Actualizado: 25/04/2024 19:17
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Cultura

Con ojos de lector

La Cuba no tan secreta

En su libro más reciente, Amir Valle trata el tema del jineterismo, que ha situado a Cuba entre los paraísos del turismo sexual.

Enviar Imprimir

Hace poco leí un artículo acerca de la imagen de la prostitución que ha ofrecido la literatura. Su autora, la argentina Liliana Viola, afirma allí que "en pocos sitios pueden hallarse tantas putas como en una biblioteca". En los anaqueles de esa numerosísima sección deben figurar obras de Emile Zola ( Naná), Manuel Gálvez ( Nacha Regules), Federico Gamboa ( Santa), Yasunari Kawabata ( La casa de las bellas durmientes), los hermanos Goncourt ( Laramera Elisa), Juan Carlos Onetti ( Juntacadáveres), Stephen Crane ( Maggie: una muchachade la calle), Mario Vargas Llosa ( La casa verde, Pantaleón y las visitadoras), Eduardo López Bago ( La prostituta. Novela médico-social), Gabriel García Márquez ( Memoria de mis putas tristes)…

En tan nutrida sección temática resulta más que notoria la ausencia de aportaciones cubanas. Y no será porque en este sentido hayamos tenido como modelos al casto José o a la princesa de Cleves, pues de acuerdo a la propaganda que durante años se nos ha vendido, antes de 1959 nuestro país era el prostíbulo de Estados Unidos. Mas como si los autores se hubiesen decidido ponerse para su número, en la última década la publicación de varias novelas ha venido a suplir con creces esa carencia. No se trata, naturalmente, de algo fortuito o atribuible al azar. Su salida está relacionada con la aparición de esa particular forma de prostitución que se conoce como jineterismo. Un detalle curioso a resaltar es que entre esos autores figuran algunos extranjeros, lo cual no deja de tener muchísima lógica si se piensa que son precisamente éstos quienes constituyen casi por completo la clientela con la cual se sostiene lo que es ya un lucrativo negocio.

A esa bibliografía Amir Valle (Guantánamo, 1967) ha incorporado Jineteras (Editorial Planeta, Bogotá, 2006, 326 páginas), que en la contraportada se anuncia como "el gran libro" sobre este tema. A diferencia de los anteriores, y pese a que quien lo firma era conocido por su numerosa producción narrativa, no se trata de una novela, sino de un libro que se basa en un abundante material testimonial, además de recoger otras informaciones y datos acopiados por el autor durante la investigación que llevó a cabo. En el Proemio, éste hace notar lo poco que se ha escrito en Cuba acerca del jineterismo, y se refiere a los trabajos que hace algunos años dieron a conocer Luis Manuel García Méndez, Rosa Miriam Elizalde y Tomás Fernández Robaina. Asimismo expresa que tras abrir los ojos ante ese "mundo oscuro, sórdido, asqueante y sucio de La Habana nocturna", descubrió que "debía escribir un libro de testimonios sobre el tema, aunque la realidad que contara, para muchos que hoy tratan de minimizar un problema de un alcance social en verdad preocupante, resultara molesta, dura, conflictiva; y para otros, que viven y sobreviven mirando pero no viendo lo que sucede a su alrededor, pudiera parecer imaginación desbordada, loca, invención, historia increíble".

Gracias a una labor que, según expresa, le llevó nueve años, Valle logró reunir una voluminosa materia prima compuesta, por un lado, por las entrevistas que realizó, y por otro, por la documentación que extrajo de obras y artículos, que se recogen en la bibliografía que aparece al final. Al procesar todas esas páginas y convertirlas en libro, les dio una adecuada y funcional estructura. Están, en primer término, los testimonios de las jineteras, proxenetas, policías corruptos, agentes turísticos, dueños de prostíbulos e incluso vendedores de drogas. En unos casos, esos textos se reproducen como entrevistas en las cuales se conservan las preguntas del autor. En otros, se han plasmado como monólogos cuya extensión va de unas cuantas líneas a varias páginas. En el caso de los testimonios más o menos cortos, Valle los agrupa en capítulos titulados Voces. Los más importantes y, por ende, los más extensos, en cambio, llevan el nombre de la persona que habla: Lorna, Sara, Paddy, Daylí, Susanne, Camila, Myrna, o bien conforman la sección Los hijos de Sade.

En otros capítulos que no llevan título, Valle recoge también testimonios. En éstos, sin embargo, adopta un estilo más reporteril y narrativo, y se incorpora como el personaje real que los recogió. Describe personas y escenarios, cuenta cómo se produjo el contacto, expresa sus reacciones de estupor ante esa realidad ignorada por él que va descubriendo. Esa estrategia narrativa es asumida con más libertad y de manera mucho más consciente en la serie de capítulos identificados con números. En la misma sigue la trayectoria de Susimil, suerte de figura central de este libro coral, hecho a partir de un concierto de voces. La susodicha había sido el gran amor y la primera mujer del mejor amigo del autor, quien se la encontró al cabo de quince años en el Aeropuerto Internacional José Martí, cuando empezaba a interesarse en el tema de la prostitución con vistas a escribir una novela. Para entonces, ya no se llamaba Susimil, sino "Loretta, La Faraona, El Culo más Espectacular de La Habana".


« Anterior123Siguiente »