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Artes Escénicas

«Los titiriteros sólo necesitamos público y camino»

De Remedios a las Rías Baixas de Galicia. Entrevista al actor y director teatral Lázaro Duyos Jordán.

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A día de hoy, y después de casi una década en "terras galegas", es el director de UNIMA GALIZA (Unión de Marionetistas Gallegos) y participa con sus proyectos en muchos de los festivales importantes de la península y sus islas adyacentes.

Con Lázaro Duyos Jordán he conversado sobre su vida y sobre cómo un guajiro de Remedios ha llegado con sus títeres, su teatro, a las más recónditas aldeas de las "Rías Baixas", entre otros asuntos.

¿Cómo empezó todo?

Siempre quise ser titiritero. Nací en el pueblo idóneo para ello. San Juan de Los Remedios podría ser por mucho el Macondo cubano. Una tragicómica historia, un potente bestiario y sus pintorescos hijos avalan lo que digo.

Empecé con los títeres ya en el colegio, de la mano del amigo Rogelio Curiel, un instructor de teatro noble y tenaz. Y cuando tuve edad para escoger si ser titiritero o zapatero, tuve la inmensa suerte de que el maestro Fidel Galbán Ramírez, director del Teatro de Títeres Rabindranath Tagore, me diese una oportunidad en su grupo (hablo del primer lustro de los ochenta).

El Rabindranath Tagore es uno de esos grupos cubanos con identidad propia. Eso se debe a que Fidel Galbán es un gran dramaturgo infantil y ha logrado que de su teatro de muñecos emane una cosa cada vez más perdida y necesaria, la ternura. Con él aprendí a librar todos los días esa batalla.

Recuerdos de esa época tengo muchos y ellos son los culpables de que muchas veces me ría a solas. Era verdaderamente mágico hacer títeres en un pueblo como Remedios con todo ese caudal de leyendas y personajes, que van desde la cueva del Boquerón hasta la leyenda del Palomar. Desde Alejandro García Caturla hasta al Güije.

Recuerdo especial guardo de una obra que se llama Lalarí-Lalaré, mi primer trabajo como profesional. En la obra un sapo verde se escondía en un pozo y hacía creer a todos que aquel agujero concedía deseos si se le echaban regalos. Luego, cuando marché a La Habana, "capital del ruido y del bullicio", el encantamiento de lo tierno me sirvió como andamio del lenguaje escénico que ya buscaba. Creo que por eso hice tantos niños en el Teatro Nacional de Guiñol.

Uno de los detonantes para su urgente partida hacia La Habana (Guiñol Nacional) en el año 1987 fue el "asustón" que le da la Seguridad del Estado por leer un libro de una escritora venezolana de izquierdas (Ana María Reyes), 'La rebelión del poder joven', tanto que le expulsan del Guiñol donde trabajaba: ¿Cómo suceden los hechos y cómo usted llega al Guiñol Nacional?

Lo del libro, si no hubiera sido porque perdí el empleo, nunca hubiera pasado de anécdota. Nunca he podido terminar de leer el dichoso libro, pero puedo decirte que hasta la mitad, que sería lo que pude leer, no decía nada inquietante. Pero no estaba publicado en Cuba y eso fue lo que provocó que se pidiera mi expulsión de las artes escénicas en Villa Clara. Tenía 20 años.