Actualizado: 28/03/2024 20:07
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'Encuentro': Una década

«'Encuentro' creó un terremoto en Cuba»

Al habla con Annabelle Rodríguez, presidenta de la Asociación Encuentro de la Cultura Cubana.

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Habla segura, gustosa de poner puntos sobre las íes y dedos en las llagas. Pocas veces concede entrevistas a la prensa, pero cuando lo hace no hay preguntas difíciles y el reloj no cuenta. Tiene obsesión con los nombres de personas e instituciones. No quiere fallos en su memoria e insiste en que se recuerde absolutamente a todos los que han aportado aunque sea un grano de arena en la consecución de los proyectos que ha alentado o dirigido.

Promotora de actividades culturales, empresaria, gestora de proyectos internacionales y tantas otras responsabilidades y vocaciones que ha desempeñado a lo largo de su vida, Annabelle Rodríguez deja indiferente a pocos. En los últimos diez años, en los que transitó desde la más cercana colaboradora de Jesús Díaz hasta la presidencia de la Asociación Encuentro de la Cultura Cubana, su nombre ha cruzado de la complicidad de bajo perfil a una posición abiertamente pública, lo cual no ha pasado desapercibido ni por críticos ni por admiradores.

Los diez años de la revista Encuentro y el futuro de la Asociación homónima, también organización editora de Encuentro en la Red, motivan esta entrevista.

En este contexto de celebraciones, es imprescindible que le preguntemos: ¿cómo fue el proceso de gestación de la revista?

En 1992, cuando empecé a trabajar con Chencho Arias en la Secretaría de Estado de Cooperación Iberoamericana, a cargo de los Programas Educativos de las Cumbres Iberoamericanas, nos propusimos hacer algo sobre Cuba.

En un momento dado, se permitió en Cuba por primera vez una conferencia sobre Gastón Baquero en la Universidad de La Habana. Entonces pensé que ahí había una ventana de oportunidad para reunir en Madrid a un grupo de escritores, de dentro y fuera de la Isla, con motivo del cincuentenario de la revista Orígenes. Chencho me dio luz verde y, su sucesor, José Luis Dicenta, apoyó la idea. Entre Pilar Saro y yo organizamos el seminario. Le pedimos asesoría a Pío Serrano, director de la Editorial Verbum, y logramos confeccionar un programa extremadamente interesante, que incluía a 15 escritores de dentro de la Isla y otros 15 que vinieron de diferentes puntos del mundo, como Pepe Triana desde París y Heberto Padilla desde Nueva York.

En ese contexto, se celebró una cena de bienvenida en Casa de América y Guillermo Rodríguez Rivera me pidió que incluyera en la misma a un escritor muy importante que acababa de llegar de Berlín. Resultó ser Jesús Díaz. Al día siguiente, me llamó un diplomático amigo, del despacho del ministro de Exteriores Javier Solana, para decirme que había llegado un escritor cubano con un proyecto muy interesante y que querían que yo me ocupara de asesorar su puesta en marcha. Por supuesto, era otra vez Jesús Díaz.

Jesús entonces se integró al seminario La Isla en Peso y compartió con todos comidas, tertulias y discusiones apasionadas y divertidas. Al final del seminario, convocó una reunión en la Casa de América y le pidió a Gastón Baquero que la presidiera, para poner sobre la mesa la idea de hacer una revista cubana, hecha por cubanos, en la que se pudieran publicar opiniones de tipo diverso, polémicas, pero evitando dar espacio a ataques personales y de mal gusto, así como a ningún tipo de incitación a la violencia.

Todo el mundo estuvo de acuerdo. La Secretaría de Estado me encargó darle seguimiento al proyecto y ahí comenzó la historia. La primera reunión fue en mi casa y asistieron Elizabeth Burgos, que entonces era Consejera Cultural de la Embajada de Francia en España, y Pío Serrano, para mi la persona que mejor podía asesorarnos dada su larga experiencia editorial. En aquel momento, yo no formaba parte de Encuentro, sino que los asesoraba por parte del Ministerio de Exteriores. Otra persona que colaboró generosamente en la creación de la Asociación fue Felipe Lázaro.

Una vez legalizada la Asociación, se hizo la solicitud a la Agencia Española de Cooperación (AECI) y se obtuvo una concesión de 15 millones de pesetas (unos 90 mil euros actuales). Con ese dinero, para echar a andar desde cero un proyecto de esa envergadura, nos planteamos qué hacer, y decidimos que nadie iba a cobrar un salario, pero que se iba a emplear ese dinero para que la revista fuera de la más alta calidad posible. El diseño, que ha demostrado una calidad perdurable a lo largo de diez años, lo cedió también gratuitamente Carlos Caso, que desde entonces lleva nuestra Dirección Artística. Logramos sacar el primer número en el verano de 1996.

Sin embargo, la revista salió no exenta de polémicas entre los cubanos…

Sí, en el momento en que la revista sale se produce una polémica entre casi todas las comunidades cubanas. Para la presentación del primer número pedimos apoyo al Instituto Universitario Ortega y Gasset. Su director, Emilio Lamo de Espinosa, y Carlos Malamud, a cargo de América Latina, hay que reconocer que dieron crédito a un proyecto que aún no existía, confiando sólo en lo que Jesús, Pío y yo les fuimos a explicar. El primer número lo presentamos allí con el prestigioso apoyo de la Revista de Occidente, y de Magdalena Mora, su directora.


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