Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Colombia de ayer a hoy

De Jorge Eliécer Gaitán a Álvaro Uribe: ¿Por qué una nación estable se convirtió en la más turbulenta?

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Dos cosas favorecieron su fulgurante ascenso. La primera fue su política de firmeza frente a la guerrilla. Nunca creyó en diálogos con los miembros del secretariado de las FARC, mientras prosiguieran, por cuenta de ellos, asaltos, asesinatos y secuestros. La segunda actitud que contribuyó a su victoria en las elecciones presidenciales de mayo de 2002, fue la distancia tomada por él frente a la clase política.

La política puesta en marcha por Uribe incluye planes para la eliminación de cultivos de droga; acciones contra bandas de secuestradores; desmantelamiento de las redes urbanas de las FARC y del ELN, así como de las Autodefensas Campesinas.

Los resultados de la política de Seguridad Democrática se han hecho notar de agosto de 2002 a hoy. Los asaltos a poblaciones han disminuido en un 80 por ciento: el secuestro en un 45 por ciento; los asesinatos en un 22 por ciento, y 400 alcaldes que habían sido desterrados por amenazas de la guerrilla, han vuelto a ocupar sus cargos.

Desde luego, mucho queda por hacer. Pero la voluntad mostrada por el gobierno de hacerles frente con firmeza a los problemas suscitados por el narcotráfico y las organizaciones terroristas, el apoyo recibido en este sentido por el gobierno norteamericano y los países de la Unión Europea, el nuevo clima de seguridad y confianza ciudadana, han repercutido en la economía del país.

Tras años de incertidumbre, la economía ha vuelto a crecer: un 3,8 por ciento en 2003 y algo más del 4 por ciento en 2004. La construcción —buen termómetro para medir el ímpetu de la inversión privada— registra un auge notable. La inflación ha sido reducida a menos del 4 por ciento, y en el último año fueron creados 1.200.000 empleos nuevos, de los cuales 597.000 han sido para los jóvenes.

¿Sombras en este cuadro? Las hay, sin duda. No puede esperarse que en cuatro años queden resueltos problemas que abarcan varias décadas y que tienen esencialmente como sustento el tráfico de droga, un tráfico difícil de erradicar de manera total mientras subsista un consumo considerable de cocaína en el mundo, especialmente en Estados Unidos y en Europa.

Lo extraordinario del caso colombiano es el hecho de que, en medio de sus desventuras, el país progresa. Crecen sus ciudades, su mediana y pequeña industria; crece su clase media.

Pero quizás el rasgo más notable del país es el de haber preservado su democracia, pese a todas las amenazas que afronta; pese a las organizaciones armadas irregulares y al tráfico de droga. El reto de Colombia, que asume con la esperanza de obtener por fin la solidaridad internacional, es el de derrotar al terrorismo y al narcotráfico sin limitar ni cercenar las libertades esenciales; preservando el Estado de derecho.

Tal vez esa vocación democrática y civilista, inmune a las desventuras que nos ha correspondido padecer desde aquel trágico viernes de abril de 1948, es el rasgo común entre la pacífica Colombia de ayer y la turbulenta Colombia de hoy.

* Versión resumida de un texto publicado en el número 39 de la revista Encuentro de la Cultura Cubana.


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