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Literatura

Un año de “Voces”

En agosto de 2010 se lanzó sin mucho aspaviento pero con gran ilusión Voces 1

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A la vuelta de un año, la revista freelance de literatura y opinión Voces, editada desde La Habana, acumula ya nueve números “como quien no quiere la cosa”, para usar, muy a propósito, una frase común lo menos intelectual posible.

Armada como un rompecabezas de inéditos y refritos, de escritores canónicos o casi amateurs, de periodistas de formación académica o improvisados sobre la marcha, de bloggers híper-visibles o perdidos en la blogosfera cubana, siempre potable e instantánea a la manera de un Reader´s Digest digital, sin el machón de sus editores y con una frecuencia de salida aproximadamente mensual, con un diseño de grafismos naif para permitir su impresión doméstica en blanco y negro, difundida electrónicamente en la web o en memorias flash del Malecón para adentro (o de mano en mano en papel, si bien las tiradas son solo de unas pocas decenas de ejemplares, y eso gracias a la solidaridad de sus propios colaboradores), la primera temporada de Voces ha significado un esfuerzo por reforestar el desierto interno de las publicaciones independientes a toda institución cultural (terreno escabroso de lo paralegal).

Podrían mencionarse ahora, y es ético hacerlo como contexto no necesariamente influyente (dado el aislamiento lectivo que padece nuestro campo literario), varias revistas al margen del Estado cubano en lo que va de siglo XXI, la mayoría reprimida moral o físicamente por los apagafuegos del Ministerio de Cultura o del Interior: Diáspora(s), Cacharro(s), 33 y un tercio, Consenso, The Revolution Evening Post, Bifronte, DesLiz, La Caja de la China, Convivencia, Misceláneas de Cuba, y un esperanzador etcétera, donde seguro excluyo a muchos proyectos por ignorancia y no por iniquidad.

En agosto de 2010, en uno de esos veranos a plomo del trópico habanero, cuando la respiración no alcanza para paliar la claustrofobia de las tardes tediosas de la patria, se lanzó sin mucho aspaviento pero con gran ilusión Voces 1. A partir de entonces el goteo ha sido fluido: alrededor de 60 páginas y una veintena de autores por cada edición, esfuerzo desproporcionado para lo mínimo de su staff de internautas locales residentes en la que, ojalá más temprano que tarde, sea en efecto “la capital de todos los cubanos”.

En agosto de 2011, ya con un año de trabajo acumulado en las pantallas de nuestras laptops apenas conectadas a la www, el número Voces 9 cerró una primera etapa de la revista y, con suerte, será la plataforma de lanzamiento de la próxima (siempre sin demasiados anuncios programáticos, para que nuestros planes “no se hagan sal y agua” antes de verificarse), donde apostaremos “al duro y sin guante” por un futuro de libertad de expresión (y de impresión, y de asociación, y de comercialización, y de…).

Tal vez sea la hora de forzar un poco más las gargantas de Voces, sin, por supuesto, emplear nunca los groseros gritos con que se insulta y estigmatiza en la Cuba de hoy todo pensamiento sin anteojeras. Tal vez sea el momento de traqueotomizar nuestra cubanidad a ultranza, de dejarla zozobrar en las aguas peligrosísimas de una contemporaneidad post que nos asusta en tanto habitantes de isla. Tal vez haya que registrar, también, las sílabas suicidas del silencio que nos ha constituido como nación y, en última instancia, como necedad. Tal vez se aproxima un límite locuaz que fulmina y muta.

El catálogo 2010-2011 de Voces no pudo ser más generoso. Nombrar puede ser un arma de doble filo. Precisamente por eso lo hago ahora al azar: Edmundo Desnoes, José Kozer, Vicente Echerri, Rafael Alcides, Dagoberto Valdés, Juan Abreu, Reinaldo Escobar, Emilio Ichikawa, Ernesto Hernández Busto, Iván de la Nuez, Jorge Ferrer, Enrique del Risco, Alexis Romay, Antonio José Ponte, Miriam Celaya, Abilio Estévez, Wendy Guerra, Néstor Díaz de Villegas, Ena Lucía Portela, Daniel Díaz Mantilla, Ahmel Echevarría, Amir Valle, Yoss, Armando Valdés Zamora, Félix Luis Viera, Fernando Villaverde, Natacha Herrera, Dimas Castellanos, Manuel Ballagas, Jorge Enrique Lage, Armando de Armas, Miguel Coyula, Yoani Sánchez, y tantísimos otros de estos citados sin más jerarquía que la de mi mala memoria.

El catálogo 2011-2012 de Voces ojalá pueda equiparársele. No solo en archivo de autores, sino en tribuna de poéticas y polémicas, sin esas pacaterías ni provincianismos políticos que nos aferran a un presente precario, sin ese miedo a liberar en voz alta la locura que late en cada uno de los cubanos cuerdos del mundo, pueblo de pronto libre de taras ideológicas y de atavismos generacionales: islita imaginaria donde debe germinar otra vez la ilusión (incluida la ilusión de lectores no tan despóticos, en los que el realismo ralo no retoñe con su tufo archiconservador).

A la vuelta de un año, la revista freelance de literatura y opinión Voces, abre las cinco letras de su nombre como una mano conocida para reconocernos. Para escucharnos acaso por última vez en la Historia. Un espacio para diferenciarnos deliciosamente. Para ser otros cubanos. Y solo entonces, llegado el caso, para despedirnos sin odios y sin una pizca de olvido.

Quod scripsi, scripsi. Cubansummatum est…!


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