Pintura cubana en el séptimo arte
Algunos ejemplos de cuadros de pintores cubanos como parte del decorado o la trama de diversas películas
El arte cubano ha transcendido fuera de nuestra preciosa isla y se ha mezclado en sus múltiples facetas. Me encanta saber que la música de Lecuona se puede escuchar lo mismo en una película de Tarantino que en la Ópera de Chicago. O que un guión cinematográfico de Cabrera Infante alcance Hollywood en una película dirigida y actuada por Andy García, quien a su vez une su música en la misma con el maestro Cachao. Menos conocido e igualmente gratificante quizás sea saber como la pintura cubana ha sido incluida dentro del cine.
Alfred Hitchcock quien fuera un ávido coleccionista de arte quizás fue uno de los primeros en incluir pinturas cubanas en uno de sus largometrajes. En su cinta “The Rope” de 1948 el director narra una siniestra recepción ofrecida por dos anfitriones en un apartamento de Manhattan. Tras estrangular a un colega de clases y esconder el cuerpo en la sala, invitan a un grupo de amigos para regocijarse secretamente de haber cometido un crimen perfecto. Pero entre las numerosas pinturas que adornan el set de un apartamento en Manhattan, no es el retrato de Milton Avery o la naturaleza muerta “del joven pintor americano primitivista” a la manera de William Harnett el que más resalta en la película, es precisamente una pintura del maestro cubano Fidelio Ponce de León. El pintor que con sus composiciones expresionistas de tonos sepias y monocromáticos se apartó de la corriente vanguardista de su época fue escogido por Hitchcock para complementar su primera película en colores.
La pintura nombrada “Cinco mujeres” que Hitchcock compró en 1941 y mantuvo en el vestíbulo de su casa por un tiempo fue traída al set de esta película filmada en un único plano secuencia. Se muestra en el fondo de una escena por más de dos minutos mientras uno de los invitados y el ama de llaves comparten sus sospechas acerca de tan extraña recepción. La pintura muestra a cinco lánguidas mujeres que, junto a un jarrón de flores marchitas y un misterioso guante, parecen alertarlos cómicamente que se están recostando sobre el baúl que guarda el cuerpo inerte. Me gustaría conocer el paradero de tan importante obra. Al no usar en ocasiones materiales de calidad, muchas obras del maestro Fidelio han sucumbido con el paso del tiempo.
Respetado como un excepcional artista pero no conocido por muchos cubanos, Agustín Fernández encontró nuevos admiradores cuando uno de sus cuadros fue mostrado en la película “Dressed to Kill” de Brian de Palma en 1980. En este thriller erótico la monumental pieza se exhibe en dos ocasiones en el fondo de un cuarto donde sucumbe una mujer en la cama con un desconocido tras una agitada carrera por el Metropolitan Museum of Art. Y es que difícilmente el director De Palma encontraría una pieza erótica que transpire tanta sensualidad y peligro al mismo tiempo. Tanto Fernández como De Palma juegan con las emociones visuales de sus espectadores. Sus obras a veces son chocantes y ofensivas, más inclinados al estilo que a la narrativa. Caracterizado por sus pinturas que entrelazan torsos, superficies metálicas, senos, armaduras y cuanta forma surreal que refleje deseo y vulnerabilidad exista, Agustín Fernández quizás haya sido lanzado al estrellato con el cameo de esta preciosa pieza. Fue creada en 1961 durante su estancia en París en un momento de su carrera en que el artista era influenciado por Roberto Matta y otros surrealistas independientes quienes le sugirieron simplificar su obra en colores y estilo. Titulada “Développement d' un délire” (Desarrollo de un delirio) hoy en día forma parte de la colección “The Patricia and Phillip Frost Art Museum”.
Por su parte tres piezas de Heriberto Mora fueron escogidas para la película “Curdled” (1996). Producida por Quentin Tarantino y dirigida por Reb Braddock, esta comedia de humor negro narra las andanzas de una muchacha fascinada con crímenes violentos y cabezas decapitadas que hablan. Durante la película se dejan ver al descuido las siempre enigmáticas y acogedoras piezas de Mora. Escogidas de una galería para ser incluidas en la película, la obra de Mora llega al cine pocos años después del artista haber inmigrado a Estados Unidos desde España. Sus óleos además de incursionar en el cine aparecen años después como portadas de doce libros diferentes. Descrito por el crítico de arte Ricardo Pau-Llosa como “uno de los más talentosos y originales artistas cubano-americanos de su generación”, Heriberto Mora ha sabido crear un estilo único donde cada uno de sus piezas es un acertijo a la imaginación. Su marcada espiritualidad se refleja con símbolos y escenarios que invitan al espectador a reflexionar después de deleitarse con cada uno de sus lienzos. Y es que algo único y original encontraron los productores de la película en la obra de este hijo prodigio de Vereda Nueva (Como diría un buen amigo: “a la gente buena le suceden cosas buenas”).
Y más recientemente la obra de Roberto Fabelo fue expuesta en “Vinci”, ópera prima de Eduardo del Llano. El mediometraje recrea hechos reales en la vida de Leonardo Da Vinci cuando fue encarcelado en su natal Florencia a temprana edad. La película transcurre en el calabozo donde Leonardo acude a su ingenio para sobrevivir en un peligroso medio, donde filosóficas conversaciones acerca de la belleza y el arte son incomprendidas por uno de los violentos reclusos. Durante su estancia de más de veinte días el protagonista que interpreta al joven Leonardo dibuja carboncillos en las paredes que representan mujeres, retratos, maquinarias, pájaros, y hasta un adelanto del hombre vitruviano. Todos los dibujos fueron creados en realidad por Fabelo, que siendo un pintor de corte expresionista y surrealista, extrapola su personal estilo para acercarse al del genio renacentista. En esos dibujos y otros que se muestran durante los créditos de cierre se esconde la inconfundible técnica del que es considerado el mejor dibujante cubano entre los pintores cubanos vivos. Lamentablemente a la película del fundador del grupo Nos y Otros, guionista del censurado filme “Alicia en el pueblo de Maravillas”, y creador del suspicaz personaje de cortos Nicanor O’Donell, le cerraron puertas para concursar en el Festival de cine de La Habana. Ni siquiera un elenco que incluía un premio nacional de cine en Pérez Ureta y un premio nacional de artes plásticas en Roberto Fabelo fue suficiente. Valiente propuesta del creador por apostar a temas universales y apartarse de los trillados caminos del cine latinoamericano.
Más allá de estos cameos como parte de la puesta en escena otros pintores han sido vinculados al cine desde otras facetas. Algunos han creados carteles de cine y la obra y vida de otros ha sido reflejada en importantes documentales. Sería interesante también conocer cuáles pinturas cubanas han inspirado a directores de cine en sus composiciones visuales. De la pintura el cine ha usado desde sus inicios las imágenes, el color, la luz, la perspectiva, y la caracterización de personajes. Reconocidos directores de cine (Ridley Scott, Martin Scorsese, Stanley Kubrick, Almodóvar, Guillermo del Toro, entre muchos) han sido indudablemente influenciados por el lenguaje pictórico de sus obras favoritas para el desarrollar la estética y fotografía de importantes escenas en sus películas. De cualquier manera la relación entre el cine y la pintura se muestra indisoluble y resulta curioso percatarse como la plástica cubana ha llegado de una forma u otra a la pantalla grande.
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