Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Trillados habituales

¿Habrá una conspiración para favorecer que Castro cierre su computadora y no 'reflexione' más?

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El Castro mayor ya no escribe con aquel profesionalismo que alguna vez caracterizó su estilo. En la primera "reflexión" sobre el II Clásico Mundial de Béisbol tranquilamente dice: "trillados habituales". Ni sus más ofuscados fanáticos —García Márquez, por ejemplo— podrán defender tamaño disparate, una redundancia tan flagrante.

Allá lejos, en sus años de apogeo, no era muy común que cometiera un pleonasmo de esa magnitud. La oración completa afirma: "Hay un principio que no puede violarse: sea cual fuere el adversario de mañana miércoles, no se puede seguir ninguno de los caminos trillados habituales".

Sus pantagruélicos discursos improvisados eran revisados minuciosamente por los taquígrafos del Consejo de Estado y de Ministros. Un culto y avispado Agustín Pi
—corrector en Granma— se encargaba de la revisión final, hasta la coma o la construcción sintáctica defectuosa. Muchas veces el mismo Castro le daba un pase final al texto.

La antigua buena letra que los jesuitas le obligaron a mantener se unía a una obsesiva preocupación por la redacción correcta. En el Ministerio de Educación tuve oportunidad de leer un proyecto de facultades obreras revisado por él. Sus anotaciones enmendaban un adjetivo, ordenaban otro sujeto, tachaban lugares comunes, evitaban que la prosa se desflecara.

El rechazo a lo que decía y a lo poco que escribía, no era por su incultura o descuido, sino por repulsión a su ideología totalitaria, a su narcisismo infalible. También, desde luego, al exceso de discursos y a su incapacidad natural para ser conciso.

La falta de concisión siempre fue un defecto de su forma de pensar. Nunca ha podido vencerla, como tampoco su predilección por el argot militar. Pero eran evaluadas como características de un paranoico, pocas veces como errores primarios.

Ahora el problema es grotesco, tragicómico. La "reflexión" titulada "La importancia moral del Clásico" parece escrita por un distraído estudiante de secundaria básica, por uno de esos profesores emergentes que hipotecan la educación cubana desde hace algunos años.

Sólo le faltan errores ortográficos para recordar a algunos políticos de la primera y segunda república, como aquel oriental que cambia la sílaba tónica
—"cuando váyamos a Holguín"—, y cuando un amanuense le aclara —"vayamos"—, el imitador de Chávez se apresura a decir: "A Bayamo cuando véngamos de Manzanillo".

No fatigo con una pormenorizada relación de equivocaciones, masoquista y por supuesto que indudable para cualquier lector medianamente instruido. Apenas enuncio tres "perlas":

Escribe: "…Venezuela, pero a la vez se queja con amargura de que a sus estelarísimos pitchers y bateadores venezolanos de las Grandes Ligas no les permiten jugar bajo la bandera venezolana". ¿Acaso pueden ser guatemaltecos o noruegos?

Escribe: "El equipo de Japón nos ganó el día 15 porque sin duda cometimos errores de dirección en aquel punto, a miles de kilómetros, donde es casi imposible para Cuba influir en la dirección de su equipo". ¿Quién no tiene dudas? ¿Cuba es él llamando al celular de su hijo, médico del equipo? ¿Ya perdió la capacidad de ocultarse mediante una redacción menos obvia?

Escribe: "Puede haber un abridor, o varios que hagan el papel de un excelente abridor, para lo cual contamos con la materia prima necesaria". ¿Si abre no es abridor? ¿Qué será entonces? ¿Materia prima?

La conocida relación indisoluble entre pensamiento crítico-creador y lenguaje, muestra en todo el deshilvanado y autoritario artículo que el dueño de la hacienda no carbura bien. Ese cerebro ya no recibe la misma irrigación. Sus antiguas tendencias ahora son ostensibles fallos.

El síntoma se extiende a todo lo que hace desde que cayó enfermo, Dios quiera que sin geriatra que estire el final. El equivalente de la mala prosa llega a las decisiones políticas, que comparte con el hermanito y los "guerrilleros". Por eso en un reciente artículo, dedicado a los truenes de Lage y Pérez Roque, sugerí el principio del fin.

El caballo viejo parece desbocarse sin futuro, por última vez. Excelente momento para que Estados Unidos contrarreste el empecinado inmovilismo con una apertura unilateral. Exacta ocasión para que la opinión pública —los cubanos de la olla arrocera— aumenten la resistencia pasiva y contribuyan al cambio.

Sobre el fraude del "igualitarismo" y la incompetencia de la cúpula, hoy mismo se halla la decrepitud de Castro, su prosa de alcantarilla. Parece que nadie en su entorno se atreve a enmendarla. ¿La estarán dejando a propósito? ¿Habrá una clandestina conspiración para favorecer que cierre su computadora.


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