Actualizado: 18/04/2024 23:36
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Cultura

Literatura

Un receptor y emisor oblicuo

Respuesta al artículo 'Un puente de silencio', publicado en 'Encuentro en la Red' por Antonio José Ponte.

Enviar Imprimir

La "oblicuidad" conduce a una lectura en la que no digo lo que digo sino lo que Ponte dice qué yo digo. Del mismo modo que mi reclamo de que se especifiquen los nombres de los que contribuyeron a las depuraciones universitarias que menciona Fulleda, es para el oblicuo Ponte, una trampa para conducir a mi contrincante a terreno enemigo. Me da lástima Ponte con esas presunciones, con esos miedos que son suyos y seguramente no de Nancy ni de Fulleda. Déjeme decirle que, si aparecieran esos nombres, a buena parte de sus portadores habría que ir a buscarlos fuera de Cuba.

El derecho a elegir

No le voy a dar cuenta al censor Ponte de qué he hecho yo en las ofensivas revolucionarias. En cualquier caso, sé que sólo pensará que no "maquillo" mi biografía si voy a retractarme de lo que he sido en algún lugar fuera de mi país. Esas exigencias las hará si alguna vez tiene la suerte de ejercer como fiscal (estoy seguro de que, si lo logra, será temible), pero primero tiene que ganarse esa oportunidad.

Sí, es cierto: no me pareció entonces que lo que debí hacer era renunciar a la revolución. Y no me lo pareció tampoco cuando, tras el I Congreso de Educación y Cultura, en 1971, estuve cinco años sin que me publicaran nada. Yo, como Delfín Prats, también fui víctima silenciosa. Qué quiere Ponte. Cuando uno decide asumir una idea, puede sostener sus convicciones por mal que le vaya con ellas. Después de todo, no es demasiado si se compara con lo que han hecho otros hombres. En el escalafón, me pongo al lado de Delfín y no de José Mario, porque me imagino que el demócrata Ponte me concederá el derecho a elegir.

Pero intenta engañar a sus lectores cuando afirma que quiero que esas represiones se olviden. Lo he dicho en muchos sitios a propósito del llevado y traído "quinquenio gris" y lo digo de cualquier abuso de poder, de cualquier maltrato represivo: el que olvida su historia —decían los filósofos del pitagorismo— está condenado a vivirla otra vez. Otros tenderán puentes de silencio, yo no.

Le aseguro al vengador errante de las libertades, que no tengo que arrepentirme de lo que hice. Y si no siempre pude hacer lo que me placía (creo que nadie puede hacerlo), no tengo que reprocharme de haber realizado un solo acto contra mi conciencia ni contra la pura decencia humana.

Ponte claro que lo tiene más fácil: cuando se hace muy poco también, forzosamente, hay poquísimo que lamentar. Existe un proverbio chino —no se asuste Ponte que no es de Mao ni de Deng Xiaoping— que me gusta recordar en estos casos: "un combatiente con defectos siempre es un combatiente; una mosca sin defectos no es más que una mosca perfecta".

Yo, aunque le moleste al oblicuo Ponte, que piensa que todos los que hemos ayudado a hacer la revolución debemos vivir en una permanente contrición, no tengo que justificar absolutamente nada. No tengo el menor de los reparos en dialogar con Gerardo Fulleda y con Norge Espinosa y tratar de que mutuamente comprendamos nuestros puntos de vista que, aún en la discrepancia, no tienen por qué ser irreconciliables ni convertirnos en enemigos.

El acuerdo con Ponte me interesa muchísimo menos: él tiene sus propios intereses y con esos no me voy a entender.

Y ya estuvo bien, que me he pasado demasiadas palabras polemizando con un hombre que no sabe nada ni de El Puente ni de El Caimán Barbudo.


« Anterior123Siguiente »