La resurrección del aparato
A punto de cumplir 80 años, Castro intenta revivir a toda prisa los maltratados mecanismos del partido único.
Los preparativos para que tras el inevitable adiós a Fidel Castro el poder continúe en las mismas manos del grupo que hoy controla los ejércitos, la economía y la política nacional —un proyecto más conocido como sucesión— siguen a buena marcha en La Habana.
El Buró Político del Partido Comunista, cuyas reuniones y decisiones desaparecieron de las pocas páginas del Granma, su órgano oficial, informó ahora de dos importantes vueltas a la misma tuerca: el restablecimiento del Secretariado y la creación de nuevos departamentos en el "Aparato Auxiliar" del Comité Central, denominación del escalón más elevado de la burocracia partidista que pretende dirigir la sociedad cubana. En el lenguaje de la nomenclatura, el órgano ha anunciado la resurrección del aparato.
Si faltaba alguna prueba al canto de que la opción de continuidad, minuciosamente diseñada por los presuntos herederos del Comandante en Jefe, tiene como base una estructura político-militar que descansa en las Fuerzas Armadas y el Partido Comunista, en adecuada división de roles, la última movida anunciada en el críptico lenguaje de las notas oficiales del comunismo cubano la dejó claramente sobre la mesa.
Maquinaria insostenible
En su momento, en el IV Congreso del PCC —celebrado quince años atrás en Santiago de Cuba—, la desaparición del Secretariado del Comité Central, fue parte de la necesaria reducción de la enorme y costosa maquinaria partidista, insostenible en las crudas realidades que la desaparición de la Unión Soviética impuso al socialismo cubano.
Curiosamente, pocos meses antes Boris Yeltsin había esgrimido como una de las pruebas decisivas para reclamar la disolución del Partido Comunista de la Unión Soviética, las instrucciones cursadas por su Secretariado, núcleo del poder soviético, para apoyar el golpe de Estado contra Mijail Gorbachov, que terminó precipitando el fin de aquella Unión.
El instrumento de control partidista creado por Lenin en 1919 no resultó finalmente eficaz ni en la URSS ni en Cuba, aunque en la Isla la nostalgia leninista, a falta de algo mejor, se complazca ahora en revivirlo.
Con la eliminación de los varios secretarios del Comité Central, todos primus inter pares con respecto al resto de los miembros de la dirección del PCC, desapareció también en 1991 uno de los grupos de poder más incompatibles con el gusto de Fidel Castro, siempre esquivo a semejante instrumento, cuyas deliberaciones semanales y abarcadoras del acontecer nacional, interferían, de una forma u otra, y muchas veces a su pesar, con el libre albedrío del caudillo.
No en balde, el primer secretario —que presidió ahora estas deliberaciones, según precisa oportunamente la información oficial— se hizo muy pocas veces presente en las de aquel Secretariado, confiado al manejo de su hermano, segundo secretario del PCC y ministro de las Fuerzas Armadas, que controlaba desde allí la segunda de las instituciones bajo su patrocinio, las mismas en que ahora funda su aspiración de sucesor.
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