Actualizado: 25/04/2024 19:17
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Deportes

Béisbol

El último y más querido ídolo

«Sólo pido a Dios se cumpla mi sueño de jugar de nuevo en el Estadio José Antonio Huelga y en el Latinoamericano, siempre que sea en una Cuba libre», dice Maels Rodríguez.

Enviar Imprimir

Le pregunto si el juego perfecto de 1999 fue su mejor actuación en la pelota cubana.

"No lo creo. Aquel desafío permitió que todo el país se interesara por mí, y a partir de entonces, donde quiera que iba a lanzar los estadios se llenaban de una punta a la otra, pero yo tuve otros momentos creo que superiores. En el 2001 repartí 18 ponches al equipo de Habana en el mismo Estadio Huelga, pero en agosto 21 del 2002 propiné otro juego de cero hits cero carreras al equipo Habaneros, que pienso fue lo máximo", responde Rodríguez, que ahora tiene 27 años de edad.

Un rifle por brazo

Aquel choque efectuado en el Estadio Latinoamericano terminó 1 carrera por 0, favorable al conjunto Centrales. El ya temible serpentinero se presentó con un rifle por brazo y sus rectazos de humo marcaron repetidamente las 101 millas en un programa de la Superliga, torneo élite de la pelota cubana que reúne a los mejores peloteros repartidos en cuatro seleccionados.

"En aquella novena todos eran del equipo Cuba. Contra mí alinearon aquella noche Kendry Morales, Javier Méndez, Bárbaro Cañizares, Antonio Scull, Michel Enríquez, Enriquito Díaz, Oscar Macías, Roger Machado y Carlos Tabares", recuerda con precisión de reloj suizo.

Meses antes, en ese año 2002, Rodríguez arrasó en la Serie Nacional: ganó 14 y perdió en sólo tres ocasiones. En 165 episodios, sólo le pegaron 89 hits en 20 salidas como abridor —unos 4 hits por cada 9 innings— y retiró por la vía del ponche a 219 hombres.

La temporada del 2001 fue completamente suya, ya estaba en la cúspide de la fama, era tan popular o más que Manuel Alarcón, Changa Mederos o José Antonio Huelga. Fue su mejor temporada, con una fabulosa cosecha de ponches, pues rompió el récord que desde 1969 tenía en su poder el recordado zurdo Santiago Changa Mederos, quien alcanzó 208 estrucados en una lid de 99 partidos. En esta ocasión Maels Rodríguez dejó para la historia de la pelota cubana 263 retirados por la vía de los strikes, un récord que parece muy difícil de romper.

Pero hay más, el jugador tiene otra marca, todavía más complicada de repetir: su promedio de ponches por entradas lanzadas es muy superior a los que consiguieron figuras tan grandiosas como Rogelio García, Braudilio Vinent, el mencionado Mederos, Rigoberto Betancourt, Juan Pérez Pérez, José Antonio Huelga, Roldán Guillén y Lázaro Valle, serpentineros que se caracterizaron por ser grandes en eso de dejar con la carabina al hombro.

En seis Series Nacionales, "el rey del ponche" actuó en 938 innings, estrucó a 1.148 bateadores con un promedio de 11 por presentación y sólo cuatro incogibles permitidos. El más cercano fue Betancourt, que en 569 episodios ponchó a 573. Rebusqué los datos de Rogelio y en sus primeros seis años, en 891 capítulos dejó fuera de combate a 870, y el gran Braudilio Vinent, en sus cuatro temporadas iniciales, laboró en 463 actos con 325 ponchetes.

Era lógico que al muchacho se le "cansara" el brazo, después del exceso de trabajo que le dieron a partir de su hazaña en 1999. El colmo fue en la campaña de 2002. En unos seis meses actuó en 320 innings como abridor y relevista. Las más altas autoridades del país y las deportivas lo utilizaron como uno de sus objetos personales. Tuvo que lanzar para Jimmy Carter cuando estuvo de visita en La Habana, ir a México para que venciera al equipo azteca que en la Isla había derrotado a la selección nacional, competir en torneos internacionales…

Le usaron sin escrúpulos en la Serie Nacional como abridor y relevista, casi sin calentar previamente en este último rol y, para colmo, Sancti Spíritus clasificó para la postemporada. Prácticamente le arruinaron su maravilloso brazo: tuvo que salir al box en 11 oportunidades, cuatro como iniciador y siete de apagafuegos, casi sin calentar su brazo, como se acostumbra.