Actualizado: 29/04/2024 14:55
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Colombia de ayer a hoy

De Jorge Eliécer Gaitán a Álvaro Uribe: ¿Por qué una nación estable se convirtió en la más turbulenta?

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No tiene por qué buscar otra cosa, puesto que sus organizaciones son apenas variantes del mismo credo marxista leninista: las FARC están más cerca de un comunismo ortodoxo; el ELN ha tenido desde su nacimiento una inspiración castrista y el EPL (Ejército Popular de Liberación) permanece fiel a la línea maoísta que le dio origen cuando la China combatía el llamado revisionismo de la Unión Soviética. Ésta es una realidad que la conocen de sobra los analistas del fenómeno guerrillero colombiano.

Sin embargo, los dirigentes políticos y los sucesivos gobiernos que tuvimos hasta la llegada al poder de Uribe Vélez sólo tomaban en cuenta lo que suelen declarar los comandantes cada vez que son entrevistados por periodistas europeos. La suya es una retórica revolucionaria que en sus afirmaciones y postulados es casi idéntica a la retórica de los dirigentes populistas.

En efecto, unos y otros hablan de las oligarquías, de la brecha entre ricos y pobres, de la necesidad de distribuir mejor la riqueza; unos y otros condenan el llamado neoliberalismo como la expresión de un capitalismo salvaje contrario a toda justicia social. Sin ver hasta qué punto esta fraseología barata oculta, por parte de la guerrilla, un proyecto totalitario de Estado y sociedad, perfectamente incompatible con la democracia y la libertad, muchos dirigentes políticos se engañan y engañan a la opinión pública considerando posible, a la hora de una eventual negociación para poner fin al conflicto armado, una convergencia en torno a una plataforma política común.

Pasan por alto también un objetivo fundamental de la guerrilla: la sustitución de las Fuerzas Militares por las fuerzas insurgentes. De hecho, nunca los dirigentes guerrilleros han querido contemplar siquiera la posibilidad de una desmovilización de sus efectivos y lo han dicho con una escalofriante claridad. Las armas son su inamovible garantía.

Al servicio de este objetivo último, la mal llamada insurgencia colombiana obedece a la concepción estratégica que permitió la llegada del comunismo a China, Vietnam o Cambodia: la llamada guerra popular prolongada, con la toma gradual del poder región por región, al servicio de la cual se pone en práctica una combinación de formas de lucha.

La más obvia y conocida es la que cumple su aparato militar siguiendo las pautas de la llamada guerra irregular o guerra de guerrillas.

La dimensión secreta

Pero la fuerza militar alcanzada por ella y los recursos de que dispone son sólo la parte más conocida de su poder. La estrategia que desarrolla en el campo político y diplomático, en cambio, pertenece a lo que un conocido analista del fenómeno guerrillero, el general colombiano Adolfo Carvajal, llama la dimensión desconocida o deliberadamente ignorada de la subversión en Colombia.

Cito sus palabras: "Simultáneamente con el enfrentamiento armado se ha conducido una forma de guerra subterránea que no se advierte en la superficie, pero que ha sido uno de los factores que más ha contribuido al éxito de la insurgencia en Colombia. Es una guerra sin armas ni uniformes, sin formaciones regulares o irregulares de combate, sin muertos ni heridos, sin prisioneros ni secuestrados. Es una guerra que se libra dentro de nuestras propias fronteras como en el exterior, que se dirige y se pelea desde los escritorios, desde los foros y organizaciones internacionales, desde los escenarios políticos y diplomáticos universales, desde nuestras propias instituciones políticas, económicas, jurídicas, diplomáticas y sociales. Es una guerra que ha llegado al corazón de la opinión nacional e internacional para inclinar la balanza a favor de la insurgencia terrorista".

Vale la pena examinar con cuidado todo lo que la insurgencia ha conseguido en este campo, casi de manera subrepticia. Son, o somos, muy pocos quienes intentamos en Colombia desenmascarar sus maniobras políticas, jurídicas y diplomáticas. Ellas están encaminadas a minar desde dentro las estructuras del Estado y especialmente a descalificar las armas o recursos legales de que dispone o disponían las Fuerzas Militares en su lucha antisubversiva.