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Peña: Cuba, del lobo un pelo

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un artículo de Oscar Peña

La ausencia de cambios y reformas -y no el imperialismo yanqui- ha sido la causante de la improductividad cubana en estos cincuenta años y de las permanentes necesidades innecesarias. Cuántas vidas y valores se han perdido en vano en todo este tiempo, sin posibilidad de explotar sus capacidades y talento. Cuántos valiosos hijos de Cuba no andan regados por el mundo ante la realidad de que sus padres han envejecido llenos de frustración por el capricho de un hombre. Somos un pueblo enfermo de falta de esperanza, gris y erosionado de miles de sus retoños. Es penoso que al cabo de medio siglo esté Cuba aspirando a las estructuras que tenía en el pasado.

Los cambios son tan vitales que no importa si el que los impulsa se llama Raúl Castro, Ramiro Valdés o Mariela Castro. Son tan necesarios que aun tarde (si los hacen) se agradecen. Nuestro país es una fuente de capital humano y es criminal el freno de las fuerzas productivas de casi cuatro generaciones, sacrificadas para alimentar las exageradas ambiciones de poder y de liderazgo de Fidel Castro. Algún día los historiadores de la Isla -ya libres- recogerán la verdad del atraso social, económico y político de Cuba en este medio siglo, señalando al número uno de los Castro como el máximo culpable. También (todos los asesinos tienen aliados directos e indirectos) tendrían que recoger que el pueblo cubano (todos, de una forma u otra) tiene una alta porción de responsabilidad por ligereza social.

Ojalá las especulaciones de apertura -aun sólo económicas- no sean para los cubanos una aspirina de verano y comiencen ya, pero la realidad es que Raúl Castro empezó con mucho entusiasmo y el policía mayor lo frenó. El general sucesor debe saber que todos los cubanos –dentro y fuera de Cuba- lo percibieron así. La falta de resultados tangibles este año, y los últimos discursos, representan un retroceso. De ahí la multiplicación del desencanto nacional.

Recientemente, Raúl Castro expresó en un discurso de clausura de la primera sesión parlamentaria de 2009: "A mí no me eligieron presidente para restaurar el capitalismo en Cuba, ni para entregar la revolución; fui elegido para defender, mantener y continuar perfeccionado el socialismo, no para destruirlo". Esa afirmación obliga a preguntar: ¿Quién eligió a Raúl Castro? Y también obliga a aclarar que la alternativa de los cubanos no es entre comunismo y capitalismo salvaje. La alternativa es entre democracia o totalitarismo, incluso entre autoridades vitalicias o socialismo democrático. Póngase esa elección ante el pueblo, y si gana la democracia entonces el Partido Comunista Cubano no podrá ser ya más el rector absoluto, sino un partido más entre varios, en el marco de una nueva Constitución que recoja que en Cuba caben todos sus hijos, que el sol sale para todos. Siempre pregunto: ¿Por qué no podemos tener los cubanos, como otros pueblos, educación, salud pública y libertad?

Posiblemente Raúl Castro –más allá de su dura retórica en estas últimas reuniones que se acaban de celebrar en La Habana- sepa y desee desprenderse de las ataduras y opte por pasar a la historia como el facilitador del inicio de las soluciones definitivas de una Cuba con todos y para el bien de todos, convirtiéndose entonces en un hombre significativo en la historia cubana. Esta es una alternativa posible para el pueblo cubano y no la de seguir soñando con el VI Congreso del PCC, porque en los regímenes totalitarios no deciden nada estos eventos. Sólo son un instrumento de trasmisión de las decisiones tomadas -en el caso de Cuba- por Fidel y Raúl Castro.

Raúl Castro planteó el pasado 26 de julio que hay que sembrar mangos como los sembraban nuestros abuelos, utilizando una metáfora que reconoce los fracasos del régimen. Espero en algún momento también tenga la valentía de darnos razón histórica y hacer justicia pública con los que hace cuarenta años tuvimos el coraje -dentro de las filas del régimen y fuera de ellas, en las calles de Cuba- de proponer esos mismos puntos, por los que fuimos atacados, maltratados y acusados de desviación ideológica, primero, y de ser agentes de la CIA después.

Pensemos que Raúl Castro puede tener una agenda oculta de apertura nacionalista, que el reciente parte de Reuters se acerca a la verdad y que el programa de Ariel Terreros en la TV Cubana donde abordó estos puntos no sea sólo una valiente acción aislada. En Cuba se necesita, hoy, del lobo un pelo.

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Castrochavismo y cascarita

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Parecía imposible. Nadie lo hubiera imaginado. ¿Superar la insuperable propensión a hacer el ridículo del comandante Hugo Chávez? ¿Podía surgir un fenómeno más hilarante, caótico, grotesco, autodestructivo que el castrochavismo bolivariano? Delante tenemos, nada más y nada menos, que al zelayismo de sombrero alón. Increíble, pero cierto. Chávez se ha quedado en pañales ante la Tremenda Corte montada, a golpe de celular, cámaras y caravanas, por el ex presidente hondureño.

En los anales de la política latinoamericana, Zelaya quedará como un símbolo, tragicómico, del castrochavismo bananero. Pero hablamos de un castrochavismo bananero peculiar. A diferencia del andino –la huelga de hambre de Evo Morales es la clásica excepción de la regla-, o del caribeño, éste potencia la parodia, rebasando la limitación verbal en la inercia del acontecimiento. Mel, sencillamente, ejecuta sobre el terreno las acrobacias con las que juega la imaginación de Chávez. Las proyecta visualmente, en el paroxismo de su sinsentido del ridículo. Aquí, en este último tramo argumental, agota sus posibilidades el Socialismo del Siglo XXI. En la representación. Pero en la representación paródica. El zelayismo –si puede llamársele así- parodia al Socialismo del Siglo XXI, que a su vez es pura parodia.

Lo portentoso, sin embargo, es que la mayoría de sus principales actores –los del Socialismo del Siglo XXI- no se reconocen en la parodia, sino en la tragedia. Aunque resulte paradójico, la parodia castrochavista, en la que Zelaya es el Guevara del aeropuerto Tocontín, se representa a sí misma trágicamente, tiene un sentido trágico de su condición. Se enerva ligeramente ante la causa. Es capaz de pegar un saltito sobre la raya de la frontera. Cantinflas napoleónico. La cruz y la cáscara de plátano.

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Chago: Cuba, Añel, La Bloguera, los Consejeros y el Macho Rico

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un artículo de Santiago Méndez Alpízar (Chago)

Todo comenzó con el inevitable embullo, la cabezonería que conservo y me ha preservado, sin dudas, durante toda mi escasa vida. Eso y la evidente necesidad de escribir y compartir lo publicado. La enorme carestía de salir de algunos textos; sin hablar de la escasa participación que hay en algunas zonas de la gran literatura en el Blogroll Cubiche, y que yo crea tan importante, no obstante.

Así concebí mi blog, que lo sigue siendo, aunque por él pasaran, para honra mía, más colaboradores que por ningún otro blog de cubano, y se convirtiera en espacio donde encontrar a determinados escritores. Donde leer buena literatura, salvando la que escribo, por supuesto. La bitácora de un escritor deseoso de tropezar con otros, compartir con los que llegan la milagrosa gestión, el resultado de una severa tozudez, en mi caso. Todo lo dicho, más el puente, sí, el que se extiende hasta la isla y es, de alguna condición, transitado por los que allá están, aunque sea de refilón, sigilosos…Que supieran que tenían un/otro espacio donde contar sus divergencias con relación a nosotros. Que existiera mi blog para que existiera diálogo, que es palabra maldita por estos días, con los que en Cuba viven y con el que quisiera.

No ha existido en mí la menor de las intenciones de ser un blogger, ni me importan las nuevas tecnologías más que para ciertas comodidades que a estas alturas costaría apartar, y que tan necesario sería apartar, sin embargo. Efory Atocha, mi blog, era y sigue siendo un reflejo de la escasez, un modesto pero certero, acaso, toque de atención a los editores profesionales, o los que ganan dinero por ello, por editar. Por seguir haciendo la vista gorda con relación a determinados autores. Con meses de una frecuencia de más de veinte escritores diferentes, y de distintos sitios y países. Todos con escritos entregados exclusivamente para la Weblog. Y aunque también sea cierto que hubo otros meses en que la publicación era de menor asiduidad, nunca ha dejado de ser.

Podría detenerme en muchos nombres que están dentro del sano humo que despide Efory Atocha, que para que salgan de dudas unos, y entren en razones otros, deriva su nombre de Efori, que es Plante en alguna lengua para hombres, y que por supuesto coquetea con Enfori, que es macoña hasta en la Isla de Pinos. Entre plantao y risueño surgió mi blog, que ya cumplió más de dos años, y los que le quedan.

Plantao contra los camajanes que proliferan en el exilio, contra los que saben manejar el show business del dolor ajeno, en el que sin poder evitarlo, te incluyen, sí, a ti también, y a mí por supuesto. Contra los muros que únicamente a golpe de poesía y evidencias se derriban; a golpe de poema romper el puto cielo si se tercia. Contra los chismosos y los ególatras del ciberespacio cubensi.

Y con la ayuda de algunos y otra vez, con mi tozudez, he ido remendando y encontrando soluciones a los muchos problemas superados. Desde gestionar un post, hasta decisivas intervenciones luego de soberbios ataques a la Weblog, por desgracia repetidos.

Pero todo ya sabemos que rueda, y en cada giro suma. ¿Cómo dejar que circulara la foto de un disidente, con los ojos morados, hinchados de una golpiza, y no poner mi pequeño S, O. S? ¿Cómo no sumarme a todas y cada una de las solicitudes, vinieran de donde fuera, sobre el más mínimo atropello sufrido por un cubano en la isla, o fuera de ella? No quiero saber cuántas cartas he firmado, cuántos textos he escrito, pero soy de pronto un, casi, activista social. Mi amigo SM me decía por teléfono en una charla trasatlántica; yo soy un gran firmador de cartas. Bueno, pues yo estoy al serlo. Y quede claro, con gusto dediqué días para estos asuntos. Y con gusto envié a mis 500 del correo la noticia y el link siempre que sucedió.

¡He llegado al extremo de tener hasta otra bandera!

Con gusto y humildad he puesto mi nombre y mi pequeña voz para reclamar por la seguridad, libertad de movimiento y de expresión de los integrantes de Porno para Ricardo, Las Damas de Blanco, Oscar Elías Biscet… y en repetidas veces por la de Yoani Sánchez, y aunque en alguna ocasión se creara más algarabía que otra cosa, entendí que bastaban mis años de ausencia de Cuba, como para que no comprendiera del todo lo que se me contaba, se vivía, y cómo se vivía. Comprendí que el respeto por personas que tienen el valor de expresar sus opiniones abiertamente desde Cuba, obtenía, más que cualquiera de mis reservas, un grado plus de confianza, un coto aparte y preferencial. Y desde el principio coloqué un enlace permanente hasta su blog, para que así todo aquél que pasara y quisiera llegara hasta ella. Para que siempre exista la posibilidad de saber de sus escritos.

Muchas otras veces dejé en páginas donde republican sus post mis comentarios en favor de la integridad moral y valentía de Yoani Sánchez, sobre todo cuando la jauría desconfiada y paranoica que abunda por aquí se le tiraba a la yugular. Cuando tenía más desconfiados que lectores.

Algo que cambió desde que se profesionalizó, para decirlo de cierta manera, y desaparecieron los link. En mi caso personal he de añadir que casi nunca estuvo bien puesto. Salvo cuando estaba en el portal del Diario Encuentro. Y no deja de ser curioso, pues en mi opinión, no muy lejos hubiera llegado el nombre de la bloguera sin el resorte generoso de los blogs y medios del exilio. No muy lejos fueran sus lamentos y quejas, sus objetivas notas sobre la vida en Cuba. Pero intuyo que además de su egoísmo, que ya sabemos es legítimo, cada cual pone o no link desde su blog, hay otras personas con menos deseos de tener sombras. Y creo que sería de mucho bien saber, por ejemplo, quiénes son esos y qué patrocinan. ¿O generosamente le mantienen actualizado el site? Esos que desde esta otra orilla generan el egocentrismo y aconsejan una bitácora exclusiva, como de otra parte. Esos que no les mandan avisos de convocatorias que sin duda les atañen.

Sería muy bueno igualmente que Reinaldo Escobar no encontrara peros tan trasnochados para dejar el reclamo de muchos en la cuneta. Como si en verdad tuviéramos la obligación de hacerle llegar un recado personal, según se explicaba, y como si Internet, por fin, hubiera dejado de ser para ellos definitivamente. Los machacones avisos y la insistencia de alguno de los entusiastas coordinadores de la última convocatoria, si cabe decirlo así, fue no solamente abundante, también constante durante varios días, era casi imposible dejar de saber de la movida de la movilización, algo que ya tenía superado, aunque jamás fuera a ninguna.

Las tres reivindicaciones son importantes, cada una de ellas; importantes y urgentes, pues son aspectos con los que se identifican y por los que luchan millones de personas en el mundo. Por los que sufren otros tantos de millones más, y donde no deja de estar presente Cuba, que es a quien se le hacía llegar el reclamo, al gobierno de Cuba. De ahí que finalmente me sumara, pues no siempre estuve dispuesto. Pero es más importante hacer saber este insignificante reclamo, y así lo comprendí, a mostrar reticencias por el origen, el pedigrí de su procedencia. Siendo además Armando Añel conocido mío de mis años de librero en la Plaza de Armas, me consta que es una buena persona, y no un oportunista, como he leído que le llamaban. Y aunque frecuentemente mis ideas entren en conflicto con las de él, si bien no me gusta en lo absoluto mantener a una panda de anónimos escribiendo lo que se les ocurre, respeto y comprendo que es otra manera de asumir este fenómeno de la blogosfera. Es la diversidad de la que se habla y a la que se apela tan frecuentemente. O, ¿había que ser ex de alguna Vocacional, de la UPEC, la UNEAC, o haber estudiado en las ex Repúblicas Socialistas, para poder aspirar a lanzar una convocatoria?

¿Pensará el periodista Reinaldo Escobar que fuera de nosotros, los cuatro que somos, cientos de lectores de todas las latitudes lo leen? ¿Pensará lo mismo su señora la bloguera? Equívoco doloroso de ser cierto. Si en la isla la verdad puede tener matices, por aquí sobran medios de corroborar lo contrario. Y que conste que por esfuerzos no ha sido.

No hace mucho yo mismo les envié a ambos, Yoani, Reinaldo, dos preguntas de las que participaron variados intelectuales y que fueron publicadas en contraposición a otras muchas respuestas. A día de hoy no merezco ninguna contestación. El silencio fue y ha sido la respuesta.

Mejor no jugar al exclusivismo ni al ninguneo, esto no traería nada deseado, ni hay para tanto. Mejor que si en el exilio se está atento y dispuesto a participar del dolor ajeno, no se reciban a cambio poses de sabroseo, de macho rico caribeño. Mejor que los camajanes que actualizan y aconsejan a los que desde Cuba bloguean no sigan enturbiando el variopinto e insignificante ciberespacio cubiche.

Todos guardamos una idea especial de país, y hay sobrados visionarios oportunistas que se agarran de la variedad para intoxicar, para inocular el germen de la ruptura en nombre de la diferencia. Todos en alguna medida necesitaremos una mano que nos auxilie cuando llegue el momento, aunque unos con más frecuencia que los demás. Estos por humildad, o simplemente por gratitud, debían ser los primeros en estar presentes cuando se les llama.



Los perros de la Sierra

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Los talibanes -como les llaman popularmente los cubanos por su extremo conservadurismo– han ido cayendo uno a uno en los últimos meses, a la par que el raulismo afincaba posiciones y/o engrasaba su aparato transicional. Acaba de “colgar el sable” el más internacionalista de ellos, el inefable canciller Felipe Pérez Roque, escoltado por el vicepresidente del Consejo de Ministros, Otto Rivero. Antes habían caído Carlos Valenciaga y Hassan Pérez.

A todos ellos los marcaba un denominador común: habían sido promovidos por el propio Fidel Castro –otro de los caídos, Carlos Lage, que no pertenece al grupo talibán, también fue promovido por el hermano mayor- y, consecuentemente, se caracterizaban por reproducir el talante hosco y el pensamiento vacuo del “máximo líder”. Los caracterizaban, además, unas maneras gansteriles por las que la banda de Raúl Castro, la vieja mafia de la Sierra Maestra, debía sentir algún desprecio, o al menos cierta desconfianza. Ya se sabe que, más que nada, son los polos opuestos los que se atraen.

De manera que una primera explicación a este desmoronamiento talibán podría radicar ahí, en la naturaleza parasitaria y mafiosa del ala juvenil del conservadurismo castrista. Tal vez demasiados adjetivos para describir algo tan poco relevante. Lo cierto es que si ya existía una mafia organizada y probada en mil batallas (los Raúl Castro, Ramiro Valdés, José Ramón Machado, etcétera), y si además los talibanes respondían directamente a un líder que ya no es, lo más natural es que abandonaran el escenario. A la vieja mafia no le interesan demasiado los destinos de la nueva mafia –sobre todo cuando ha sido promovida por un mafioso ya al borde de la muerte-, sino su propia permanencia en el poder y la continuidad de un proyecto contrarrevolucionario que involucra a sus familiares e intereses a largo plazo.

Una segunda explicación a este súbito descalabro talibán es de carácter simbólico, y podría apuntalar, a su vez, la continuidad del proyecto contrarrevolucionario indicado arriba. Indirectamente, el ascenso al parnaso mediático de Barack Obama, su electrizante populismo, la relevancia histórica de su toma de posesión, más los múltiples retos que todo ello impone a un régimen que, como el castrista, vive de la representación y respira por la boca del nacionalismo antiamericano, podrían haber puesto a pensar a la vieja guardia. Era preciso “mover ficha” ante la conmoción obamista, y el raulismo finalmente ha pisado el acelerador de su particular tránsito hacia el cambio cosmético.

En el ámbito internacional, la caída de los talibanes podría inducir la sensación de que algo se mueve en Cuba. Se atisban, en el horizonte, los cambios por tanto tiempo esperados –pensarán los más ingenuos-, pero sólo se trata de perseguir, y ya sabemos que será una persecución infructuosa, una eficiencia económica a la que los Hassan Pérez y Pérez Roque no sabían hincarle el diente. Lo mismo con lo mismo pero retocado, con los viejos perros ladrándole a la luna. Los perros de la Sierra.

Cortesía de Libertad Digital



Sito: Superman superrevolucionario

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un artículo de Joseluis Sito

Entrar a Cuba con un barco a escondidas, subir a las montañas y reclutar a campesinos analfabetos para obligarlos a volverse soldados a las órdenes de comandantes y empezar a pegar tiros a diestra y siniestra, a esto se le llama revolución.

Una Revolución es todo lo contrario de esta guerra civil cubana. Tampoco es una revolución aquello que consiste en cambiar el poder de manos con un golpe de Estado y decretar el país por la fuerza socialista-marxista-leninista.

La revolución cubana es una invención castrista, un mito forjado para esconder la verdadera naturaleza del régimen y sus orígenes. La Historia y los historiadores se encargarán de hacer su trabajo científico y serio cuando llegue la hora. Y está llegando.

La revolución francesa, inglesa, americana y la rusa sí pueden ser consideradas auténticas revoluciones ya que se trató en estos casos de movimientos del pueblo, movilizaciones del pueblo clamando contra un estado y un orden de cosas. La supuesta revolución cubana fue un hecho de militares contra militares, de un grupo de arribistas y ambiciosos deseosos de acaparar todo el poder como en cualquier vulgar dictadura. La dictadura de un Trujillo y de un Castro sólo difiere del color según se vea. Son idénticas estrictamente en su fondo negro.

Pero, claro, decirle a un cubano, aun si es anticastrista, que la revolución es un mito falso y que nunca existió, esto conmueve su orgullo nacional, sus intestinos nacionales hasta lo más profundo. Esta supuesta revolución cubana sirve también para alimentar en toda Latinoamérica mitos comparables a los mitos ancestrales de las antiguas civilizaciones indígenas. El mito del buen salvaje convive hoy en día con el mito de la buena revolución cubana salvadora y redentora. Los Lula, Bachelet, Kirchner y demás políticos izquierdistas sin escrúpulos, necesitan este mito cubano para hacer tragar al público la pobreza de sus ideas políticas y el arcaísmo de sus concepciones.

Hay un artículo de Norman Mailer escrito para la revista Esquire, en 1960, y que se titula “Superman llega al supermercado” (Superman comes to supermarket). En el mismo sentido habría que decir: los superrevolucionarios llegan al supermercado de la superrevolución. Lo cómico del asunto es esta invención superrevolucionaria con su Superman barbudo superrevolucionario. Recomiendo a nuestros amigos del Guamá que nos hagan la imagen de este personaje comic. De este cero a la izquierda.

Hay que ver al Superman barbudo superrevolucionario hablando de las ollas arroceras chinas durante horas. Y de este cero a la izquierda todavía los hay pensando que si se mantuvo en el poder fue por sus dotes excepcionales. Sólo basta recordar estas palabras que el superrevolucionario barbudo pronunció en un discurso del 6 de enero de 1959: “hay una cosa que sé que voy a hacer bien y es la reorganización de todos los institutos armados de la República. Estoy seguro de que no fracasaré en eso, porque ya tengo experiencia sobre eso, porque he adquirido la psicología de los hombres que tienen las armas en la mano, y qué técnica y qué procedimientos hay que seguir con ellos.”

Esto fue lo que le mantuvo en el poder durante 50 años, como a otros dictadores: la fuerza, el terror, la intimidación, las amenazas, los crímenes, los encarcelamientos.

Este cero a la izquierda no supo ni darle de comer a la población, todavía hoy en día con una libreta de racionamiento y viviendo bajo los sistemas de control, vigilancia y terror más eficaces del mundo, con su Villa Marista, su policía "revolucionaria" y sus FAR. En esto no fracasó el Superman barbudo superrevolucionario de la superrevolución cubana.



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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
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