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Cine, Cuba, Cine soviético

Nostalgia por la miel y el fotograma soviético

En mayo pasado volvió a las pantallas de la televisión cubana un viejo cine bélico soviético, del que las generaciones mayores lleva años aburridas y las más jóvenes no quieren conocer

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La televisión cubana volvió a reponer por su canal 3 Cubavisión una programación de cinemateca con los cinco capítulos del serial soviético Liberación, en conmemoración del 70 aniversario de la derrota del nazifascismo en Europa, durante la Segunda Guerra Mundial (SGM, 1939 - 1945) del 5 al 10 de mayo, que desde hace varios decenios se ha vuelto catecismo doctrinal habitual, insoportable y aburrida a la familia de la pantalla chica criolla.

Liberación, realización de 1971 de la productora de películas Mosfilm, dirigida por el director Yuri Ozerov, llevó varios años sus rodajes, que contó con un reparto internacional, con un costo de inversión muy alto para su tiempo, fue filmada en Cinemascope, para dar amplitud panorámica a los combate del Ejército Rojo en la Gran Guerra Patria y en el Frente germano-ruso para expulsar a las divisiones hitlerianas del suelo de Rusia, Ucrania, Bielorrusia, las repúblicas bálticas y el resto de Europa oriental y central de la ocupación y la tiranía nazi de Adolf Hitler.

La misma resultó una réplica épica competitiva de otra producción norteamericana, El día más largo (The Longest Day) de 1962, realizada por el maestro austriaco Bernhardt Wicki, sobre la apertura del Segundo Frente Oeste con el desembarco anglo-norteamericano en la playas de Normandía, Francia, el 6 de junio de 1944, que aceleró el curso victorioso aliado de la guerra y la caída del Tercer Reich alemán.

Al indagar y entrevistar a algunas personalidades de la cultura cienfueguera en la Perla del Sur, una de ellas, Jorge Luis Urra Maqueira, conocido locutor y animador de programas de Radio Ciudad del Mar/AM respondió, “quieren mantener viva la imagen de la superioridad y el recuerdo del cine bélico ruso en las nuevas generaciones, a pesar de sus debilidades, errores de omisión y lagunas históricas debido al sistema represivo de Iosif V. Stalin y la censura de los funcionarios del consorcio estatal de cine, el Goskino, y que con la glasnot y la perestroika, se perfiló que esas producciones eran un bodrio, iconos fósiles de la Guerra Fría, al cambiar todo el falso andamiaje de los argumentos a la caída de la URSS”.

Jorge Luis Lanza Carides, analista de cine de la Dirección provincial de cine sureña al ser interrogado, explicó “que la prioridad en la actualidad del Ministerio de Cultura cubano es mantener esa predica sobre la invencibilidad del socialismo sobre el imperialismo y el capitalismo mundial, pese a que los realizadores rusos y de otras nacionalidades que se independizaron de la Unión Soviética, exponen en sus obras otras ópticas y asuntos muy diferentes, sobre lo ocurrido en la confrontación germano-rusa”.

Otro de los entrevistados, por casualidad frente al Cine Luisa, cerrado por reparaciones, Carlos Hugo Menéndez, viejo cinéfilo y fundador en la Ciudad de Cienfuegos, exfundador del cine-club Serguei Eisenstein añadió: “Al espectador cubano culto ya se le colmó la gota de vodka y de agua adulterada en esa copa rota. Los rusos no tienen que ser los únicos exclusivos en darnos su visión de la SGM, que nos imponen y empujan nuestros medios oficiales, de ser los más sufridos por ese Holocausto. Hay centenares de cintas de varios países martirizados por el nazi-fascismo europeo y el militarismo japonés, en esa hecatombe genocida. La programación televisa de “arriba” es muy segregacionista e injusta al negarnos el derecho de ver otras producciones más liberales y desprovistas de lastres dogmáticos y prejuicios. Pongo de ejemplo, El Desafío, coproducción de los EEUU-Lituania; aguda crítica al despotismo del ocupante nazi y de las arbitrariedades del stalinismo, reflejando las prácticas antisemitas de ambos”.

Cabe recordar que el tema de la Gran Guerra Patria (1941 - 1945) ya es un punto de giro y de cambio para los cineastas rusos. Ya es permisible lo fantástico y la ciencia-ficción en Somos del futuro, de 2008 y El tigre blanco, de 2012, mezcla la segunda de un thriller bélico para-normal y evocación al Armagedon entre el Bien y el Mal, ambas del ucraniano Karen Shakhnazarov; estas cintas se entrecruzan con otro remake o versión de Stalingrado, de 2013, de Fyodor Bondarchuk, filmada en 3era dimensión (3D), un cine de autor intimista, pero con atractivo hacia el Made in Hollywood, melodrama, tragedia, romance a lo Corín Tellado, donde sobresalen escenas de homenaje tipo Western o los oestes de John Ford.

Sin muchos amagos y muy depurado de la habitual glorificación retórica roja, esa cinematografía busca nuevas modalidades y aproximaciones a lo Casablanca, mítico filme de Michael Curtiz; muestra tipológica del cine de guerra, muy diferente de aquellas modalidades del órgano estatal de cinema Goskino, fotograma tan repulsivo hasta el cansancio, con que nos llenaron nuestras pantallas durante la era de la sovietización, desde 1960 a 1992, muy rechazada por el público cubano.

Estamos en presencia de un nuevo cine ruso, con una valoración estética diversa, plural y democrática; distante y condenatoria de ese fantasma artístico que levantó el Kino Pravda/Cine Verdad entrecomillado, deificación al culto dictatorial de Stalin, hoy rechazado universalmente.

Pese a la nostalgia por la melaza soviética —y el otrora sonido metálico de las millonarias sumas de rublos, desaparecidos de los oídos del castrismo—, más allá de la difunta Siberiada, la propaganda oficial sigue añorando la órbita elíptica del Kremlin y los enormes subsidios y presupuestos que amamantó a sus miembros, quienes no se han despojado del, hábito de inquisidores monjes domínicos y representan a un fósil viviente museable, como parte de un pasado insepulto de la Guerra Fría.


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