Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Literatura

Una familia ancha y ajena

Las posibilidades de una reconciliación sobre bases pluralistas permitirán hablar sin hipocresía de un gremio de escritores cubanos.

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El llamado oficial

Ya en el nuevo milenio: ¿Quiénes de la familia protestaron públicamente hace cuatro años, cuando metieron preso a Raúl Rivero y la Seguridad del Estado amenazó a sus amigos con regalarnos el mismo camino, tras fusilar a tres infelices y condenar a penas máximas, en juicios sumarios, a disidentes pacíficos y periodistas independientes?

¡Ah, la familia! El llamado oficial parece una obra de Samuel Beckett, un homenaje al teatro del absurdo y de la crueldad. ¿Hay que recordar lo acaecido tras el "destape mediático" a tres comisarios de los dulces setenta? ¿Cuál honestidad pueden exhibir los escritores de la familia que aparentan ignorar el texto clave, que se resisten a estudiar —con razón— el discurso de Castro? ¿Apenas serán sadomasoquistas, dentro de lo que se llamó "izquierda militante"?

¿Debe estar unida nuestra familia ante párrafos de aquel discurso mucho más específicos, directos y demoledores —aunque ya se iniciaba la tesitura totalitaria— que las cacareadas Palabras a los intelectuales en junio de 1961?

Sé de un escritor —promotor de talleres— que justificó la ausencia de arrepentimiento y el no sacar ahora el "trapo sucio" porque el Señor de las Moscas está viejito y enfermito. Sé de otro que deja su sabiduría como crítico de narrativa en la puerta de la Casa de las Américas. Sé de un cubano-sueco inspirado en la zanahoria editorial y ahora ciego ante el látigo…

¿Pero acaso la reaparición de los pavones no provocó una reacción sólo posible en una sociedad represiva, llena hasta el tope de viejos pánicos, como denunciara el sin par talento dramático de Virgilio Piñera, causa también del ostracismo oficial de que fuera víctima hasta su muerte?

¿Entonces? ¿Dónde está la familia? Claro que entre nosotros hay grupos —como en el Londres de Virginia Woolf o en la Atenas de Eurípides—, lo que no puede abundar —mientras la dictadura exista— es el espíritu gremial, hasta La soledad del corredor de fondo abre suspicacias, como saben algunos amigos novelistas que viven en la Isla.

Cuando algunos escritores cubanos —dentro o fuera del caldero— se empeñan en disfrazarse de Madre Teresa de Calcuta, los indicios avizoran que los lobos se disfrazan de abuelitas. Lamento no compartir el optimismo de algunos analistas, apoyarme en el viejo refrán: "Perro huevero, aunque le quemen el hocico". Raúl Castro y su círculo de poder —hermanísimo en postrimería incluido— son de esa raza.

La desesperación fabrica espejismos, pulimentados por el archipiélago exhausto, por casi medio siglo de posposiciones, de futuro… ¿Sabrán los tan familiares escritores —obra artística aparte— que ven visiones dignas de Durero o de Goya?

Un acto de amor

Pero la familia literaria cubana es un acto de amor. Tan amoroso que poco repara —alguna vez les volverán a dar visa— en que al espejismo sobre los hueveros se añade la "generosa" ayuda del embargo y demás medidas entrometidas de la administración estadounidense, quizás hoy más altaneras y mediocres que las acumuladas desde el segundo mandato presidencial del general Dwight Eisenhover.

Una vez Miguel Barnet me contó que en una recepción en París Reinaldo Arenas le bañó la cara con el trago. Merecido homenaje al sainete de una familia literaria cubana. ¿Resentimiento contra la familia? ¿Por qué no?

El diccionario dice de resentido: "Víctima de maltrato". Nada más propio de la tal familia que los agravios, llevamos siglos en el asunto. Y nada indica que desaparecerán totalmente en una Cuba democrática, pero entonces —no tan tarde como sueñan algunos— no habrá el miedo de hoy, hijo de un sistema concebido para aherrojar cualquier acto creativo en nombre de una utopía perversa.

Cuando ocurra, la familia —sin cursivas irónicas— literaria no aplastará al otro porque piensa diferente, no discriminará a los que no viven donde nacieron. Tan disímiles como siempre, podremos hablar sin bozales sobre patria, individuo, dignidad…

Las posibilidades de una reconciliación —como en el antiguo "campo socialista" europeo— sobre bases liberales, pluralistas, son las únicas que permitirán hablar sin hipocresía sobre la familia de escritores, porque el miedo al Estado-Partido quedará como una deshonra a cada uno y a lo que llamamos nación cubana. Hasta entonces — de súbito o progresivamente— parece ridículo estarle arañando a los buitres una ramita de olivo.


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