Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Artes Escénicas

«Los titiriteros sólo necesitamos público y camino»

De Remedios a las Rías Baixas de Galicia. Entrevista al actor y director teatral Lázaro Duyos Jordán.

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Cuando me quedé sin trabajo el pueblo empezó a encogerse y un tipo empezó a seguirme, y yo me sentí —cito textual de una amiga—: 'Un principito principiante, en su asteroide diminuto con la bufanda enredá en el único farol apagao de la galaxia…'. Y me ahogaba (una mitad por esto y otra por el asma) y por la peste a estiércol que de pronto contraje, ya que muchos pasaron a evitarme.

Casi nunca hablo de esto y cuando lo hago intento buscar cosas positivas. Así agradezco de toda esta historia la obligación de formarme como titiritero solista. Entonces decidí meter los muñecos en la maleta y partir hacia la "Poma" a buscar trabajo, como antes había hecho mi padre (que regresó enfermo) y mi madre (que regresó igual), y así, con el miedo familiar al fantasma de la tuberculosis y los bolsillos por estrenar, me las di.

Llegué a La Habana en julio de 1987 y como todavía quería ser titiritero me dije: 'Para empezar voy a probar fortuna en el Guiñol Nacional de Cuba'. Y allá me fui. Y casi me da un infarto cuando me dicen que sí, que estaban buscando un actor de mis características y que en dos semanas me harían una prueba.

El 2 de septiembre de 1987 fue mi primer ensayo en el Teatro Nacional de Guiñol de Cuba. Así hasta 1997. Por eso siempre digo que la historia del libro de lo que más peca es de provinciana.

En el Guiñol Nacional usted trabaja con los mejores directores del medio. Viaja al extranjero y comienza una parte importante como actor. Hace televisión…

Todo era distinto. Todo sonaba diferente. Recuerdo que tuve que luchar contra mi acento villaclareño a brazo partío. Contra aquella costumbre innata de aguajirar cuanto personaje me diesen. Hasta que un día me creí de allí y resultó que se trataba de eso.

La primera obra en la que trabajé ( Historia del muy noble caballero don Chicote Mula Manca y su fiel compañero Ze Chupanza), resultó todo un éxito de público y de crítica, con incontables premios y muchas invitaciones a festivales dentro y fuera del país. Comprendí la radio y casi también la televisión. Tuve la posibilidad de ver casi todas las producciones nacionales y comprobar que el trabajo titiritero cubano en el extranjero gozaba de un reconocimiento positivo.

Ya en 1989 las cosas se pusieron bravas y lo de viajar con grandes elencos se hizo muy difícil. Entonces es que surge la semilla de lo que más tarde sería Títeres Cascanueces, el proyecto unipersonal titiritero que hasta la fecha me da de comer.

¿Qué le hace plantear la posibilidad, primero, la certeza a continuación, de establecerse en Santiago de Compostela?

Santiago de Compostela es una ciudad de esas que aparecen en los sueños. Toda ella es mágica y misteriosa, culta y húmeda. Como una mujer. Cuando llegué a España uno de los primeros "bolos" que tuve fue en Galicia. Y así conocí Santiago. Reconozco que este sitio me enamoró a la primera. Luego comprobé que aquí el trabajo era probable y la vida apacible, la certeza de que siempre habrá camino por delante…, eso, unido a la tradición titiritera que desde el inicio de los andares amamanta a Santiago como final del camino, hizo que me detuviera aquí.

¿No le importó que fuera imprescindible tener la obra montada en idioma galego? Esto puede restar soltura, fluidez cuando se dice el texto. Además, no es lo mismo improvisar en galego…

Falar un galego fluido es una de mis asignaturas pendientes. Pero la maravilla de la traducción y comprobar cuánto se agradece hasta el más mínimo esfuerzo por salvar esta lengua que a veces dolorosamente parece muerta, fue motivo suficiente para que todo el repertorio pasara por este —vamos a llamarlo— tamiz lusófono-sonoro con el songo y el sorongo…