuesta o real imaginación debemos poner énfasis en la falta de comida y de libertades de nuestro país. Ello nos mantendría saludablemente alertas contra toda estetización nacionalista de la miseria que, acaso más que el calor humano, nos aleja del mundo "desarrollado".

¿Renuncia la madre de Malú a irse de Cuba y llevársela con ella? ¿O cumplirá su propósito? El final de la película es abierto, pero este Viva Cuba no apuesta por la apertura. No es revolucionario, como dice Cremata, sino conservador.


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