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Artes Plásticas

Profetas por conocer

La plástica del exilio ha logrado abrirse camino desde Nueva York hasta París, pero todavía tiene una cita pendiente: el Museo Nacional de Cuba.

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De la misma forma que desapareció la convocatoria anual a un Salón Nacional, desaparecieron también de las paredes del Museo de Bellas Artes las obras de aquellos artistas que partieron al exilio —Llinás, José Ignacio Bermúdez, Viredo, Consuegra, Soriano, Mijares, Salvador Corratgé, entre ellos—. ¿La razón? Según el juicio netamente estalinista de Marta Arjona, otrora directora del Museo Nacional, la actitud de esos artistas "no llegó a cuajar en un verdadero compromiso revolucionario". Sus nombres han sido borrados de la historia oficial del arte cubano del siglo XX, escrita desde la óptica del castrismo.

Los cubanos tenemos que remendar toda esta tergiversación, todo lo que se ha contado mal hasta ahora para hacer caer la historia dentro de las hechuras ideológicas del régimen. Este trabajo sólo aborda los puntos sobresalientes del desarrollo extrainsular del arte cubano luego de 1959, realidad inseparable del todo de la creación cultural cubana durante la segunda mitad del siglo XX, que ningún historiador serio podrá obviar.

Hoy por hoy, unos cuatrocientos plásticos cubanos viven fuera de Cuba. Algunos llevan exiliados cuatro décadas; otros emigraron cuando Mariel, o poco a poco según se les presentó la oportunidad. Están los verdaderos cubanoamericanos, que salieron de Cuba adolescentes y desarrollaron sus carreras en el exilio, insistiendo en ser reconocidos como cubanos. Los artistas jóvenes que conformaron la flor y nata de la plástica insular en las décadas ochenta y noventa, casi todos están en el exilio.

¿Cómo se las han arreglado esos artistas en exilio? ¿Dónde estudiaron? ¿Piensan en cubano o son un híbrido bicultural? ¿Tienen apoyo? ¿Dónde exhiben? ¿En qué idioma nombran sus obras? ¿Han recibido reconocimiento? ¿Ha sido incorporada la obra de alguno de ellos en los museos cubanos? ¿Y en qué museos del mundo?

Desde siempre, el exilio

No es extraño que un gran número de plásticos cubanos resida en Miami y también en Nueva York. Hay muchos dispersos por Estados Unidos, Canadá, México y Europa. A ninguno le fue fácil abrirse camino, ni las instituciones culturales de ningún país anfitrión recibieron a los exiliados con los brazos abiertos. Lo que ha logrado la comunidad plástica cubana fuera de Cuba lo ha hecho sin país, sin respaldo y casi sin apoyo. Sólo en los últimos años la recepción a los que deciden quedarse —como se dice comúnmente— ha sido mejor, y eso se debe al terreno trillado por todos sus predecesores.

Llegar a París en 1960-61 como lo hicieron, entre otros, Gina Pellón, Jorge Camacho, Ramón Alejandro, Jorge Pérez Castaño, Julio Herrera Zapata y Agustín Fernández, no fue nada agradable. Irse de la Cuba revolucionaria se entendía en el mundo intelectual europeo y en el americano como un rechazo pequeño-burgués a la utopía. En la Isla se les llamó gusanos, desertores, contrarrevolucionarios y, más tarde, escoria.

En Nueva York, hacia fines de los sesenta, el crítico Florencio García Cisneros lanzó su revista Noticias de Arte, que fue por muchos años la única publicación dedicada a promover la plástica extrainsular. El éxodo de Mariel fue una infusión de vida; los artistas y los escritores —Reynaldo Arenas entre ellos— se nuclearon en torno al concepto "Generación Mariel", y en 1993 lanzaron una revista: Mariel. Unida a otros esfuerzos, como Unveiling Cuba y Linden Lane Magazine (ésta última dirigida por Belkis Cuza y el desaparecido Heberto Padilla), que siempre incluyeron la plástica al lado de la literatura, Mariel reforzó la labor de Noticias de Arte.


Obra de Gina PellónFoto

Gina Pellón. 'Mujer' (1984). Óleo sobre tela. Colección privada.