Actualizado: 18/04/2024 23:36
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Literatura

Encuentros incruentos

La rabia que causa en La Habana cada nuevo número de la revista o cada día del periódico digital, es signo de su éxito.

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La vocación fundacional de Jesús Díaz se une a la sagacidad y experiencia editorial madrileña de Pío E. Serrano, a las eficaces dotes gerenciales de Annabelle Rodríguez y Aurora Calviño, para fundar en el departamento de Verbum, en Eguilaz No. 6, la que pronto se convertiría en la más relevante revista cultural cubana.

De paso por Madrid, como siempre usufructuando la hospitalidad de Pío, recuerdo bien las reuniones en la sala-comedor, los análisis y reflexiones, el refrán alemán —"La esperanza se levanta a las seis de la mañana"— que pronto se convertiría en el primer número, donde tuve el decoro de colaborar.

Las recepciones en la Isla, cuando varios implicados recibimos y distribuimos los ejemplares, partían del asombro y la dicha. La nación, tras décadas de cerrojos internos y de efímeras o sectarias publicaciones externas, contaba con una publicación ecuménica, hasta con invitaciones —leí la carta— a los intelectuales adictos al régimen.

La perspectiva de una década y de mi exilio en México desde octubre de 2003, quizás hayan matizado una valoración de la revista y del diario en la Red. Ahora me parece infantil un enfoque desde lo que Encuentro ha conjurado, extirpado, retado… Quizás sea más necesario para la cultura cubana una valoración no desde las confrontaciones con la dictadura, sino desde las inevitables contingencias democráticas, cada día más cercanas.

Infantil, aunque sea cierto que enseguida dentro y fuera comenzaron a revolotear los presagios de las auras tiñosas: "flor de un día, ahorita se fajan entre ellos, se les desinflará el financiamiento…".

También las calumnias y escamoteos respecto de la calidad de la oferta y de su equipo de colaboradores. Las argucias —ásperas o vengativas— para que los del insilio no enviáramos textos y un sinfín de tretas oficiales para depreciarla, con la siempre rumbosa ayuda de la internacionalista "izquierda caviar" y de la "arronada", de la "izquierda vedette" —la que con tal de aparecer en la foto justifica hasta las secundarias sin profesores— y de la tan simpática "izquierda pensionista".

Luces y sombras

Por supuesto que Encuentro —sobre todo la revista, que tiene más tiempo para escoger y revisar— ha padecido algunos ensayos endebles o tendenciosos, cuentos y poemas cercanos a la mediocridad, y sobre todo reseñas escritas por escolares empacados o aficionados insubstanciales.

Pero ninguna revista se sustrae a los tercos asedios de la mediocridad. La diferencia, respecto de las que aparecen dentro de la olla arrocera, es que el por ciento es sensiblemente menor, para no hablar de la ausencia en Encuentro de "orientaciones de arriba" o de la afilada tijera de los censores.

Sin pecar de aguafiestas, tal vez después de la muerte de su fundador hubo —¿hay?— ocasionales condescendencias y desaciertos en el trabajo de redacción. Una mayor exigencia parece imprescindible, aunque traiga deserciones y resentidos. Es justo requerir decisiones consensuadas y una mayor ingeniosidad en la distribución dentro de la Isla, donde aún quedan vericuetos inexplorados.

La rabia que causa en los filotiránicos cada nuevo número de la revista o cada día del periódico digital, es signo de su éxito, aunque el acicate para mejorarlos no se deba formular en negativo, sino en lo que Jesús Díaz soñó y logró: un medio independiente donde la cultura cubana es punto de hallazgos e invenciones, de diálogo crítico, de reflexiones donde la polémica sin fanatismos potencia los seguros pasos en nuestro abismo nacional.

Sitio de concurrencia —como lo fueran Revista de Avance u Orígenes— siempre se ha caracterizado por huir de posiciones de fuerza, de ahí que vigorice la sensatez de la amplia mayoría de cubanos sobre el tránsito gradual hacia la democracia, sin fogosas y extemporáneas violencias, sin cometer lo que criticamos.

En las opiniones de sus colaboradores predomina el repudio al embargo de Estados Unidos, abrir cuantas puertas y ventanas sea posible para airear la cueva lúgubre del castrismo, la comprensión crítica hasta de los oportunistas y chupócteros dentro de la burocracia estatal, dejar a los "pinos nuevos" un ambiente menos cruel y enrarecido…

En las cuerdas de mi guitarra —al borde de cumplir 60 años— está el orgullo de sentirme parte de Encuentro, de la única tradición fértil de la cultura cubana. La que desde José María Heredia —exiliada o insiliada— sueña una patria donde el honrado ejercicio del criterio sea una virtud respetada.