Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Con ojos de lector

Un banquete de lector para lectores

En 'Bienes del siglo', Enrico Mario Santí demuestra, como decía Dostoievski, que toda gran crítica es una deuda de amor.

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Bienes del siglo, el segundo bloque, se inicia con una reflexión sobre el sentido histórico del centenario de la República. Santí expone la simplificación de nuestra historia que se ha realizado en la Isla, y sostiene que la mitificación de nuestro pasado republicano "es en realidad la contrapartida de otra mitificación: la que hemos hecho con el concepto de revolución". Figuran también trabajos sobre la revista Orígenes,Fernando Ortiz, Alfonso Hernández Catá y Virgilio Piñera. A quien más espacio se dedica es, sin embargo, a José Lezama Lima, sobre quien Santí recoge cuatro textos. Me resulta muy difícil destacar uno o dos en particular de estos œltimos, pues todos son estupendos e iluminan distintos aspectos de la obra del autor de Enemigo rumor.

El último bloque del libro, que como dije antes se titula Isla en dos, agrupa trabajos sobre escritores como Cabrera Infante, Tomás Gutiérrez Alea, Arenas, Sarduy, Padilla, Rafael Rojas, la pintora Lydia Rubio, los cineastas Tomás Gutiérrez Alea y Orlando Jiménez-Leal y el músico Aurelio de la Vega. Asimismo hay otros sobre asuntos como la poesía escrita en el exilio, el colaboracionismo de los intelectuales cubanos con el régimen y los nexos entre periodismo y literatura. Se reproduce, por último, la conferencia De Hanover a La Habana, un texto de carácter autobiográfico en donde Santí traza el doloroso pero decisivo itinerario ideológico que lo condujo a asumir una posición crítica respecto a la revolución. A ello contribuyeron, por un lado, la contradictoria angustia con la que regresó de sus dos viajes a Cuba; y por otro, el inicio de su contacto personal con Octavio Paz, de cuya obra Santí es un reconocido especialista. Esto último le permitió además empezar a colaborar en la revista Vuelta, en la cual conoció a un grupo de pensadores con quienes halló una gran afinidad. Todo eso, expresa, lo llevó a comprender que la tarea del crítico literario no estaba desvinculada de su postura moral en torno a cualquier circunstancia. Aparte de esos trabajos, Bienes del siglo reserva como recompensas adicionales la Introducción y el Epílogo, ambos clarificadores para entender mejor tanto el libro como el ser humano que lo escribió.

En todas esas páginas, Santí nos trasmite una lectura disfrutada. Como Žl mismo apunta, si algún espíritu preside este conjunto de escritos es sin duda el espíritu de la Celebración: "la de las obras, que a la postre son los únicos bienes que cuentan". Sus ensayos y notas destilan una verdadera pasión por la literatura y la cultura cubanas, y demuestran, como sostenía Dostoievski, que toda gran crítica es una deuda de amor. Ese amor da además como resultado un valioso servicio de divulgar obras ajenas y preservar la memoria, algo sumamente necesario en un mundo como el actual, tan amenazado por la amnesia.

Pertenece el autor de Bienes del siglo a la estirpe de ensayistas y críticos reflexivos, bien sustentados, sagaces, unas cualidades que sabe poner de manifiesto sin afectaciones retóricas, volteretas interpretativas ni tecnicismos seudocientíficos. Quien transite por las 435 páginas de su libro, encontrará un conjunto de textos sugerentes, repletos de análisis lúcidos e interpretaciones sagaces. Esos textos constituyen la inteligente destilación de muchas lecturas y de una sólida formación. Al leerlos, resulta evidente que tras ellos hay consumidas innumerables horas de investigación en fuentes primarias y de consulta de una extensa bibliografía secundaria. A partir de esa solidísima base, Santí elabora un discurso crítico documentado y atrayente, que se caracteriza por la precisión de los juicios, la capacidad para iluminar un sentido, la intuición reveladora, la amplitud de miras, la virtud de leer sin anteojeras.