cubaencuentro.com cuba encuentro
| Opinión

OPINIÓN

La nación somos nosotros

¿Tiene legitimidad Fidel Castro para rechazar, en nombre de un país que no ha sido adecuadamente informado ni consultado, las ayudas que no provengan de fuentes 'políticamente correctas'?

Enviar Imprimir

Al tiempo que debe agradecerse la ayuda que cualquier gobierno y agencia multilateral puedan ofrecer, resulta particularmente importante la ayuda humanitaria que pueden brindar los propios familiares a sus parientes y a otras personas. Es siempre necesaria esa eficaz solidaridad que se viabiliza de familia a familia y llega directa y rápidamente a los necesitados, mientras que las que se viabilizan de gobierno a gobierno pasan por las prioridades —a veces arbitrarias y dudosas— de la burocracia. Pero en todo caso, ambas vías no resultan excluyentes, sino complementarias.

Ante esta crisis se imponen dos medidas sensatas y responsables:

Que el gobierno de Cuba despolitice el tema y suspenda los exorbitantes recargos e imposiciones fiscales a las remesas familiares (que hoy son las más caras de toda América Latina), al tiempo que facilite los contactos familiares y el envío o entrada de paquetes a la Isla. Los precios detallistas —ya desproporcionados— en las tiendas dolarizadas del Estado deben, al menos, congelarse hasta superar la presente situación. Una rebaja del costo de las llamadas telefónicas a Cuba —cuyo precio sólo es comparable con las que se hacen a Timor del Este—, sería igualmente bienvenida.

Que el gobierno de Estados Unidos despolitice el tema y suspenda las más recientes regulaciones ejecutivas que restringen los contactos familiares y ponen límites al envío de remesas y productos a Cuba.

'La nación soy yo'

Luis IV es siempre recordado por su arrogante frase: "El Estado soy yo". Fidel Castro actúa de manera tan egoísta, unilateral y arbitraria que parece querer decirnos: "La Nación soy yo". Sus familiares y miembros de su círculo ’ntimo viajan cuando lo desean y no necesitan de remesas. No han tenido nunca que experimentar en estas cuatro décadas la falta de electricidad y agua, las oleadas de mosquitos, la alacena vacía, la imprescindible y ausente medicina para una dolencia. Pero el Comandante en Jefe ha decidido —en nombre de una nación que no ha sido adecuadamente informada ni consultada— que ha de rechazar todas las ayudas que no provengan de fuentes "políticamente correctas".

En nombre de la soberanía nacional, que tan a menudo invoca el jefe de Estado cubano, debería someterse esa unilateral decisión a un simple referéndum popular. Con votación secreta y después de haber sido adecuada y libremente informado de sus opciones, debería consultársele al pueblo de Cuba si estaría conforme con el rechazo de su jefe de Estado y Gobierno a algunas de las ayudas posibles y, eventualmente, a medidas parecidas a las aquí propuestas.

El gobierno de George W. Bush, por su parte, haría bien en hacer otro tanto con la comunidad cubana residente en Estados Unidos. Es recomendable que el mandatario estadounidense ausculte adecuadamente las opiniones mayoritarias en ese conglomerado humano en lugar de tomar decisiones precipitadas —sobre un tema tan sensible en la actual coyuntura—, basándose en la asesoría de unas pocas personas, por respetables que sean sus criterios y trayectorias personales.

Los asesores cubanoamericanos de esta administración deberían tener presente que el mejor modo de servir honradamente los mejores intereses de la nación que los acogió, es preservándola de asumir una posición que aporte municiones a la propaganda de sus adversarios y tenga efectos contraproducentes.

Sería una opción inteligente de parte de la Casa Blanca entrar a considerar seriamente la posibilidad de dejar clara su buena voluntad ante el pueblo cubano, dando este paso humanitario. Y hacerle un llamado simultáneo a Fidel Castro a corresponderlo con otras medidas que ya están hoy a su alcance, como las ya mencionadas en este texto.

De lo que más necesitados están los afectados por este nuevo desastre (mujeres, niños, ancianos, jóvenes), es de que todo cubano que vive en el exterior —sea cual sea el lugar que ocupe hoy en las barricadas ideológicas— contribuya en esta hora a que la sensibilidad humana venza esta vez el egoísmo; la sensatez a la intolerancia; el sentido de responsabilidad a los protagonismos mezquinos; la grandeza de espíritu a las agendas utilitarias.

Que la ayuda llegue al ciudadano de a pie —por múltiples vías y desde diversas fuentes— de manera rápida, suficiente y eficaz. Porque, finalmente, la nación somos nosotros. Todos nosotros.


« Anterior12Siguiente »