Actualizado: 25/04/2024 19:17
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“París, Ciudad oculta” de Minerva Salado

La escritora comparte con sus lectores el “secreto abierto” y desafiante de adentrarse y descubrir la topografía espiritual de una metrópoli desconocida

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La ciudad habita a la mujer caminante que recorre las calles en busca de una huella. Portones con aldabas de un metal caliginoso que se derrite en la calina de la tarde. Hay rostros, gestos, simulacros, olores, cosechas, voces, vapores, neblinas, ventanas, vértigos… El deseo es una inscripción en todos los zaguanes. Los empalmes del tránsito muerden los ojos de la mujer. El relente se cuela por las grietas: ventisca que humedece los ardores: aflujo de blandura: eternidad retadora: secuela de todos los silencios. Ciudad: atajo: amarradero: concurrencia: expectación…Toda ciudad es una incertidumbre. La mujer persiste en el bosquejo: la ciudad se diseña en su talante insurrecto. Suburbio: espejismo y azoro. Animales que trasponen los ángulos de las esquinas. Bestias que desbordan los canales de sotavento y las coordenadas de la cartografía calcada en los planos. Un jabalí merodea. La mujer conversa con los contornos: horizonte, mueca, maquillaje. La localidad se especifica por las embolias de sus hijos. ¿Cómo encontrar el muro en el que coincidieron los esplendores de la luz con la desolación de la sombra? La mujer es una nómada que se mece en los vértigos del sigilo. Antílopes de mustios pasos, palomas de momentáneas acrobacias, niños desertando en velocípedos náuticos, ancianos de párpados cansados. Un jabalí se encarama en el barandal del cielo. Otoño desarropado y huérfano, prefijado por violenta canícula: sopor en medio del minuto interminable. La mujer embute en su bolsillo todas las recuas posibles: dilata su empeño. Hay un parque que la arrebuja. Hay unos árboles que la silabean. La villa, almanaque que cifra celajes.

Ciudad Oculta —ilustraciones de Zaida del Río— (Monarca Impresora, México, 2011), de Minerva Salado (La Habana, 1945), es una cartilla en la que la Ville Lumière —París, ciudad soñada— germina en la sima del azogue. Ciudad y abandono: espirales de orfandad galopante. Ciudad y destierro: trasposición de desnudez que dialoga con lo inexplorado. La ganadora del Premio Nacional de Poesía Julian del Casal de la Unión Nacional de Escritores y Artistas Cubanos (Tema sobre un paseo, 1978) comparte con sus lectores el “secreto abierto” y desafiante de adentrarse y descubrir la topografía espiritual de una metrópoli desconocida. “El secreto yacerá en pedazos sobre las baldosas y la ciudad soñada, sus oquedades, sus palacios, su historia, habrá perdido el misterio”, advierte la voz guía de folios en vuelcos ensimismados: tarareos de un bolero introspectivo y prodigioso.

Especulaciones, rondas, emigración sibilina, impulsos, memoria suturada. La poeta caligrafía un itinerario de 17 acápites que bordan un lienzo de posibilidades azarosas: Presento, explico (Revelación de las razones de su “viaje interior”); I (Ciudad entrañable, imaginada); II (Soledad y ciudad); III (Entresijos citadinos); IV (Eros y ciudad); V (Mujer desnuda/jabalí); VI (Tropeles y urbe); VII (Lasitud y refugio); VIII (Ciudad dormida); IX (Ciudad agredida); X (Inclemencia y ciudad); XI (Resaca de la lluvia); XII (Noche desnuda, cita); XIII (Deseo, silencio y precipitación); XIV (Amanecer en la ciudad); XV (Aparición del fantasma de La Habana. Alma mia); XVI (La Isla es el jabalí). Dietario, catálogo, carta de relación, apuntes cautelosos, miradas calculadas, memorándum esencial… La ciudad traza una ruta para cada peregrino. Ciudad oculta, testimonio de los derroteros que París hilvanó para Minerva Salado. Ciudad, parábola del convidado.

Jardín de silencios y algarabía: impronta de celliscas cautelosas. Los rincones de la ciudad se descubren en los mohines de la mujer que se adentra en la hojarasca. Minerva Salado transfiere un álbum de vestigios intactos: el cementerio de Montparnasse y sus cuarzos rociados por la llovizna; Saint Germain, Montmatre y las muchachas en bicicletas; Tristan Tzara susurra nuevas vocales entre los mármoles; París y “Un cuerpo desnudo en medio de la noche”; el Moulin Rouge descalza las iniciales de la noche en Pigalle; les champs Elysée, el Jardín de las Tullerías: cruciales espacios para catalogar el último renglón de Archivos del Norte de Yourcenar; cruzamientos, afluencias: intersecciones en las que se asoman visos de La Habana. Briznas, coplas, salmos, Alma mía, soleras, corredores, tranqueras…: “El deseo es un fantasma que habita en el silencio y la lluvia”.

La mujer rememora y la tinta de Zaida del Río teje un pañuelo de minúsculos pespuntes. Hay un jabalí que punza en cada ojeada. La mujer muerde los sabores de la intemperie. Urbe atribulada de impredecibles mareas naufragantes. Ciudad Oculta: espacio agasajado. La autora de Herejía bajo la lluvia (2000) ha escrito un seductor texto de lenitivas resonancias: París, retumbo de gozosas confluencias. El jabalí se abalanza sobrelos paisajes del sueño. Minerva regresa tatuada por el pliegue del “oscuro tinte de la noche”. Poeta en plenitud: instigadora de las seducciones ocultas en todos los enigmas.


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