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La carga de los seiscientos

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Como en la conocida película, una carga se avecina. En este caso sobre Guadalajara, México. Está prevista para el 30 de noviembre y concluirá el 8 de diciembre, con motivo de la XVI Feria Internacional del Libro (FIL), donde este año es Cuba el país invitado. Y no se trata de lanceros de Bengala, sino de la más nutrida delegación artística que la Isla haya llevado a evento alguno.

 

Cuarenta y cinco casas editoriales cubanas presentarán, según se anuncia, 2.500 títulos. Presidida por el ministro de cultura, Abel Prieto, y otros funcionarios de la esfera artística, entre ellos, Iroel Sánchez, presidente del Instituto Cubano del Libro, y Francisco López Sacha, por la Unión de Escritores (UNEAC); en la delegación se incluyen escritores como Abilio Estévez, Antón Arrufat, Nancy Morejón, Senel Paz, Lisandro Otero, Miguel Barnet, y Ernesto Santana. Cintio Vitier recibirá allí el Premio "Juan Rulfo", y tanto Eusebio Leal como Roberto Fernández Retamar, serán homenajeados. Entre las actividades programadas se anuncia un taller literario a cargo de Eduardo Heras León y Orlando Luis Pardo.

 

A los escritores, cuya presencia en una Feria del Libro es habitual, se suman en esta ocasión el Ballet Nacional de Cuba, la Orquesta del Cabaret Tropicana, Amaury Pérez, César Portillo de la Luz, Frank Fernández, Gonzalo Romero, Vicente Feliú, Compay Segundo y Omara Portuondo, todos los integrantes de Buena Vista Social Club, Los Van Van, Issac Delgado, Silvio Rodríguez, Leo Brouwer (quien dirigirá a la Filarmónica de Guadalajara), Beatriz Márquez, Síntesis, Los Papines, etc. Además, cuatro exposiciones de arte cubano en el Museo de las Artes de Guadalajara y de Zapopán, así como muestras de “fotografía épica” y contemporánea. De ahí que la delegación ascienda a 620 personas. Menos Pedro Luis Ferrer y Raúl Rivero, parece que acudirá todo el mundo.

 

No es raro que Abel Prieto, al referirse a la delegación, afirmara que ''va a ser tan aplastante que ninguna provocación va a lograr absolutamente nada", en respuesta a los periodistas que se interesaron por la posible presencia en Guadalajara de “activismo anticastrista”. Según el ministro, esa eventualidad sería apenas ''un esfuerzo patético" ''ensombrecido" por la misión oficial cubana.

 

Una novedad en esta delegación, además de su heterogeneidad y número, es la presencia de escritores cubanos de la diáspora: Mayra Montero, periodista y novelista residente en Puerto Rico; Nelson Valdés, profesor de la Universidad de New México, y la narradora Sonia Rivera, residente en NY, quien obtuviera el premio Casa de las Américas en 1997.

 

Abel Prieto ha explicado que no se trata de una política puntual diseñada para la FIL de Guadalajara, sino “una muestra de nuestra política hacia los autores emigrados, seria, bien concebida”. Y se extendió sobre el tema, comentando que desde los 80 se publican en Cuba obras de autores exiliados —casi invariablemente post mortem, le faltó aclarar—; que el éxodo de creadores cubanos se ha detenido hace dos o tres años, y que ''en ningún momento hemos politizado este hecho", ya que la madurez de la política cubana les permite hoy “separar (...) el aporte creativo de un escritor de su posición política”. Si a eso sumamos su afirmación de que ''hoy en Cuba conocemos mejor lo que hacen en términos culturales los emigrados que en cualquier otro país del mundo”, se desprende que las autoridades de la Isla conocen la obra de Guillermo Cabrera Infante (Premio Cervantes), de Jesús Díaz, Zoe Valdés, Rafael Rojas, Eliseo Alberto Diego y un largo etcétera, y que de ahora en adelante serán difundidos, publicados y reconocidos dentro del país, como parte indisoluble de la cultura cubana. Y sospechamos que ese derecho a la diferencia alcanzará a creadores que residen en las catacumbas culturales cubanas, como Raúl Rivero. Sin dudas, una grata noticia.

 

Claro que asumir la producción cultural cubana que se hace fuera de la Isla tiene sus matices. El ministro subrayaba que el balance de la FIL de Guadalajara será “aplastante a favor de la verdadera cultura cubana". De donde se desprende que hay una “falsa” cultura cubana.

 

Ciertamente, desde fines de los 80, y comenzando por toda una generación de artistas plásticos, la Unión de Escritores no ha puesto obstáculos al exilio de un nutrido grupo de creadores cubanos. Aunque no es menos cierto que periódicamente esos creadores están obligados a renovar su “permiso de salida”. Renovación condicionada por su discreción política. Declaraciones heréticas o políticamente incorrectas, provocan su cancelación, y el trasgresor es convertido en exiliado definitivo, que deberá solicitar un visado para visitar por 21 días su país de origen. Si se le concede, ya que se sigue negando a los más desobedientes, incluso en circunstancias tan dramáticas como la muerte de familiares muy cercanos.

 

En otro momento, el ministro de cultura Abel Prieto aseguraba que “el tema migratorio ha sido muy manipulado políticamente, no por nosotros, desde fuera, y se ha asociado con una especie de disidencia política la decisión de vivir fuera de Cuba. Se ha manejado eso en términos de imagen''. Si ello es cierto, si no hay razones políticas, porque la disidencia es apenas un invento de la manipulación externa, confiamos en que en breve se devuelva a dos millones de cubanos el derecho a visitar libremente el país donde nacieron, así como a regresar si les place, derecho que disfruta cualquier emigrante de este planeta. No creo que “desde afuera”, es decir, Estados Unidos, México o España, por citar algunos países donde la emigración cubana es numerosa, se opongan a ello. Sería una prueba irrebatible de que “desde adentro” ha cambiado la óptica hacia la diáspora.

 

Otro de los aspectos sobre los que más hincapié se ha hecho, quizás para distraer las sospechas que suscita la desmesura sin precedentes de la delegación, es que a México ''no vamos a hacer propaganda política, vamos a llevar un fuerte mensaje cultural". (Abel Prieto).

 

Y no son sospechas gratuitas. Bastan algunos datos. Primero: la participación de Cuba en ferias del libro fuera de la Isla siempre ha sido discreta, por no decir mínima. Cabría pensar que la magnitud de la delegación se debe a la generosidad de los anfitriones mexicanos, pero ya la directora ejecutiva de la Feria, María Luisa Armendáriz, se ha encargado de explicar que “financieramente, costear una participación como la cubana es algo impensable, de no existir una voluntad mutua para lograrlo”. Aclarando de paso a los contribuyentes mexicanos que su dinero no se ha empleado en costear la mega expedición cubana. De ello se desprende que Cuba ha hecho un fuerte desembolso, a pesar de que el país se encuentra hoy en bancarrota, sometido a varios meses de sequía petrolera por falta de pagos; en el peor momento en su industria turística y tras echar el cierre a la mitad de su industria azucarera. A eso debemos sumar que las relaciones con México pasan por sus horas más bajas desde hace meses. ¿Por qué entonces este costoso despliegue?

 

Ante todo, jamás ha hecho Cuba un despliegue cultural de esta envergadura (no así deportivo) por razones estrictamente culturales. En segundo lugar, basta leer la prensa para detectar que el diferendo con México se ha convertido en una batalla por serrucharle el piso al Secretario de Exteriores, Jorge Castañeda —algo que viene desde “La utopía desarmada” y “La vida en rojo”, donde el propio Fidel Castro aparece como el artífice calculado del martirologio guevariano—, y que para ello se ha convocado a todos los sectores mexicanos afines al fidelcastrismo. Dado que los políticos cubanos saben que las conferencias de algunos escritores no tienen, ni lejanamente, el poder de convocatoria de un puñado de orquestas y trovadores emblemáticos, han montado una operación de marketing cultural-político, cuyo propósito es renovar y reverdecer el movimiento pro-Cuba (léase anti-Castañeda) en ciertos sectores de la sociedad mexicana, bastante alicaído últimamente.

 

No dudo que para el hombre de la cultura Abel Prieto, este sea un acontecimiento triunfal en el orden puramente cultural; como seguramente lo es para muchos de los artistas y escritores invitados; pero el político Abel Prieto debería saber que la ingenuidad está en vías de extinción.

 

“La carga de los seiscientos”; en: Cubaencuentro, Madrid, 11 de noviembre, 2002. http://arch.cubaencuentro.com/cultura/2002/11/11/10658.html.



Inauguraciones

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Es sabido que en nuestro mundo y, en especial, esa parte del mundo correspondiente al planeta académico, bastan cinco novelas para declarar inaugurado un movimiento literario, la coartada perfecta para que se desate una epidemia de tesis doctorales, artículos y ensayos, que con no poca frecuencia arrojan sobre el sufrido lector una cascada de palabras mucho más caudalosa que las novelas originales. Claro que explicar una novela requiere más palabras que escribirla.

 

No es raro que Mariano Azuela, Agustín Yánez y el tardío Carlos Fuentes hayan propiciado una abundante ensayística sobre la novela de la Revolución Mexicana. Tampoco lo es que baste un Serguei Eisenstein para mencionar el legado fílmico de la Revolución Rusa, o que la Guerra Civil Española arroje un saldo literario torrencial, donde flotan no pocas páginas salvables. Ni es raro que, hasta donde conozco, sólo un volumen, “La Novela de la Revolución Cubana”, de Rogelio Rodríguez Coronel, se haya ocupado de un fenómeno que no existe. A menos que acudamos al “perfil ancho” de incluir bajo ese rótulo toda la novelística escrita desde 1959 a la fecha. Un mercadillo literario donde se amontonarían en promiscuidad temática y estilística Paradiso, Los pasos perdidos, La última mujer y el próximo combate, y Tuyo es el reino, por ejemplo.

 

Si entendemos como “revolución” el período de lucha insurreccional que va desde fines de 1956 hasta inicios de 1959, sólo podremos hallar en la literatura cubana retazos de la historia como referente literario en volúmenes de cuentos (Los años duros de Jesús Díaz, por ejemplo), novelas (La Consagración de la Primavera de Alejo Carpentier) y, eso sí, infinitos artículos que rememoran, una y otra vez, las gestas de aquel período. Nuestros más memorables autores han eludido reiteradamente el tema como epicentro narrativo. Las razones pueden ser muy diversas: la brevísima sublimación del testimonio a mitología, difícilmente manipulable como materia narrativa a riesgo de incurrir en herejía; la naturaleza frecuentemente contestataria o, al menos, desacralizadora, de la literatura; la precoz convocatoria a la literatura cubana de los 60 para asumir una función pedagógica, etc., etc.

 

Lo cierto es que Froilán Escobar, con Largo viaje de ceniza (Ed. La Buganville, 2001) incurre en una novela inaugural entre nosotros. Paradójicamente inaugural, diría yo, y es algo sobre lo que me extenderé más adelante.

 

Autor de larga y sólida obra —Martí a flor de labios (1991), El monte en el sombrero, (1986, 1991), Ana y sus estrella de olor (1994), El cartero trae el domingo (1995), y El patio donde quedaba el mundo (1997), entre otras— Froilán Escobar ejerció el periodismo en Cuba desde los 60 hasta inicios de los 90. Su última década ha discurrido en San José de Costa Rica. Oriundo de la suave orografía de San Antonio de los Baños, al sur de La Habana, entabló amistad con los abruptos paisajes de la Sierra Maestra a principios de los 60, cuando escaló el Pico Turquino, la elevación más alta de la Isla, convirtiéndose en uno de los jóvenes “Cincopicos”, experiencia formativa que se insertaba en la épica de aquellos tiempos. Quizás durante sus persecuciones a la cima, Froilán entrevió lo que sería el escenario de esta novela. Más tarde tuvo tiempo de conocerlo a fondo, siguiendo el rastro del Che Guevara durante la guerra, lo que concluiría en los libros El Che en la Sierra Maestra (1973) y Che Sierra adentro (1988, 1997). Materias recurrentes en Froilán, porque desde entonces, la figura del Che y el mundo de la Sierra Maestra aparecen una y otra vez en su obra, desde la más directamente testimonial y periodística (en el mejor sentido de la palabra) —El año que estuvimos en ninguna parte (1994), en colaboración con Félix Guerra y Paco Ignacio Taibo II—, hasta la puramente narrativa —La vieja que vuela (1993, 1997)—. De modo que Largo viaje de ceniza es, entre otras cosas, la concurrencia de varias obsesiones. Novela que se nutre de sus indagaciones periodísticas en la historia, y de su conocimiento empírico del escenario y los personajes que lo pueblan, es mucho más que eso.

 

Novela inaugural, decía al principio, porque centra su historia en los primeros tiempos de la guerrilla liderada por Fidel Castro, muy lejos de alcanzar aún el poder. Un reducido grupo de hombres que, a pesar de su primera victoria al tomar el pequeño cuartel de La Plata, se concentraba en sobrevivir a los bombardeos y las columnas de soldados enviadas en su persecución. Y es en este momento tan vulnerable —como más tarde corroborarían varias experiencias guerrilleras latinoamericanas—cuando se produce la traición de Eutimio Guerra, guía de la guerrilla y confidente del ejército. Y es esa traición, que concluirá en la novela y en la realidad con la muerte del traidor, la médula argumental de la obra.

 

Así este libro, no sólo inaugura una novelística de la épica revolucionaria, sino que asiste al nacimiento de un período de la historia cubana que se extendería hasta nuestros días. Decía antes que se trata de una obra paradójicamente inaugural, y es por varias razones.

 

Si la narrativa internacional se nos vuelve cada vez más anecdótica y cinematográfica (Hollywood y el best seller mandan, dictando una literatura “amable”), la narrativa cubana de los noventa ha sido signada por la que posiblemente sea la crisis más extensa y profunda de la historia insular: una depresión económica que bordea el colapso, el desmoronamiento de todas las alianzas internacionales, la caducidad del sueño compartido y una profunda crisis de valores. En ese contexto se potencian una literatura intimista, en franca huida; una literatura urbana y beligerante, dolorosa como acta forense, que llega en sus extremos a un “realismo sucio” de serie B, o el renacer de la novela negra inevitablemente crítica. Y justo entonces, contra todas las ”modas” aparece Largo viaje de ceniza, retrotrayéndonos a la epopeya,

 

Si nos referimos a lo puramente argumental, contra el uso, que es fraguar una dramaturgia intrigante, este libro nos entrega desde el inicio las claves del traidor. Más aún, dada la extenuación que su materia narrativa ha sufrido por las reiteraciones en el periodismo conmemorativo, el discurso político y la historia oficial, poco de nuevo puede ofrecernos el autor. Lo más novedoso: el conocimiento que Crescencio Pérez tenía de la traición en curso, demostrando que tras el “traidor oficial” hubo un mercado paralelo de traidores que jugaban con las dos barajas. De cualquier modo, que el Che robe comida o tenga sueños eróticos, que los héroes sientan miedo o les tiemble la fe, no es suficiente para hablar de una verdadera revelación en el orden argumental. La presentación en la Feria del Libro de La Habana de este libro escrito en Costa Rica y publicado en España es quizás la prueba más fehaciente de que sus transgresiones no inquietan ni siquiera a las autoridades cubanas, tan susceptibles en asuntos de historia sagrada. Aunque tampoco ven con agrado sus concesiones a la verdad histórica a costa de la “verdad oficial”, de modo que un profundo silencio en los medios oficiales cubanos acogió este libro que, por muchas razones, merecía comentarios de peso.

 

¿Dónde reside entonces el encanto de esta novela que no deshilvana un misterio, ofrece una historia sabida, y ni siquiera nos propone un “cómo” de esta muerte anunciada? Lo único que nos arrastra página tras página es el lenguaje. Y es en esta otra dimensión donde el libro cobra su verdadera estatura.

 

Heredero de la literatura testimonial latinoamericana que el propio Froilán ha cultivado, este libro no se conforma con transcribir, literaturizándola, el habla popular. El narrador de la historia, Orestes Oreja, no es, por el contrario que la mayoría de los protagonistas, un personaje histórico. Orestes Oreja es la voz, o la voz de voces que condensa y transcribe la experiencia de la realidad a través de la experiencia del lenguaje. Su continuo empleo de la segunda persona confiere al discurso un carácter íntimo, susurrante, donde los grandes acontecimientos se cuentan sotto voce al arrimo de una taza de café, o del fogón que entibia los crudos amaneceres de la Sierra. Al no declamar de cara a la galería, Orestes se permite direccionar su discurso a un interlocutor invisible, al ubicuo Che Guevara, que bien podría responderle desde el otro lado de la muerte, e incluso a Samuel Beckett, en los entornos de una intimidad imposible —no pocos artesanos del testimonio puro se rasgarán las vestiduras—, es decir, en el centro mismo de la veracidad poética. Y es por esa razón que Orestes Oreja puede asumir su propia voz, que no es una transcripción ni una estilización de los modos coloquiales escuchados por el autor en la Sierra. Es más que eso. Froilán Escobar dota a su Orestes de un lenguaje intransferible, hecho a la medida de un personaje que tuvo dos madres, que conoce íntimamente a los gemelos Alberiñán y Alberizún, las dos caras de una realidad que nunca es unilateral, y escucha continuamente los augurios del pájaro de la bruja.

 

Y si la realidad narrada no se aparta drásticamente de la realidad ya canonizada por medio siglo de historia oficial, el lenguaje, en cambio, es dinamitado y reconstruido a la medida de su locutor. En el orden léxico, no escasean términos como “estrangulazo”, “maravillosidades”, “imponencia” o “las rivereantes aguas, las yentes y vinientes aguas”; el “bajante y subiente” miedo. Pero ello no es suficiente. La poética de Orestes Oreja instala en nuestra memoria con lujo de detalles incluso lo que no cuenta, o lo que apenas anota:

 

Hasta las nubes corrían huidas para arriba de Caracas. Los pájaros muchos, ni se oían barullando. Los arroyos, hubiera jurado que andaban en la puntica de los pies, atajando cualquier murmullo de ruido que hubiese. Incluso vi pasar a un pájaro carpintero que volaba con la proa fuera del aire, por no cascar los silencios.

 

O esa compacta y eficaz descripción de la huida:

 

Solté la mochila allí mismo. Hubiera querido soltar también la camisa, el pelo, que me frenaban. Soltar, incluso, el cualquier pensamiento, para andar más ligero.

 

Y por si no fuera suficiente, la recomposición del idioma alcanza, y tiene su efecto más perdurable, en el orden morfológico y sintáctico, como acertadamente apunta Carlos Manuel Villalobos. Unas pautas del idioma que quedan definidas desde las primeras páginas:

 

La muerte aniquila cualquier oír hubiente o viniente. Y lo peor: me cuesta luego echar el habla. Digo palabras que son sin lomas, sin árboles, sin pájaros, que son sin gente dentro. Echo aire, pero sin las letras del sonido: sólo soplo salido para alante, sin que pueda verse ninguna cosa dicha. Por más que toque una hoja no la pronuncio en trocito de palabra.

 

De ese modo, Largo viaje de ceniza obra como un revulsivo de los peores estereotipos de la literatura testimonial, consagrando una libertad de lenguaje y construcción sintáctica que se remonta al cannon barroco, al Martí de los textos más intrincados y boscosos, a la tradición délfica de Lezama.

 

Un texto paradójicamente inaugural que estrena un tema viejo, manoseado por el periodismo más ornamental; un texto que apela sin sorpresas a ese tema pero, al mismo tiempo, lo echa a volar gracias al cómo se cuenta y no al qué. Un texto, en suma, que apela al oído del lector y consigue otorgar un protagonismo al idioma, tan apreciado por raro en la literatura que corre. Un texto que nos descubre un espacio inédito de la historia y, al mismo tiempo, nos lega un hambre, una carencia que algún día la literatura cubana (o la del propio Froilán Escobar) se encargará de saciar: la recuperación literaria, y verdaderamente polifónica, contradictoria y convulsa, de la prehistoria de nuestro tiempo.

 

Inauguraciones, en: Encuentro de la Cultura Cubana; Buena letra, n.° 26/27, otoño/invierno, 2002/03, pp. 324-327. (Escobar Froilán; Largo viaje de ceniza; Ed. La Buganville,Barcelona, 2001, 188 pp.).



Derrotas

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Cuando se dice “11 de septiembre”, nadie recuerda que ese día, de 1609, Felipe II decretó la expulsión de los moriscos de Valencia y Castilla; que un 11 de septiembre de 1882 El Vaticano levantó, con 266 años de retraso, la condena dictada contra las ideas de Copérnico; o que ese día, pero de 1991, 11.000 soldados rusos se retiraron de Cuba.

 

Mencionar hoy el 11 de septiembre convoca inmediatamente el instante de 2001 cuando todas las cadenas televisivas del planeta interrumpieron su programación habitual. Según los primeros datos, un avión comercial se había estrellado contra la torre norte del World Trade Center en New York a las 8:45 A.M., hora estándar del este. La sospecha de un accidente fue derogada 18 minutos más tarde, cuando pudimos contemplar en directo como un Boeing 767 de United Airlines, desviado de su vuelo Boston-Los Angeles, y con 92 personas a bordo, se estrellaba contra la segunda torre, tras unos leves giros cuyo propósito era afinar la puntería. A las 9:40 se cancelaron todos los vuelos en Estados Unidos, y se desviaron hacia Canadá los que estaban en el aire. No obstante, a las 9:45 otro avión impactó el Pentágono a orillas del Potomac, provocando un enorme incendio. A las 10:00, 57 minutos después de sufrir el impacto del segundo avión, la torre sur del World Trade Center se desmoronó. Cinco minutos más tarde sería evacuada la Casa Blanca y, en rápida sucesión, los más importantes edificios gubernamentales y torres de negocios en toda la nación. A las 10:10 se derrumba una parte del Pentágono, y cinco minutos después un Boeing de United Airlines se estrellaba en Somerset, al sudeste de Pittsburg. Desde el atentado sufrido por las torres en 1993, cuando el terrorismo islámico dejó un saldo de seis muertos y 1.500 heridos, se reforzó la seguridad. Los sensores del parking detectaban metales, explosivos y excesos de peso de los vehículos. Las agencias de seguridad no previeron que la amenaza viniera del cielo, en un país que domina los cielos del mundo. A las 10:29 la segunda torre de NY tras resistir una hora y cuarenta y cuatro minutos, se derrumbó; subvirtiendo al mismo tiempo el skyline de la ciudad y la noción de seguridad dentro de sus fronteras que hasta entonces disfrutaba el pueblo norteamericano.

 

El World Trade Center, estaba formado por las dos torres y otros cuatro edificios. Contaba con su propia comisaría y un código postal exclusivo, 16 restaurantes, 190 ascensores, tiendas, cafés, observatorio y estación de metro. Su parking tenía capacidad para 2.000 vehículos. En más de 1,200.000 metros cuadrados repartidos entre 410 metros de altura y 110 plantas, trabajaban 55.000 empleados de oficinas gubernamentales y 430 compañías oriundas de 28 países, quienes contemplaban el paisaje vertical de la ciudad a través de 43.600 ventanas. A ellos se sumaban diariamente 150.000 visitantes.

 

En 1973, el arquitecto Minoru Yamasaki puso fin a las torres. Ese mismo año, un 11 de septiembre, Augusto Pinochet puso fin a la democracia en Chile. Aquel día de aquel año, a las seis de la mañana, ya los efectivos navales ocupaban Valparaíso, mientras la cúpula golpista se reunía en el Ministerio de Defensa, la Escuela de Telecomunicaciones y en la Academia de Guerra de la FACH. A las 7:30 Allende llegaba a La Moneda, cuando el edificio se encontraba rodeado. Media hora después transmitió su primera alocución por radio y, quince minutos más tarde, se escucha en cadena la proclama inicial de las Fuerzas Armadas que inmediatamente tomó o destruyó las emisoras afines al presidente electo, quien habló por última vez y se despidió de los chilenos a través de Radio Magallanes a las 9:20. A las doce, La Moneda y la democracia chilena fueron bombardeadas. En las calles, los enfrentamientos arrojaron decenas de muertos, y las embajadas se inundaron de asilados. A las 13:30 se produjo el asalto final, y en el Salón Independencia moría de bala Salvador Allende.

 

En 1973, con la decidida colaboración del país agredido en 2001, era subvertido en Chile el proyecto de un socialismo democrático, y la noción de que era posible alcanzar el triunfo en las urnas, al tiempo que se implantaba un terrorismo de Estado con un saldo de víctimas que ascendería a decenas de miles. Ello legitimó el modelo subversivo patrocinado por La Habana desde los 60, y que desembocaría en el triunfo sandinista de 1980, los cruentos conflictos de El Salvador y Guatemala, hasta la guerrilla eterna de Colombia en nuestros días.

 

Por el contrario que los sucesos chilenos, cuya repercusión fue regional en un continente con más tradición golpista que democrática, y dentro de la dinámica de la Guerra Fría; los acontecimientos del 2001, una herida en el corazón de la potencia hegemónica, tuvieron consecuencias globales: serios disturbios en el transporte aéreo; caída de las bolsas y crisis económica; desplome del turismo con serias repercusiones en todo el planeta; una fobia anti-islámica general, apenas paliada por los discursos que discernían entre los fundamentalistas y el Islam; reordenamiento de alianzas mundiales, incluyendo la confirmación del fin de la Guerra Fría; una aséptica guerra que borró del mapa a los talibanes y puso de manifiesto el substrato de odios acumulados por el mundo árabe contra Estados Unidos y Occidente —la imagen de niños palestinos saltando de alegría en las calles de Jerusalén y haciendo la V de la Victoria, será difícil de extirpar de la memoria—; así como la puesta al día del nuevo Index, donde constan por orden de peligrosidad los grupos fundamentalistas y Sadam Hussein, amenazando con nuevas contiendas cuyos resultados podrían ser nefastos en un mundo donde las nuevas tecnologías y las comunicaciones inmediatas y globales hacen virtualmente imposible el control de las redes terroristas organizadas, y donde el acceso a armas de destrucción masiva pueden proponer una ecuación letal: un terrorismo de escala genocida, y otro terrorismo de Estado como respuesta, presuntamente disuasorio.

 

Edgar Morin anotaba que la globalización alcanza ya a todos los habitantes del planeta, aunque a unos como víctimas y a otros como verdugos. Pero lo cierto es que el nuevo esquema del conflicto global permite a una oficinista de NY ser tan víctima como un niño de Cisjordania o un adolescente en una discoteca judía, y el ejecutivo que presiona para no acatar los acuerdos de Kyoto puede ser tan victimario como el imberbe de la Yihad que aspira a ingresar a la diestra de Alá en un instante de fuego y sangre.

 

Que en el año de las torres gemelas se intente juzgar a Pinochet por los crímenes de otro 11 de septiembre, nos indican que el mundo ha cambiado. Que se produzca una nueva matanza, sugiere que no tanto.

 

La única conclusión posible es que no hay causa o ideología que justifique el terrorismo, sea el coche cargado de Titadine que hace saltar por los aires a un humilde concejal del País Vasco, una bomba al paso de niñas irlandesas que acuden a la escuela, suicidas palestinos, asesinatos selectivos judíos o esta masacre en Manhattan. No hay víctimas de primera y segunda categoría. En ese sentido no puede existir un terrorismo repudiable y otro admisible, un terrorismo de nuestro bando y otro del bando contrario. Si la humanidad no apuesta ahora, decididamente, por la erradicación de todo terrorismo, y si no apuesta por la abolición de las grandes diferencias estructurales del planeta, por la erradicación de los focos de miseria y desesperación que son la crisálida de fundamentalismos atroces de todo signo, puede que mañana sea demasiado tarde, y que la civilización pierda la partida.

 

La intercomunicación, la globalidad, el intercambio, son hoy condiciones sine qua non del planeta donde vivimos. Es imposible ya cerrar puertas y decretar esclusas, compartimentos estancos de prosperidad. No se trata de abatir simplemente el terrorismo, sino de abolir sus excusas, la desesperanza que alimenta esa base social donde prospera.

 

Ya no podremos resucitar a las víctimas despedazadas bajo los escombros del World Trade Center, pero sí podemos evitar que un niño, en cualquier lugar del mundo, salte de alegría ante la muerte de otros niños, porque toda muerte inocente es una derrota de los palestinos y de los israelíes, de los norteamericanos y de los árabes, una derrota de todos los hombres.

 

“Derrotas”; en:Cubaencuentro, Madrid, 11 de septiembre, 2002. http://arch.cubaencuentro.com/internacional/2002/09/11/9726.html.



Vaticinios

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Cuando se celebró, el 3 de enero de 2000, una conferencia de prensa en la casa de la Cultura de Angola de La Habana, millones de cubanos estuvieron atentos a las predicciones de Ifá, la Letra del Año que regiría el 2002, elaborada por una comisión de 600 babalawos reunidos el 31 de diciembre, bajo la presidencia del sacerdote de Ifá Guillermo Diago.

 

Quizás la eterna juventud y la predicción exacta del futuro sean las dos aspiraciones que no faltan en ninguna cultura humana. Sobre todo la segunda, dado que el destino sigue siendo azaroso, cosa que no lograron derogar ni siquiera los planes quinquenales de Humberto Pérez en la JUCEPLAN, quien tampoco consiguió predecir su futuro de funcionario descatalogado.

 

En tiempos de vaticinios rentados, predicciones a la carta, adivinos telefónicos a euro el minuto, pitonisas cada vez más desmelenadas en la tele, y oráculos que se codean con las estrellas de cine; es de agradecer que los babalawos cubanos dicten gratuitamente una letra para toda la nación, sin que nos exijan a cambio conversión, militancia o Master Card.

 

Mediado el año, podemos tasar en qué medida se han cumplido los pronósticos, y valorar lo que nos queda aún por sufrir hasta diciembre, dado que este 2002, regido por Changó y Yemayá, se nos anunciaba pletórico de calamidades.

 

El anuncio de muertes por epidemias de enfermedades infectocontagiosas, por lo que se recomendaba evitar la acumulación de basuras y escombros, así como cremar o enterrar los desperdicios orgánicos, se cumplió en toda la regla, con recogida masiva de basura y batallones de combatientes contra el pérfido Aedes aegypti.

 

Se vaticinaban golpes de Estado, cosa que puede darse por cumplida con el de Venezuela, por sus resonancias en Cuba, aunque quedan seis meses para engrosar la cuenta. En lo que se refiere a “ruptura de convenios, tratados y acuerdos en gran magnitud”, ha habido cortes de suministro petrolero, y amagos de cancelar el convenio entre Venezuela y Cuba, por los reiterados impagos. Esperemos, por el bien de los nuestros en la Isla, que las rupturas sean en el suministro de armas, y no se rompa, como de costumbre, el convenio por el lado más débil. Si falla la electricidad, y los refrigeradores entran en estado cataléptico, será difícil cumplir con la Letra y tener “Cuidado con las comidas descompuestas”.

 

Se anuncian también sanciones económicas (además de las ya existentes) lo cual no resulta improbable, teniendo en cuenta el malestar de los empresarios del Viejo Continente, recogido en un comunicado de ocho puntos entregado por la Unión Europea a las autoridades de la Isla.

 

Las “pérdidas de vidas en el mar y en el río” casi se cumplen de manera abrupta, ante el rumor de que una nueva corrida del balsero se abriría el 4 de julio. No obstante, los miles de salidas ilegales y la imprecisa estadística de las víctimas de este medio año, pueden haberlo confirmado con creces. Claro que desde hace poco menos de medio siglo, esto se viene cumpliendo. “Evitar que los menores vayan solos a la playa o al río”, era un sano consejo de la Letra. Al que podría añadirse una coda: evitar la balsa rústica, aunque el menor esté acompañado por toda la familia. Recuerde que “la paciencia es tan constante como la existencia del cielo y la tierra”, que la Corriente del Golfo es traicionera, la Coast Guard te devuelve a menos que pises tierra, y el bombo ha agraciado ya a muchos compatriotas. Aunque también se comprende que “El que lleva candela en las manos no se puede esperar”.

 

Se hablaba en la Letra de “penetración del mar y accidentes marítimos”, así como “afectación en la marina mercante”, eventos por los que aún deberemos esperar, con la esperanza de que no ocurran. Penetración EN el mar sí que ha habido.

 

Se hablaba de “proliferación de la guerra”, algo que lamentablemente ocurre año tras año, aunque parece desbocarse tras los acontecimientos del 11 de septiembre. Y también de “malversación del erario público, y robos”, acontecimientos que bien podrían estar sucediendo, pero que la prensa nacional sólo nos revelará dentro de muchos años, como corresponde al periodismo de investigación histórica.

 

Se aconsejaba el 3 de enero “ Abstenerse del consumo desmedido de la carne de cerdo”, algo de lo que ya se ocupa el gobierno, y “Evitar por todos los medios la ira y la violencia”, es decir, firme el socialismo perpetuo, no se señale, no coja lucha, olvídese de los peces de colores y siga en lo suyo, escapando. De todos modos, ya eso venía por decreto. Aunque recuerde que “La oveja que se asocia con un perro, comerá mierda”.

 

Como vemos, entre los vaticinios y la realidad hay, en lo que va de año, notables coincidencias. Como de costumbre, el grado de cumplimiento dependerá también de la buena voluntad que le pongamos.

 

En Occidente, regido por los índices bursátiles, el Nikei y el Down Jones, el Ibex, el Euribor, la tasa de inflación y el 4,5%TAE de interés a medio plazo; no hay oráculos en paro. Se les agolpa la clientela a las puertas. ¿Quién podría reprocharnos a nosotros, ateos de la estadística, la fe en un vaticinio nacional, multitudinario y de uso social?

 

Durante veinte años los analistas de Miami predijeron, cifras irrevocables en mano, la caída de Fidel Castro. Y en La Habana se han cumplido todas las metas, millones de horas-noticiero han dado cuenta de cosechas astronómicas y vacas vanguardias; las cifras del progreso han sido milagrosas, y aún así, el país no ha ido palante, ni para coger impulso en su retroceso.

 

Habida cuenta de lo anterior, más vale escuchar con atención a los babalawos, que a las estadísticas triunfales. Al menos no nos sepultan en cifras desechables, su discurso es breve y misterioso, como la vida misma, y no pretenden que sus palabras sean acatadas como la única verdad irrebatible sobre la faz de la Tierra.

 

“Vaticinios”; en: Cubaencuentro, Madrid, 6 de agosto, 2002. http://arch.cubaencuentro.com/cultura/2002/08/06/9287.html.



Varela al combate

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Eventos tan disímiles como el ciclón Michelle, la antiquísima política norteamericana del embargo a Cuba, los sucesos del 11 de septiembre pasado, el Proyecto Varela, la reforma constitucional y las primeras importaciones de alimentos norteamericanos desde hace más de 40 años son los ingredientes del cóctel político que se vive en la Isla.

 

La oferta de ayuda humanitaria de Estados Unidos a Cuba tras el paso del huracán, dio el pie al señor Fidel Castro para proponer la primera compra de alimentos, pagando US$100 millones en efectivo, a pesar de la bancarrota que asola el país, como consecuencia de una nefasta política económica, agravada por el descenso del turismo y su rentabilidad, y por la merma en las remesas de los exiliados.

 

La entrega de 11.000 firmas pidiendo reformas constitucionales a través del Proyecto Varela tuvo como respuesta gubernamental una reforma en sentido contrario: un simulacro de referendo para dictaminar el socialismo perpetuo. Dejando clara la más rotunda negativa al diálogo, una escalada en los ataques contra la disidencia moderada, y el alejamiento de cualquier solución pactada de los problemas que dividen a la nación cubana desde hace casi medio siglo.

 

Esto coincide con el cese, durante varios meses, del suministro de petróleo venezolano —que se reanudará el 1 de agosto, tras refinanciar la deuda—, dada la insolvencia cubana. De modo que quizás por primera vez desde 1959 una apertura en el embargo es no sólo deseable para las autoridades cubanas, sino vital. Justo a tiempo, porque la reciente compra de alimentos ha servido de argumento a la Cámara de Representantes, que por 262 votos contra 178 acaba de aprobar la enmienda promovida por el legislador republicano por Arizona, Jeff Flake, que autoriza los viajes de estadounidenses a Cuba, y retira los fondos a la oficina que se encarga de perseguir a los viajeros clandestinos. Y por 251 votos contra 177 se aprobó otra enmienda vetando gastos presupuestarios destinados a imponer restricciones a las remesas enviadas a la Isla, liberalizándolas.

 

¿Cuáles han sido las reacciones ante estos hechos?

 

Ante la votación efectuada en la Cámara, el secretario de Estado, Colin Powelly el secretario del Tesoro, Paul H. O'Neill, en carta al presidente del comité de presupuesto de la Cámara de Representantes, Bill Young, piden vetar cualquier apertura. Ambos recuerdan que Cuba “sigue dando refugio a fugitivos de la justicia estadounidense”, y viola los derechos humanos. Niegan que expandir el comercio pueda traer cambios a Cuba, sino “pérdidas incalculables” para los acreedores; apostillando que debe evitarse que “Castro termine usando cualquier liberalización nuestra en el comercio para su beneficio político”.

 

El legislador republicano Lincoln Díaz-Balar asegura que el presidente Bush “no va a permitir un debilitamiento de las sanciones contra la tiranía cubana y va a insistir en la liberación de todos los presos políticos y la realización de elecciones”. Y añadió: “¿Por qué el tema no es que Cuba deba ser libre en este continente cuando los demás países lo son? Aquí vienen colegas a pedir solidaridad para otros países, pero a Cuba la tratan distinto”. Es más, “sabemos perfectamente que Cuba es un peligro para nosotros con su bioterrorismo. Este país lo sabe, y ¿saben qué nos dicen nuestros funcionarios? Que ni siquiera la comunidad de inteligencia les deja contarnos todo lo que saben”, dijo el legislador

 

La congresista Ileana Ros-Lehtinen fue contundente: “No podemos, al mismo tiempo, proteger a nuestros niños y facilitarles la vida a los terroristas. Vamos a hacer todo lo que podamos y a usar todos los medios para enfrentar todas las amenazas que vienen de un enemigo apenas a 90 millas de nuestras costas”. “Me parece que el Congreso ha hecho esto en un momento en que todo el mundo está dándose cuenta de la verdadera naturaleza del régimen de Fidel Castro. Pero tenemos fe en que el presidente Bush lo vete y, después, el liderazgo de la Cámara lo quite de la resolución”, dijo.

 

La maniobra para declarar el socialismo perpetuo y el simulacro de referendo, han sido recibidos con sorna o indignación por toda la prensa del mundo, incluso la prensa liberal norteamericana, crítica del embargo. La excepción es la Isla, donde ha sido proclamado como un triunfo. Prominentes figuras de la disidencia interna han lamentado este portazo en las narices al diálogo. En Miami, el columnista Adolfo Rivero Caro concluye de este caso que la farsa electoral fue montada porque “Castro sabe que pierde cualquier votación secreta”. Que el suceso “ha quitado a los liberales americanos el argumento de que el levantamiento del embargo produciría una relajación de la dictadura”. Atribuye a La Habana el centro organizador de una red subversiva que incluye el Foro Social y la guerrilla colombiana. E invocando la voluntad de Bush de descabezar a Irak, apuesta a que “la solución del problema subversivo de América Latina pase por la eliminación de Cuba como su centro neurálgico”.

 

Resumiendo, los argumentos contra cualquier apertura comercial con Cuba invocan las violaciones de los derechos humanos, la existencia de presos políticos, la ausencia de democracia, la presunta tenencia de armas biológicas, y la posibilidad de que emplee cualquier relajación del embargo para fines políticos.

 

Ciertamente, una apertura comercial no debe producir, automáticamente, democratización o libertades en el país. Como tampoco las ha provocado en China, que disfruta de un fluido y cuantioso intercambio comercial con Estados Unidos. Por otra parte, cuatro décadas son suficientes para demostrar que el embargo, en ese sentido, tampoco ha conseguido absolutamente nada.

 

El potencial bioterrorista de Cuba ha sido más invocado que demostrado; no así el de países como China, Rusia o Estados Unidos. Sin recursos ni influencia, el presunto liderazgo de Cuba es hoy historia antigua. Las cartas de Tirofijo, develadas en la prensa, demuestran su rechazo al “pacifismo” reciente de su homólogo cubano. Y los organizadores del foro antiglobalización celebrado en Porto Alegre se negaron públicamente a invitar a Fidel Castro; por mucho que la prensa insular los aúpe. Cuando participa en las reuniones de mandatarios iberoamericanos, la presencia del líder cubano es asunto de interés paleontológico. Y toda su influencia subversiva ha quedado reducida a discursos estadísticos sobre la pobreza en el mundo, sin ofrecer a cambio soluciones viables. Las reiteradas condenas a Cuba en la Comisión de Derechos Humanos demuestran que ya el gobierno de la Isla no cuenta con los apoyos de otros tiempos

 

¿Emplearía el señor FC una apertura económica con fines políticos? La llegada de turistas norteamericanos permitiría mayores gastos en la “batalla de ideas” pero, sobre todo, reduciría el descontento al aliviar la precaria cotidianía del cubano. ¿Una solución mágica para los problemas de la Isla? No. Sabemos que su nefasta política económica y su insistencia en reprimir la iniciativa y creatividad de los cubanos, son las causas del desastre, que una apertura apenas paliaría. Claro que, desde ese momento, La Habana perdería al embargo como culpable de todos los males, y sólo les quedarían los rusos, el clima, y la “coyuntura internacional” tantas veces invocadas.

 

De modo que a corto plazo, el mantenimiento del embargo sirve de excusa política y acentúa la miseria de los cubanos, sin inducir cambios ni atenuar el discurso apocalíptico de FC contra el imperialismo, dado que no tiene nada que perder, y sí gana, con este fácil expediente, una solidaridad internacional que otros países, más pobres que Cuba, no disfrutan. No es raro entonces que durante cuatro décadas haya bombardeado cualquier distensión entre Cuba y Estados Unidos, sobre todo mientras contaba con la subvención soviética. Su relajación, en cambio, haría menos precaria la supervivencia de nuestros compatriotas, permitiría al cubano de a pie un intercambio personal con ciudadanos norteamericanos (yanquis, come home), modificando la perspectiva maniquea que le machaca a diario la propaganda y al eliminar la excusa por excelencia, permitiría al mundo preguntarse: ¿Y ahora por qué no despega alegremente la economía cubana?

 

A mediano plazo habría, posiblemente, otras consecuencias. Una vez que la industria turística cubana se “ajuste” al flujo de clientes norteamericanos, y acceso de sus exportaciones a ese mercado, posiblemente se dulcificaría el discurso antiimperialista para no arriesgar una recaída, y el descontento consecuente. Se multiplicaría el intercambio cultural e informativo con el vecino del Norte, derogando paulatinamente los miedos inducidos durante tantos años, algo esencial de cara a una futura transición, inevitable aunque se decrete lo contrario.

 

En contraste, cualquier intento de derogar por la fuerza desde el exterior la dictadura cubana, invocando “la eliminación de Cuba como centro neurálgico” de la subversión, o su presunta peligrosidad, sería un gravísimo error. Tras casi medio siglo queda claro que para FC el pueblo cubano es apenas el quórum necesario para el ejercicio del poder y su propio papel en la historia. De modo que en el ocaso de su vida, inmolaría sin dudarlo cientos de miles de vidas para cerrar con acordes wagnerianos su actuación en el teatro de la política.

 

Todos los que soñamos con una Cuba democrática y plural, dueña de sus potencialidades, deberemos recordar siempre a Tucídides, porque la ciudad no son sus murallas sino sus habitantes. Y nuestros compatriotas de la Isla desconfiarían con razón de quienes claman por su libertad apostando por su miseria.

 

 

“Tal vez, sin embargo”; en:Cubaencuentro, Madrid, 31 de julio, 2002. http://arch.cubaencuentro.com/economia/2002/07/31/9197.html.