Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Religión

«La Iglesia cubana necesita pensar en clave social»

Entrevista con el sacerdote cubano Olbier Hernández Carbonell, asesor de la revista literaria 'Bifronte' y de la recién creada Asociación de Jóvenes Escritores de Oriente.

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Dentro de su propio seno, la Iglesia tampoco está exenta de recelos ante cualquier iniciativa que ponga en riesgo el nivel de sus relaciones con el Estado. Se suelen ver esas iniciativas como inapropiadas o inoportunas, y no como riqueza dentro del espíritu de su gestión pastoral. Los prejuicios, miedos y malos entendidos nos han frenado durante mucho tiempo. Al final, nos queda la necesidad imperiosa de movernos en un ambiente más oxigenante, reflexivo y compartido, donde cada elemento que desee aportar lo suyo sea visto como pluralizador, no como contendiente. La Iglesia debe ver al Estado como una instancia que debe ser transformada desde el evangelio y entre todos.

Está el caso también de la pobre difusión entre nosotros de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). La Iglesia tiene muy clara cuál es su misión social, pero salvo algunas publicaciones católicas y los laicos más comprometidos dentro de la Isla, nos damos cuenta que el anuncio evangélico carece de un fundamento y un sustrato en clave social. La DSI en Cuba tiene muy poca aplicación, su palabra y su verdad se han pospuesto. Hay temas que no se tocan, que han quedado marginados, y eso marcha en contra de la necesidad general de conocer y estudiar la DSI por parte de nuestros sacerdotes, laicos y miembros de las comunidades.

¿Qué papel real puede tener la Iglesia en un escenario futuro de diálogo político y de reconciliación?

La Iglesia tiene un papel fundamental en el futuro de Cuba, a corto y mediano plazo, pero ahora mismo no está preparada para asumir este papel. En primer orden, por la ausencia de medios y la carencia de agentes aptos y capacitados para ello. Pero, sin dudas, la Iglesia mantiene una credibilidad en Cuba y eso deberá contribuir a que sea garante del diálogo político en el futuro.

La Iglesia ha formado parte de la vida de este pueblo durante siglos y deberá tener un papel en cualquier tipo de transición o cambio de poder. Tenemos una palabra que decir y esa palabra es creíble aún, a pesar de todos los silencios. Esa palabra puede y debe ayudar a equilibrar opciones, a eliminar tensiones y hacer posible una mesa común donde todas las posiciones, dentro y fuera de la Isla, al menos tengan oportunidad de sentarse y ser escuchadas. Ojalá que esa posibilidad esté cerca, pero de cualquier modo nuestro papel deberá ser acompañar y bendecir ese momento y lugar donde todos los cubanos puedan encontrarse.

Desde Holguín se ha conocido que usted está vinculado con jóvenes escritores e intelectuales que han concretado una publicación literaria. ¿Cómo surge Bifronte y cuál puede ser su futuro en condiciones tan adversas?

Las nuevas generaciones de intelectuales cubanos carecen en gran medida de lo que yo llamo espiritualidad. Les falta vida en el espíritu. No hablo en el sentido estrictamente religioso del término, orientando la espiritualidad hacia lo católico, lo protestante o lo sincrético, sino de la espiritualidad como un elemento más esencial en la vida de cada hombre, que implica trascendencia, deseos y sueños. Las jóvenes generaciones han estado marcadas por un ateísmo militante, por las negaciones de lo espiritual en la vida del hombre y por la ausencia de una dimensión de lo trascendente, de aquello que es inabarcable o inalcanzable.

Cuando Bifronte nació y pudo materializarse, pensé que era una magnífica oportunidad para que la Iglesia, a través de sendas de espiritualidad, comenzara a acercar a estas nuevas generaciones que reclaman atención y transformación social. Todo cuanto puedas aportar a ese entramado se vuelve hacia ti, regresa a ti como un componente de maduración y realización personales. En este sentido, no debe perderse de vista el alto grado de insatisfacción que prevalece en muchos intelectuales cubanos, jóvenes y menos jóvenes, por no hallar los espacios para su realización y para el normal desenvolvimiento de sus proyectos humanos esenciales.

Bifronte trata de ser un espacio otro, alejado de politizaciones y normativas de pensamiento único. Bifronte quiere ser libre. Por eso su primer número homenajeó a Guillermo Cabrera Infante y luego atendió la pluralidad de la literatura cubana a través de algunas voces notables dentro de la narrativa contemporánea. La lucha de Bifronte no es contra el régimen ni tampoco contra la Iglesia, por ejemplo, que renunció a dar su apoyo a partir del segundo número, sino contra la mediocridad que reina en la sociedad cubana actual. Es el clamor de sobrevivencia por encima de todo aquello que nos hace débiles al vivir en la confusión y el miedo.

No como mero proyecto de publicación literaria, sino como anhelo de tantos poetas e intelectuales cubanos, Bifronte debe merecer la tolerancia y la comprensión de todos; hallar espacio en el corazón de la Iglesia y dejar de ser vista como una adversaria por la oficialidad. Los que sueñan con revistas como estas son cubanos, forman parte de este pueblo y de este país.


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