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Círculos viciosos

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Olvidando su pasado golpista, cuando intentó convertir al ejército en instrumento político, y quizás en previsión de otro golpe de Estado, esta vez en serio, el presidente Hugo Chávez apuesta por la despolitización del ejército, que debe asumir una neutralidad suiza, aunque se le concede la opción del aplauso (chavista, of course).

 

La represión cotidiana, el control de los desafectos y el dominio de la calle apelando a la intimidación o al número, queda en manos de los “círculos bolivarianos”, entidad en que el presidente Hugo Chávez, con un notable poder de síntesis, ha resumido lo peor de los CDR y lo peor de las Brigadas de Acción Rápida.

 

Estos círculos ni construyen nada (que sería lo bueno del Contingente Blas Roca, tropa de choque), ni convocan vecinos para chapear jardines, vacunar niños o reciclar materias primas. En síntesis: espionaje, chivatazo y palo o cabilla envueltos en papel de periódico. O armas de más grueso calibre. Basta recordar los 17 muertos del 11 de abril, cuya lista oficial ni siquiera se ha publicado, aunque una comisión parlamentaria investiga los sucesos.

 

El mejor modo de conocer sus funciones, es leer el “Programa ideológico de los Círculos Bolivarianos”, dirigido a ellos por el Movimiento Quinta República, y que se ha divulgado en la red.

 

Debiendo “estar preparados para una fase de violencia”, el documento advierte que “Al enemigo hay que conocerlo. (...)¿Dónde viven, con quién, como se llaman? ¿Dónde viven sus familiares y cómo se llaman? ¿Dónde estudian sus hijos, cómo se llaman? ¿Cuáles son sus teléfonos y placas de carro? ¿Cuáles son sus vicios, amantes, sitios que frecuentan?”. Información necesaria, dado que, como se explica más adelante, en el “Memorando de la Dirección Táctica del Movimiento Quinta República para la Comisión de Estrategia Ideológica de los Círculos Bolivarianos”, estos enemigos deberán ser objeto de la violencia revolucionaria, dado que “La violencia permite la búsqueda y la consecución del progreso y el triunfo de nuestros ideales”. Y en este caso no se trata de responder a la “violencia contrarrevolucionaria”, como dirían los clásicos. A los círculos chavistas se les alerta para que no permitan la disención, “porque la causa revolucionaria hay que abrazarla de manera integral”. Ni se admiten “separaciones ni oposiciones al pensamiento chavista”. La razón es que “La unidad de nuestro movimiento es esencial y por ello no podemos permitir disentimientos”. Cualquier parecido con la otra realidad, no es pura coincidencia.

 

Y para que no queden dudas sobre quién tiene la sartén por el mango, se aclara: “Ya nuestro presidente Chávez lo dijo: "...y nosotros tenemos las armas". Usarlas es corolario que se cae por su propio peso.

 

¿Qué hacer con los opositores? Muy fácil: “combatirlos con las armas y el terror, porque la lucha cobra sentido cuando se está ante algo o alguien que debe ser abatido”.

 

Y aunque Hugo Chávez es un presidente democráticamente electo, una suerte de epitafio declara que “Los partidos tradicionales y la democracia están pulverizados”. De modo que “no se permite defender ninguna ideología que pueda dar cohesión y fortaleza a la ya desaparecida democracia”.

 

¿Qué viene tras la extinción de la democracia oligárquica? Algo que el documento llama “la revolución del Soberano”. ¿Coronarán a Chávez?

 

Y para propiciar el advenimiento de la Nueva Era, se orienta fomentar el “descrédito de los medios de comunicación para captarlos a favor de la revolución, esto a través de la Ley de Contenidos, próxima a ser discutida y aprobada por nuestra Asamblea Nacional”; “ataques continuos a instituciones tales como la Iglesia católica, cuyos jerarcas, como bien lo ha dicho nuestro presidente Chávez, "es un tumor que hay que extirpar". El resto de las instituciones, ya es sabido por todos, están a favor de la revolución”.

 

A pesar de que estén “a favor”, se ordena “lograr la unidad con cualquier organización que nos apoye, infiltrar sus bases, pero sin aceptar contradicciones de ninguna naturaleza”. Es decir, no basta que estén a favor, tienen que estar A FAVOR.

 

Y no dejar ni rastro de aquella democracia con separación de poderes, requiere “instaurar formas políticas de control popular en la administración pública de justicia (tribunales que atiendan al proceso revolucionario y fallen a su favor)”.

 

Es suma, más que un círculo bolivariano, se trata de una brigada de demoliciones. Cosa que no sería preocupante si se tratara de cuatro gatos, pero el pasado 26 de junio, Le Monde publicó que los círculos cuentan ya con 123.000 militantes, entre ellos 800 motociclistas que pueden movilizarse en tiempo récord. Explica el diario francés que para constituir un comité basta reunir entre ocho y once personas, que debidamente identificados se inscribirán en la Casa Militar, como corresponde a su cáracter. Del resto se encargan los asesores chavistas, quienes los entrenarán en el armamento que ya están descargando camiones militares en los barrios periféricos.

 

De modo que si hoy se encargan de atacar manifestaciones, hostigar a los diputados de la oposición, intimidar a los periodistas, y zanjar a golpes cualquier síntoma de oposición; mañana podrán matarlos. Y no es exageración ni acusación maligna. En uno de sus párrafos más inspirados, el documento explica textualmente:

 

“Nuestro ideal revolucionario concibe al hombre como un ser dispuesto a sacrificar su vida en aras de sus ideales, y esto debe significar que, si se está dispuesto a sacrificar la vida, la del contrario también puede ser tomada en razón de ese mismo objetivo, que es la revolución”.

 

Sobran los comentarios.

 

“Círculos viciosos”; en:Cubaencuentro, Madrid, 26 de julio, 2002. http://arch.cubaencuentro.com/internacional/2002/07/26/9136.html.



La manzana de la concordia

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El presidente de la empresa cubana Alimport, Pedro Álvarez, arribó al puerto el pasado 11 de julio para asistir a un evento singular: la llegada a La Habana del primer contenedor de manzanas norteamericanas que arriba a la Isla desde hace más de 40 años. 17,7 toneladas de fruta valoradas en 20.000 dólares, que Jorge Sánchez, encargado de ventas de la compañía Northern Fruti, mostró a la prensa, declarando que "Este es el primer envío del Estado de Washington desde 1961. La compra es de aproximadamente 15 contenedores".

 

Mientras Álvarez anunció la compra de peras del Estado de Washington, chícharos y otros productos, así como 1.000 toneladas de manzanas que se venderán tanto en las tiendas en dólares como en el mercado que opera en moneda nacional.

 

Tras el paso por Cuba del huracán Michelle, en noviembre de 2001, el gobierno norteamericano ofreció alimentos y medicinas en concepto de ayuda humanitaria. Las autoridades cubanas no aceptaron la oferta y en cambio, solicitaron que con carácter excepcional se concediera autorización para sortear los escollos del embargo y adquirir 100 millones de dólares de alimentos, pagaderos al contado.

 

Algo sorprendente, si recordamos que Cuba debe a los países occidentales del llamado Club de París unos $11.200 millones de dólares, impagados desde 1986; a Rusia, $24.500 millones (deuda heredada de la antigua Unión Soviética y que la Isla se niega a reconocer);$2.200 millones debe a los países de Europa del Este, principalmente Alemania y la República Checa; así como otros $3.000 millones de deuda comercial y bancaria a proveedores particulares, para financiar el déficit anual de su cuenta corriente. En suma, unos 40.000 millones de dólares, que convierten al ciudadano cubano en uno de los más endeudados del mundo.

 

Recordamos la indignación de las autoridades cubanas cuando Uruguay no aceptó una partida de vacunas procedentes de la Isla con carácter de donación, e insistió en que su valor se descontara de una vieja deuda que Cuba mantiene con el país sudamericano. El propio señor Fidel Castro reconoció que era una deuda pequeña, fácilmente liquidable en cualquier momento (pero lo cierto es que no la liquidan). Incluso sus impagos a Venezuela ocasionaron recientemente la suspensión de los envíos de crudo. A pesar de ello, el gobierno cubano sí ha dispuesto de 100 millones para adquirir alimentos en Estados Unidos, a pesar de que los mismos productos, en otros mercados del área, costarían entre un 20 y un 30% menos. Cien millones ya liquidados a las exportadoras y navieras norteamericanas, según informó Pedro Álvarez al recibir el cargamento de manzanas.

 

Claro que desde otro punto de vista no es ninguna sorpresa la insistencia en no aceptar ayuda humanitaria del archienemigo. En primer lugar, sería contraer una deuda de gratitud, políticamente impagable. En segundo lugar, una donación no tiene valor perspectivo, mientras una operación comercial sí lo tiene, en la medida que sienta un precedente fácil de invocar por los estamentos políticos y empresariales que, con fuerza creciente, solicitan al Congreso la derogación del embargo o, al menos, su ablandamiento.

 

Estados Unidos está en todo su derecho de decidir con quién comercia; aunque decretar inaceptable a un país atente contra el principio de libertad y apertura de mercados que ellos mismos preconizan. Ahora bien, si el propósito del embargo ha sido promover la democratización en Cuba, cuatro decenios bastarían para demostrar su probada ineficacia. Y si se trata de presionar mediante la exclusión económica para que sean respetados en la Isla los derechos humanos; cualquier observador citaría de inmediato no sólo las excelentes relaciones comerciales con el Chile de Pinochet o la Sudáfrica del apartheid en el pasado, sino los abultados intercambios con China hoy. Y ahí opera un trasvase entre elementos cuantitativos y cualitativos: la magnitud del mercado chino dulcifica notablemente sus violaciones de los derechos fundamentales; mientras la pequeñez del cubano los magnifica.

 

De modo que bastarían la inconsistencia teórica y la ineficiencia práctica como argumentos contra el embargo. Claro que el Congreso no es una congregación académica, y la teoría puede tener un peso menor a la hora de promover un cambio de política hacia Cuba. Existe, en cambio, un argumento que resultaría mucho más convincente; demostrar que la Isla puede ser un buen socio comercial, y particularmente, un buen comprador de productos norteamericanos, que gozarían de escasa competencia en el país y concesiones arancelarias que ni los europeos ni los asiáticos admitirían.

 

Por eso no es raro que el presidente de Alimport, Pedro Álvarez afirmara: "Creo que esto es un paso importante. Realmente los productores, los agricultores de Estados Unidos, como los compradores cubanos, hemos estado alejados y hay muchos productos que realmente hace tiempo no hemos comprado en ese mercado. Creo que es necesario conocernos, es necesario visitarnos, es necesario estudiar el mercado por ambas partes”.

 

Y esa es la razón por la que se ha organizado la primera feria de compañías norteamericanas exportadoras de alimentos, unas 200, a efectuarse en Cuba del 26 al 30 de septiembre, con la anuencia de ambos países. PWN Exhibicon International LLC, de Westport (Connecticut), ya recibió licencia del Departamento del Tesoro para organizarla. Y Álvarez confía en que “sea un evento donde, además de poder mostrar sus productos a nuestros consumidores, a los compradores, podrán vender oficialmente muchos de ellos. Creo que va ser una ocasión donde podremos firmar importantes contratos”.

 

Por su parte, Rebecca Baerveldt, de la Comisión de Manzana de Washington, asegura que "Cuba representa un mercado nuevo que tiene mucho potencial y estamos paso a paso, creemos que es a largo plazo”.

 

¿Está en lo cierto Rebecca Baerveldto sólo nos convierte en perspectiva viable sus aspiraciones teóricas? Por lo pronto, ante cualquier reticencia que se base en la probada insolvencia cubana, las compañías alimentarias tienen un argumento irrebatible: 100 millones de compra pagados al contado.

 

Claro que la pregunta sería: ¿Puede mantener la Isla un ritmo importante de adquisiciones en ese mercado sin acceder a él como vendedor? Difícilmente. En realidad, dado el colapso de la economía insular y el deterioro de la actividad turística a partir del 11 de septiembre, es poco probable que Cubase convierta en un comprador químicamente puro, máxime cuando no dispone de facilidades crediticias. Entonces, ¿qué sentido tiene adquirir caro y al contado productos norteamericanos? Muy sencillo: las autoridades de la Isla confían en que una cosa traiga la otra. Si se ablanda el embargo para comprar, ¿por qué no para que la Isla venda tabaco, níquel y ron, por ejemplo, en Estados Unidos? Y llegados a este punto, ¿qué sentido tendría la prohibición al ciudadano norteamericano de viajar como turista a Cuba?

 

Y ese es, precisamente, el fin último de una operación que presuntamente concluiría con el mantenimiento teórico del embargo (necesario como excusa política de la ineficiencia crónica, y de cara a convocar la solidaridad internacional),y la derogación práctica de las restricciones que hoy bloquean la que podría ser la mayor industria cubana: la importación de turistas norteamericanos, más ventajosa por razones geográficas, y que en un primer momento gozaría de dos ventajas: la novedad y el gusto por lo hasta ayer prohibido. Una vez conseguida esa apertura, sería razonable que Cuba pasara a adquirir en Estados Unidos sólo lo que no pueda comprar a más bajo precio en otros mercados, y que seguramente no serán manzanas, ni siquiera manzanas de la concordia.

 

“La manzana de la concordia”; en: Cubaencuentro, Madrid, 19 de julio, 2002. http://arch.cubaencuentro.com/internacional/2002/07/19/9020.html.



Independence day

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El pasado 4 de julio se celebró en Estados Unidos el Día de la Independencia de la Trece Colonias. Rito repetido año tras año, ya no es noticia, salvo por el colorido de los fuegos artificiales que transmite la tele y, en esta oportunidad, por las descomunales medidas de seguridad.

 

El pasado 4 de julio se celebró en La Habana el Día de la Independencia de las Trece Colonias. Y eso sí es noticia.

 

En la gala cultural, celebrada en el teatro Karl Marx, se pudo escuchar al bajo Israel Hernández, coro Entrevoces, a Miriam Ramos y al guitarrista Jorge L. Chicoy, así como a Pablo Menéndez con Habana Ensemble. Actuaron El Ballet Nacional de Cuba y la Escuela Nacional de Ballet; Danza Contemporánea de Cuba puso en escena su versión de Un tranvía llamado deseo, de Tennessee Williams, y el Conjunto Folclórico Nacional interpretó Apalencado.

 

Los escritores Georgina Herrera, Marilyn Bobes, Jorge Luis Arcos, Antón Arrufat, César López, Miguel Barnet, Roberto Fernández Retamar, Pablo Armando Fernández y Nancy Morejón recitaron poemas de Langston Hughes, Edna St. Vincent, Ezra Pound, Walt Whitman, William Carlos Williams, Carl Sandburg, Robert Lowell, Allen Ginsberg y Alice Walker. La parte política correspondió a Carlos Martí, Eusebio Leal, el reverendo Raúl Suárez, Alicia Alonso y Omar González, quienes transmitieron "mensajes de entendimiento y fraternidad “como muestra de “la amistad y la resistencia que han compartido nuestros pueblos en la lucha común por la libertad verdadera”, según el diario Granma. Artistas plásticos como Flora Fong, Roberto Fabelo, Nelson Domínguez, Eduardo Roca, Tonel, Kcho, Agustín Bejarano, Sándor González, Li Domínguez y Gustavito Díaz prepararon paneles-murales alegóricos. Para concluir con el Imagine, de John Lennon, artista en alza en la Isla desde que se incorporara al mobiliario urbano, interpretado por la cantoría infantil del Coro Nacional de Cuba y la Coral de niños de la ciudad de Piedmont.

 

El acto estuvo presidido por el propio señor Fidel Castro, y el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba lo califica como “un sincero homenaje a todos los norteamericanos de buena voluntad, por encima de la hostilidad con que las administraciones de Washington, a lo largo de 43 años, han pretendido negar la realidad actual de la nación cubana”, así como una “demostración de intensos lazos históricos y culturales que nos unen”, barruntando con ello la “posibilidad de un auténtico diálogo cultural”.

 

En suma, una "actividad político-cultural” en homenaje a la independencia de otro país, que en mi memoria sólo tiene equivalente en las que se celebraban para conmemorar la gloriosa Revolución de Octubre, allá por el mes de noviembre.

 

¿Qué ha ocurrido? ¿Estará de acuerdo ahora el gobierno cubano con la Declaración de Independencia de las Trece Colonias? ¿Firmaría sin rubor que “todos los hombres fueron creados por igual, que su Creador los ha dotado de ciertos Derechos inalienables, que entre ellos se encuentran la Vida, la Libertad y la Búsqueda de la Felicidad”? ¿Afirmaría “que el Pueblo tiene el derecho de cambiar o abolir cualquier otra Forma de Gobierno que empiece a destruir estos propósitos, y de instituir un nuevo Gobierno”? No, porque ya sabemos que el socialismo es irrevocable. Y más aún, que “Un Príncipe, cuyo carácter está por tanto marcado por actos que definirían a un Tirano, es incapaz de ser el soberano de un pueblo Libre”. Al parecer, no, porque al mismo tiempo, una de las tantas mesas redondas, se ha dedicado a reconocer el valor histórico de la independencia de las Trece Colonias, pero la acusa de nacer torcida, hasta tal punto que entre los padres fundadores no había negros, indios o mujeres (tampoco entre los padres fundadores de la Patria Cubana, por cierto), y desgrana a continuación la habitual andanada de acusaciones: expansionismo, imperialismo, anexionismo y otros ismos. Cosa en que sin dudas les asiste una parte de razón. La otra parte son dos siglos y pico de democracia ininterrumpida, libertades y respeto a los derechos individuales. Virtudes imperfectas, desde luego, y que han ido corrigiéndose desde la abolición de la esclavitud hasta hoy, gracias a que las libertades de expresión y prensa, la libertad de asociación, y la de cada individuo o grupo a luchar por sus derechos, jamás han sido abolidas por decreto y en nombre de la “unidad” de la Patria, ni siquiera en los períodos negros de su historia. Una sociedad compleja, inmersa en perpetuas contradicciones, capaz de reinventarse a sí misma. De ahí su vitalidad y su prosperidad. En Cuba, en cambio, no existen contradicciones. Esa es su única contradicción.

 

Al tiempo que en La Habana se celebra la independencia norteamericana, y una mesa redonda anota sus virtudes teóricas y sus males endémicos, el Consejo Nacional de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba dirige una carta abierta a los intelectuales estadounidenses. En ella se declara que en Cuba no existen “sentimientos hostiles hacia el pueblo norteamericano, ni hacia su cultura que, sin ningún tipo de restricción, difunden ampliamente nuestras instituciones”, a pesar de lo cual el presidente norteamericano intenta enrolar a Cuba en el llamado. "eje del mal". Y apela a ellos para “conjurar cualquier aventura contra Cuba, pero sobre todo para terminar con el embargo”.

 

Embargo denunciado también por el candidato verde a la presidencia de Estados Unidos, Ralph Nader, durante sus vacaciones políticas en la Isla.

 

¿A qué se debe esta repentina popularidad de la independencia norteamericana, cartas abiertas, visitas, apelaciones a la conciencia del pueblo norteamericano, evocando nuestros viejos lazos históricos y culturales? ¿Se puede apelar en serio a los buenos sentimientos de un pueblo al que se ha ofendido sistemáticamente durante más de cuarenta años, tildándolo de infantil, manipulado por la propaganda y tan descerebrado que disponiendo de todas las fuentes de información no acaba de verla “luminosa verdad” del régimen imperante en la Isla? ¿O es otro el destinatario de estas apelaciones? Y ¿por qué precisamente ahora?

 

Un factor, y posiblemente el menos importante, es la inclusión de la Isla en el llamado “eje del mal”, con lo que ello presupone tras la invasión a Afganistán y la voluntad explícita de derrocar a Saddam Hussein. Una cosa es la guapería verbal en la que el Comandante es ducho, y otra muy distinta es ver como en la acera de enfrente engrasan los misiles. Claro que una acción armada de Estados Unidos contra la Isla es más bien remota, contaría con una repulsa universal casi unánime, y de algún modo legitimaría al gobierno de la Isla.

 

El segundo factor es el económico. El período 2001-2002 ha sido el peor para Cuba desde 1990-1992. Ha disminuido la afluencia de turistas, se cierra la mitad de los centrales azucareros, han mermado las remesas de los exiliados; el déficit en la balanza comercial, la deuda externa y las irregularidades en el suministro de combustible, han colocado a la Isla al borde del colapso. Por si fuera poco, la rotunda negativa a cualquier apertura o el respeto a los derechos individuales, cierra las puertas a la presunta cooperación de la Unión Europea; al tiempo que se siguen dilapidando ingentes recursos en la “batalla de ideas”.

 

En esas circunstancias, y ante la perspectiva de que su amigo Chávez no dure demasiado en el poder, con lo que se cerraría el grifo del petróleo, la posibilidad de disponer de un acceso, aunque sea limitado, al mercado norteamericano, y sobre todo la afluencia de turistas a la Isla, sería vital. De modo que todas estas muestras de repentino afecto no están dirigidas al hermano pueblo norteamericano, sino a los sectores de la política y la clase empresarial que abogan, cada vez con más fuerza, por la derogación del embargo. Y ya cuentan con un antecedente: la autorización de ventas de alimentos y medicinas a la Isla, tras el paso del último ciclón, que FC insistió en convertir en una operación comercial, y no humanitaria, previendo su utilidad perspectiva.

 

Entonces, ¿ha llegado el momento en que las autoridades cubanas deseen verdaderamente la derogación del embargo, a pesar de su probada utilidad como chivo expiatorio? Sí y no. Aplaudirían la autorización de los viajes turísticos a la Isla, y ciertas aperturas de mercado. Pero en caso de que el Congreso aprobara la derogación total, el señor Fidel Castro exigiría reparaciones cuantiosas, devolución inmediata de la Base Naval de Guantánamo, y si se tercia, que el propio Bush firme la irrevocabilidad del socialismo cubano y el carácter divino de su presidente; todo con el propósito de torpedear una normalización que dejaría su ineficacia crónica a la intemperie,

 

Aunque a primera vista la política en Cuba parezca cosa de manicomio, “hay un método en su locura”. Nada es casual. Ni el slogan “Cuba sí, yanquis no”; ni que el teatro consagrado a Karl Marx celebre el nacimiento del Imperialismo; justo el día que numerosos cubanos armaban sus balsas ante el rumor de que una flota norteamericana los acogería en aguas internacionales para celebrar el 4 de julio.

 

“Independence Day en La Habana”; en: Cubaencuentro, Madrid, 15 de julio, 2002. http://arch.cubaencuentro.com/internacional/2002/07/15/8934.html.



Cintio Vitier: Interpretaciones

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El ensayista y poeta cubano Cintio Vitier acaba de obtener el Premio Juan Rulfo por el conjunto de su obra, que le será entregado el 30 de noviembre durante la Feria del Libro de Guadalajara (México).

 

Miembro destacado del Grupo Orígenes, el jurado de la duodécima edición del premio, compuesto por Beatriz Espejo, Ambrosio Fornet, Noé Jitrik, Julio Ortega, José Miguel Oviedo y Vicente Quirarte, calificó a Cintio como “un auténtico humanista cuya trayectoria intelectual lo convierte en uno de los más notables exponentes de la creación y el pensamiento latinoamericanos del siglo XX".

 

Autor de una extensa obra poética y narrativa —Vísperas (1938-1953), Testimonios (1953-1968), De Peña Pobre (1980),La fecha al pie (1981) y Nupcias (1993)—, su mayor aporte ha sido en el terreno de la crítica, el ensayo y los estudios martianos. Vale mencionar Crítica sucesiva (1971), Resistencia y Libertad (2000) y los tres tomos de La crítica literaria y estética del siglo XIX cubano, pero, sobre todo, una obra clave de nuestra cultura, Lo Cubano en la Poesía (1958), que bastaría por sí sola para merecer este premio, así como el Premio Nacional de Literatura que le fue otorgado en 1989.

 

Por el contrario que otros galardones de su especie, cuyos resultados con cierta regularidad responden a razones geopolíticas, el Juan Rulfo hasta hoy ha sido sinónimo de calidad literaria. Basta observar la nómina de los premiados: Nicanor Parra (1991),Juan José Arreola (1992), Eliseo Diego (1993), Julio Ramón Ribeyro (1994), Nélida Piñón (1995), Augusto Monterroso (1996), Juan Marsé (1997), Olga Orozco (1998), Sergio Pitol (1999), Juan Gelman (2000) y Juan García Ponce (2001).

 

El galardón concedido a Cintio ha suscitado entre los intelectuales del exilio reacciones diversas y contradictorias: desde la alegría por un premio que consideran, no sin razón, un premio a la cultura cubana; hasta la irritación por las inferencias políticas que supone su concesión a un “intelectual orgánico” del régimen cubano.

 

Poeta católico que nunca abjuró de sus convicciones, Cintio Vitier fue, durante muchos años, relegado por las autoridades políticas y culturales cubanas. Como nos recuerda Rafael Rojas, “su ensayo Ese sol del mundo moral, para una historia de la eticidad cubana (1975) fue vetado por ofrecer una interpretación de la Revolución desde la tradición de la ética nacionalista cubana y no desde la ideología marxista-leninista. Pero fue reivindicado tras la desintegración de la URSS, hacia 1992, cuando el sistema cubano tuvo que recurrir a esa tradición nacionalista para seguir legitimándose".

 

Con los 90, asistimos en Cuba a una “apertura” dictada por las circunstancias internacionales. Los creyentes fueron invitados a ingresar al Partido Comunista, la Patria se colocó delante de la Ideología y Karl Marx cedió su puesto en primera fila a José Martí. Cuando los alemanes invadieron la Unión Soviética, en su llamado a las armas, Stalin no apeló a la defensa del socialismo ni a motivaciones ideológicas, sino a salvar a la Madre Rusia frente al invasor extranjero. Sin muchos retoques, el comunicado de Stalin habría podido ser escrito durante la invasión napoleónica. Del mismo modo, ante la “desinvasión” de los rusos y el colapso del socialismo real, el señor Fidel Castro apeló a la nación, una noción con más poder de convocatoria. Al tiempo que se despenalizaba el dólar y se tendían alfombras rojas ante los pies de los inversionistas —el cese de las subvenciones recomendaba un capitalismo para extranjeros que sufragara el socialismo para cubanos—, se despenalizaban al católico y al santero, al homosexual y al “patriota” aunque no fuera marxista, y, de paso, se descubría que en el exilio están “los mafiosos” y los que envían remesas. Es entonces cuando Cintio Vitier es “despenalizado”. No sólo se convierte, en un acto de justicia cultural, en presidente del Centro de Estudios Martianos, hasta entonces dirigido por funcionarios del Partido; sino que se le nombra delegado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, como muestra de una tímida “pluralidad” dentro de la unanimidad, y se le concede la Orden Nacional José Martí, máxima condecoración estatal cubana.

 

De lo anterior se desprende que el gobierno de la Isla ha utilizado para su provecho el prestigio cultural de Cintio Vitier. Pero no se desprende, necesariamente, que Cintio se haya dejado utilizar mansamente. Como ha expresado en reiteradas ocasiones, su adhesión a lo que llama “revolución”, dimana de su discurso cristiano sobre la nación cubana, desde el humanismo y la ética, más que desde la política. E incluso ha asegurado que preferiría no ver una Cuba sin Fidel Castro, por lo cual no es raro que el mandatario haya sido uno de los primeros en felicitarlo, durante una visita de dos horas a su casa del Vedado, que Cintio definió a Prensa Latina como "una tarde inolvidable",

 

Eliseo Alberto acaba de declarar en México: “Yo que soy tan crítico, pienso que si mi tío Cintio, que es más inteligente que todos nosotros, defiende la Revolución cubana, debo estar equivocado". Ignoro si hay en la frase un ejercicio de sorna; pero tampoco habría que negar la posibilidad de que sea Cintio el equivocado. De cualquier modo, quienes aspiramos a una Cuba plural y democrática no podemos menos que respetar y aceptar su adhesión política, y aplaudir un galardón merecido por su obra, y que es, sin dudas, un reconocimiento a la cultura cubana, esa que a todos nos pertenece y que no puede ser monopolizada por sectas ni partidos.

 

Por eso me resulta triste leer a otro intelectual cubano, el novelista Guillermo Cabrera Infante, Premio Cervantes y que bien merecería el Juan Rulfo, declarar: "No tengo nada que decir sobre la obra de Cintio Vitier porque nunca la he leído y, además, no considero que sea un crítico. Lo conozco como miembro del Grupo Orígenes y ahora como parte del Poder Popular en Cuba, pero no tengo idea de su obra ni de su trayectoria literaria, que imagino es lo que el Premio Juan Rulfo quiere destacar y no su actividad política". Si desde Lunes de Revolución fue un crítico feroz a los origenistas fue porque, seguramente, los había leído. Por ello me resulta tan difícil de creer su absoluto desconocimiento de la obra de Cintio, en especial de Lo cubano en la poesía. Si su declaración, como sospecho, parte de consideraciones estrictamente políticas, es un triste ejemplo de fundamentalismo anticastrista que ojalá no predomine mañana en la Segunda República (ahora que tanto se habla de la primera). Más triste, si cabe, al provenir de un autor emblemático de nuestra cultura, lectura obligada de cualquier cubano, sin importar su pelaje ideológico.

 

Confiemos en que mañana podamos aplaudir sin reservas los triunfos merecidos por el buen hacer de cualquier compatriota, sin preguntar primero en qué partido milita, dónde vive o qué dioses reverencia. Por lo pronto, y desde aquí, mis más sinceras felicitaciones a Cintio Vitier.

 

“Cintio Vitier: Interpretaciones”; en: Cubaencuentro, Madrid, 12 de julio, 2002. http://arch.cubaencuentro.com/cultura/2002/07/12/8917.html.



La corrida del balsero

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A la tradicional corrida del pargo, que han aprovechado los pescadores cubanos desde tiempos memoriales, se ha sumado en los últimos cuarenta y tantos años la corrida del balsero, evento de periodicidad variable que tiene lugar en el Estrecho de la Florida. O en el Ancho de la Florida, que a bordo de una balsa rústica elaborada con cámaras de camión y astillas de madera (por aquello de los astilleros), debe parecer más ancho que el Océano Pacífico.

 

Si el ciclo del pargo responde a impulsos reproductivos, y los ciclos de la Luna a la mecánica celeste, la periodicidad de los balseros es sumamente compleja, al estar determinada por la superposición de diferentes ciclos y algún que otro circo. Además de la periodicidad estacional, que determina máxima afluencia en el verano, y mínimos en épocas de nortes y ciclones; existe una periodicidad nutricional. Mientras más difíciles los féferes en la Ínsula, más balseros corren por el estrecho. Los 60, los 70, y especialmente los 90, han sido épocas de auge

 

Los ciclos (¿o circos?) políticos, por su parte, son los que marcan las hemorragias masivas de cubanos hacia el Estrecho. Camarioca, Mariel, el maleconazo del 94.Cumplen perfectamente su función como válvula de escape que, según el Manual para la Conservación del Poder Perpetuo, debe abrirse a discreción siempre que la presión del descontento supere los máximos recomendables. Dado que el Operario en Jefe de la válvula es ducho en convertir “el revés en victoria”, cada uno de estos eventos ha tenido utilidades colaterales. Camarioca aportó grandes beneficios inmobiliarios, Mariel limpió las cárceles, y el 94 abortó las primeras revueltas callejeras de “nuestra era” que amenazaban con convertirse en motín urbano. Han sido además un vehículo ideal para la exportación de espías. Y en todos los casos, la mayor utilidad ha sido convertir la disidencia efectiva o potencial, en huida, creando de paso un conflicto migratorio al “enemigo”.

 

En esencia, estas “agresiones migratorias” demuestran el desinterés, cuando no el desprecio de las autoridades cubanas por el destino de sus ciudadanos. Aducen que Estados Unidos alienta el éxodo ilegal, y limita la emigración legal. Algo parcialmente cierto, en la medida que la ley de ajuste cubano —legislaciones similares benefician a ciertos ciudadanos nicaragüenses, haitianos, y de la antigua Unión Soviética, Vietnam, Laos y Cambodia, estos últimos gracias a la "Enmienda Lautenberg" de 1989— ofrece a los cubanos una ventaja adicional. Y parcialmente falso, dado que, considerando la política del gobierno norteamericano hacia el régimen imperante en la Isla, le sería más conveniente que ese disidente potencial se convirtiera en disidente real, y no en exiliado.

 

En sus continuas acusaciones a Estados Unidos como promotor del cementerio marino que es el Estrecho de la Florida, La Habana olvida dos elementos clave: Primero: Si los cubanos fueran felices y prósperos en su tierra, no emigrarían. Y segundo: un gobierno se debe a sus ciudadanos, no a los de otro país. De modo que sumir a los cubanos en una miseria sin esperanzas de redención, que invita al éxodo, y usar los balseros como moneda política, es responsabilidad exclusiva del gobierno cubano. Claro que para las autoridades de La Habana, el ciudadano sólo existe en tanto que súbdito obediente.

 

Ahora se rumorea una nueva corrida del balsero, tras la amenaza del señor Fidel Castro, el 26 de junio, de eliminar la Oficina de Intereses y torpedear los acuerdos migratorios firmados entre La Habana y Estados Unidos en 1994-95. Un persistente murmullo que recorre la Isla anuncia para la primera quincena de julio un éxodo masivo, e incluso que Estados Unidos colocará embarcaciones en el Estrecho para acoger a los prófugos. Tanto las autoridades norteamericanas como las de la Isla han negado que una reedición del Mariel se aproxime.

 

El comunicado emitido en la Isla anuncia textualmente: "Cualquier embarcación procedente del exterior que penetre ilegalmente en nuestras aguas territoriales y sea interceptada, será confiscada y sus tripulantes juzgados como traficantes de personas con todo el rigor de la ley. Nadie será autorizado a salir ilegalmente del país".

 

Por su parte, Richard Boucher, portavoz del Departamento de Estado, en referencia a las amenazas del mandatario cubano, afirmó que "Anular esos acuerdos, o promover movimientos migratorios al margen de acuerdos que están salvando vidas, sería irresponsable y un mal servicio al pueblo cubano”.

 

En su habitual retórica, La Habana lo tilda de "vulgares provocaciones de la mafia terrorista de Miami. Nadie debe dejarse engañar”. El exilio lo considera una maniobra del propio Castro, y José Basulto, presidente de Hermanos al Rescate, anunció en conferencia de prensa en el aeropuerto de Opa-locka, la suspensión de sus vuelos para no hacerse cómplice de una operación que puede saldarse con una atroz lista de víctimas.

 

De cualquier modo, los astilleros clandestinos de la Isla trabajan a marchas forzadas, el precio de las cámaras de camión ha crecido estrepitosamente en el mercado negro, y ya se han producido los primeros incidentes en el malecón habanero entre quienes oteaban el horizonte en busca de su oportunidad y los paramilitares del Contingente Blas Roca.

 

¿A quién beneficiaría una avalancha migratoria?, es lo que cabría preguntarse. Vistos el conflicto político al que se vio abocado Carter en 1980 con la llegada de 125.000 cubanos, las drásticas medidas que se vio obligado a tomar Clinton en 1994, y el costo político en ambas ocasiones, queda claro que Bush Junior no digerirá una operación de este tipo. Menos aún en la actual coyuntura internacional tras los atentados del 11 de septiembre.

 

La Habana, por su parte, acaba de declarar el socialismo perpetuo. Es decir, la miseria perpetua, la falta perpetua de expectativas. Bastaría eso para que muchos cubanos razonaran que “si esto es perpetuo, mejor no me perpetúo yo en la Isla. Voy echando”. Por si fuera poco, en un país donde la mitad de la población sobrevive gracias a las remesas del exilio, FC amenaza con el cierre de la Oficina de Intereses, de modo que la abuela no pueda viajar a Miami y el flujo de dólares se haga más precario. En esas circunstancias, es natural un aumento del descontento, y la eventual apertura de la válvula de escape. Claro que el mandatario cubano también sabe que del otro lado no admitirán un nuevo Mariel, pero su sola invocación puede reportarle algunos réditos: hacer más fluida la emigración legal, por ejemplo, y que la válvula sangre convenientemente y sin traumas la disidencia potencial. Alguna concesión sotto voce en los términos de embargo, envío de remesas, y eventual afluencia de turistas; permitiendo, sin necesidad de hacer nuevas concesiones al mercado, que la precariedad de la vida en la Isla no exceda los límites de lo soportable.

 

De todo esto se desprende un contrasentido, una evidencia de que ni el propio gobierno cubano cree en su retórica, o en sus demostraciones numéricas de unanimidad. Justo cuando más de ocho millones de cubanos acaban de apostar por el socialismo a perpetuidad, y apenas 51.000 se negaron a sancionarlo con su firma; el gobierno admite en su comunicado la posibilidad de un éxodo masivo del paraíso libremente elegido por los ciudadanos. Saben que muchos de los que ayer firmaron con la pluma su condena, estarán dispuestos a firmar mañana con el remo su propia redención.

 

En caso de que, por desgracia, una nueva corrida del balsero se produzca, ya intentará el gobierno de que la cifra no supere los 51.000 prófugos, de modo que el descuadre entre lo que firma el miedo y lo que afirma la supervivencia, no se haga evidente.

 

“La corrida del balsero”; en: Cubaencuentro, Madrid, 8 de julio, 2002. http://arch.cubaencuentro.com/sociedad/2002/07/08/8831.html.