Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Música

Canciones viejas para el hombre nuevo

Tras cuatro décadas de dogmatismo ideológico y aislamiento, ¿hacia dónde va la música cubana?

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Parecía que todos los instrumentos estaban fajados unos con otros, que los metales querían soplar miles de notas por minuto y la percusión pretendía obligar al piano y al bajo a una marcha forzada. Era como si todos los instrumentos quisieran escapar, al mismo tiempo, de la Isla, y en el mismo bote. Cada orquesta era un sálvese quien pueda.

Tras cuarenta años de aislamiento y prohibiciones, sin retroalimentación, y con un sistemático autobloqueo al oído y a la comercialización, la música cubana bailable había perdido el rumbo. Los promotores internacionales, tras el éxito de Buena Vista, pedían a los jóvenes músicos cubanos que montaran sones de los años treinta, música vieja para el hombre nuevo. Triste ironía del destino, porque a cada generación le corresponde cantar la época que le toca vivir.

Qué Cuba se abra al mundo

En la última década, la dolarización y el contacto con el turista resquebrajaron el muro ideológico que separa a Cuba del mundo. La Nueva Trova se puso vieja como la revolución misma. El Estado, enfrascado en sobrevivir, dejó por un tiempo que cada cual se las arreglara como pudiera. Cada músico o cantante "luchaba" sus contratos en el extranjero. Tímidamente, comenzaron a aparecer algunos estudios privados de grabación. Los graduados de las escuelas de música ya no consideraron "lo comercial" como una concesión (o un insulto); músicos y cantantes aprendieron con el estómago que la comercialización es la única forma de distribución, de darse a conocer y, sobre todo, de escapar de la Isla.

La industria de la música en Cuba (si es que puede llamarse así) va cambiando. Los cubanos despiertan de su larga utopía fracasada. En las orquestas, los instrumentistas ya no aplastan la voz del cantante para demostrar que existen como individuos. Las estridencias comienzan a desaparecer, al tiempo que tibias personalidades escénicas surgen. Se aplacaron las orquestaciones festivaleras y los alardes circenses; los autores y orquestadores se separan tanto de las élites culteranas como del populismo.

Los más jóvenes comienzan a producir temas al gusto internacional, pero encuentran las puertas de la comercialización cerradas: por un lado, el embargo, por otro, el autoaislamiento, las trabas que impone una sociedad centralizada, en economía de guerra durante 47 años.

Coexisten en Cuba una timba desbocada, con fuerte influencia del hip hop, para el consumo interno; y un son a golpe de nostalgia, para la exportación, secuela de Buena Vista Social Club. Pero también hay un rock subterráneo con la potencia desgarrada de lo proscrito, y diferentes "músicas para músicos" que no llegan a calar en la mayoría de la población.

Los jóvenes cubanos que han logrado radicarse en España, como los grupos Orishas y Habana Abierta, revelan la fuerza de una música secuestrada por la ideología: "Salimos de Cuba porque nuestra música no podíamos hacerla allí —afirmó uno de los miembros de Orishas a Encuentro en la Red—, porque el rap estaba muy censurado y considerado música del enemigo, y también porque en la Isla no hay medios para trabajar, no hay estudios ni profesionales para grabar un disco, ni mercado para vender".

Pero aun estos grupos "de punta" padecen la misma soledad que Willie Chirino desde Miami: no cuentan con una industria nacional, ni con una "hinchada" que los respalde. La música popular, como el fútbol, requiere de una plataforma, de un público nacional que la "defienda" en sus conciertos, que la sienta como identidad, que compre y coleccione sus discos. Al mercado global y a las trasnacionales del disco, responde una natural reacción nacional: colombianos, puertorriqueños, mexicanos, dominicanos, brasileños, defienden a sus artistas como parte de la tierra misma. Los músicos cubanos, en cambio, están solos entre la ideología, el embargo y el destierro.

Hoy, por alergia a la revolución o afán por lo prohibido, los jóvenes cubanos son más pro norteamericanos que nunca, pero cuando suenan un rock, un rap, o un reggae, no hay que preguntarles: ¿Y tu abuela dónde está? La genética musical de la Isla permanece intacta. El son corre en sus venas. La ideología represiva no pudo acabar con la picardía de la guaracha. Sólo hace falta abrir las puertas, que corra el aire fresco, ajustar la brújula de la comercialización y gritarle al mundo: "Timba en la trampa cayó y sí pudo salir".

* Música vieja para el hombre nuevo es una conferencia que el autor dictó en South California University.


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