Actualizado: 02/05/2024 23:14
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Eusebio Peñalver in memoriam

Ha muerto en Miami un paladín de la libertad.

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(A quien crea que exagero, le recomiendo que lea el discurso que Castro balbució hace apenas unos días, el 1 de mayo de 2006. En medio de las habituales críticas a Estados Unidos, el dictador vierte un caudal de injurias sobre Peñalver y otros ex prisioneros políticos residentes en Miami. Después de machacarlo durante 28 años en la prisión —"¡28 años!, como si uno fuera pichón de elefante", solía decir Peña— y de desterrarlo durante otros 17, todavía el octogenario mandamás se dedicaba a calumniarlo desde la tribuna, en uno de sus periódicos espasmos logorreicos).

En más de una ocasión la prensa occidental comparó a Eusebio Peñalver con Nelson Mandela. Paralelismo incómodo, ése del sufrimiento. Mandela soportó sus años de cárcel y luego el destino le permitió contribuir desde el gobierno a la evolución de su país hacia un régimen más democrático y equitativo. Peña no tuvo tanta suerte. Pero la libertad de Cuba, cuando algún día vuelva a amanecer, le deberá parte de su luz al denuedo de este hombre negro, humilde, valiente y leal, que supo vivir para su patria y morir sin amo.

"No temáis que se extinga su sangre sin objeto", escribió Miguel Hernández ante el cadáver de Pablo de la Torriente Brau en Majadahonda, "porque éste es de los muertos que crecen y se agrandan / aunque el tiempo devaste su gigante esqueleto".

La familia de Peñalver y sus amigos, que éramos su segunda familia, hemos sufrido una pérdida enorme, la de un paladín de la libertad. El pueblo de Cuba también, aunque temo que tardará mucho tiempo en enterarse y aún más en comprenderlo.


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