Actualizado: 28/03/2024 20:07
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Una historia de las transiciones

Caos en el Cáucaso

La región del Caspio está llamada a ser una comarca explosiva que implicará a las grandes potencias.

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Los años noventa fueron tiempos terribles en la historia contemporánea, con el colapso de la Unión Soviética, las guerras étnicas, los desastres naturales, el fundamentalismo religioso y las guerras en Irak, entre otras cuestiones.

En el caso de la Unión Soviética, como parte de la Perestroika y la Glasnost, no se contemplaba la autonomía de los bálticos y la independencia de las repúblicas islámicas asiáticas. Gorbachev chocó con las pasiones nacionales y comunales en las repúblicas no rusas, especialmente las asiáticas, que desde tiempos de Brezhnev habían caído en una cuasi autonomía de los corruptos sátrapas locales del Partido Comunista, con quienes Moscú tenía que negociar. Al centralizar este esquema y ubicar a rusos leales, los resentimientos étnicos y nacionales se recrudecieron.

Mientras los movimientos secesionistas bálticos captaban la atención mundial, el premier soviético Gorbachev dedicaba su tiempo al Cáucaso y Asia central, región que causaba consternación a los bonzos partidistas de Moscú. En los años noventa la prensa internacional y la comunidad intelectual abrazaban las causas de los musulmanes bosnios y de los albano-kosovares, asesinados y exilados en campañas de terror dirigidas en su mayoría por la etnia serbia, pero ignoraban casos similares de matanzas étnicas en las regiones caucásicas de Abjazia, Osetia y Nagorno-Karabag.

Existían dos frentes claramente diferenciados en los que actuaba el nacionalismo como rechazo al antiguo monolito soviético. Uno estaba formado por las repúblicas del Cáucaso: Armenia, Georgia y Azerbaiyán, que eran las adelantadas del grupo de nacionalidades de escaso desarrollo económico; y el otro, por las repúblicas asiáticas islamizadas.

Todos los problemas y errores que enfrentaba la sociedad soviética estaban magnificados en sus repúblicas del Asia Central, cuyo "socialismo feudal" mantenía una jerarquía de jefes del Partido Comunista y de cooperativas, con una alta centralización de la autoridad, vacío de responsabilidad e incentivos y en la que primaba la ideología sobre el sentido común.

Fuerza contra violencia nacionalista

El complicado e inescrutable problema del Cáucaso pondría a prueba los conocimientos occidentales sobre el resto del mundo, así como la habilidad para manejarlos. Georgianos, abjazianos, osetianos, azeríes y armenios todavía siguen luchando unos contra otros por los territorios.

En 1991, luego del desplome de la Unión Soviética —a la que pertenecía la zona del Cáucaso—, se precipitó una ola de guerras y conflictos, de anarquía y limpieza étnica en toda la región. Cada grupo étnico trató de imponer su versión en el mapa del otro, lo que provocó más de 100.000 muertes y 1,25 millones de refugiados.

Ninguna región de la ex Unión Soviética ha igualado al Cáucaso en cuanto a la muerte sangrienta y compleja de un enorme imperio, y en ningún otro sitio se produjeron manifestaciones nacionalistas más brutales, impregnadas de un fuerte componente étnico. No obstante, al optar las poblaciones de estas repúblicas por la vía de la sedición, el poder soviético contrapuso inicialmente con eficacia la razón de la fuerza a la violencia nacionalista.


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