Actualizado: 22/04/2024 20:20
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Crónica: Bolivia

Veinticuatro horas con Evo Morales

Populismo y desesperanza: El rumbo hacia ninguna parte del 'favorito' en las elecciones.

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Así se mantiene su tono, con amenazas constantes a los "oligarcas fascistas blancos" de Santa Cruz. En los últimos días de campaña se ha notado bastante la radicalización de su discurso, sobre todo en lo que respecta a la nacionalización de los hidrocarburos.

Después del mitin, la gente quiere tocar al "gran líder de los pueblos originarios" y, al mismo tiempo, "de todos los bolivianos". Se dan vivas a Evo. Recuerdo cuando asistí a otro encuentro con Morales, hace pocos días, en la ciudad de Tiwanako, provincia de La Paz. Al final de una celebración aimara, los congregados daban vivas al "jefe" y alguien gritó más alto: "Ayaya Evo Morales, patria o muerte", a lo que la multitud respondió: "Venceremos".

Las 'encuestas del enemigo'

De vuelta a Cochabamba, los cerca de 370 kilómetros que quedan se interrumpen con varias reuniones. La primera es nuevamente en Entre Ríos, donde, en un ambiente muy informal, con comida y mucha cerveza, Morales celebra una reunión con los líderes cocaleros.

El dirigente llega a la conclusión de que es necesaria una movilización masiva de dos días en las ciudades de Sucre y Oruro, donde las "encuestas del enemigo" ( Tuto Quiroga, candidato por Podemos) indican que "ellos van a elegir 14 senadores y nosotros 13, y justamente donde nos ganan es en la provincia de Sucre", agrega el "gran líder".

Tras una consulta colectiva, los líderes de las federaciones cocaleras deciden por unanimidad movilizar a todos los que puedan ir, por dos días, con sus banderas y afiches, a regalar bolsitas con hoja de coca a la gente de Sucre y Oruro. Termina la reunión y es tiempo de partir.

A las nueve de la noche llegamos a un pueblo de nombre Puente Sacta, donde comemos vegetales con bistec de carne de vaca y más cerveza. Las conversaciones son las mismas, todos los problemas del país "se resolverán con la Constituyente y con Evo en el poder". El "jefe" sigue bebiendo, con los mismos parlamentos de siempre, en un restaurante familiar donde la madre cocina y las hijas sirven las mesas, y todos duermen en la parte de atrás, justo entre la cocina y el patio, donde se crían cerdos y gallinas.

Cada vez que el padre de la familia pasa por la mesa, renueva el "stock" de botellas de cerveza, se rellenan los vasos y todos brindan. Cuando Morales decide brindar y agradecer todo el apoyo de esta gente, empiezo a hacer fotos. Entonces, él detiene y dice: "este siempre toma fotos de cosas malas, debe ser un agente de la CIA". Se escucha una carcajada general, y él posa para que yo haga la foto.

Son ya las diez de la noche y los miembros del equipo, notoriamente fatigados, se preocupan porque "el jefe" sigue tomando cerveza. Al final, y visiblemente tocado por los efectos de la "cebada", Evo se despide y el viaje continúa.

Lecciones de una jornada

Dos horas después, en medio de tormentas eléctricas y lluvias torrenciales, ni los potentes jeeps se arriesgan a avanzar más en la selva del Chapare. Nos paramos en un hotel de carretera en Villa Tunari, donde toda la gente tiene derecho a descansar, con nuevo horario de partida señalado para las tres de la mañana.

A las tres sigue lloviendo torrencialmente, pero los conductores ya están un poco más descansados y se emprende el camino hacia Cochabamba, adonde llegamos exactamente 24 horas después.

De esta jornada queda clara una lección: sea cual fuere el resultado de las elecciones de este domingo 18 de diciembre, los problemas de Bolivia no se van a resolver con discursos populistas e incendiarios. Y aunque haya Asamblea Constituyente, Evo Morales no podrá hacer ni la mitad de las acciones que está prometiendo, porque la inversión extranjera simplemente se marchará del país.

Por último, si el líder del MAS fuera electo presidente, tiene que lograr el control de los movimientos sociales, que siguen y seguirán bloqueando el país por dos razones: por todo y por nada.


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