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Una entrevista con Hubert Matos

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El comandante Hubert Matos cumplió noventa años apenas el mes pasado, veinte de los cuales transcurrieron en las prisiones castristas (fue liberado, luego de cumplir íntegramente su condena, en 1979). Su encarcelamiento ha sido, desde que tengo uso de razón, un símbolo de la esencia miserable del castrismo, de lo inhumano que puede llegar a ser el castrismo. Matos fue uno de esos hombres que luchó por los supuestos ideales de la “primera revolución”, hasta que, tras perseguir inútilmente la utopía de un fidelismo “con todos y para el bien de todos”, dio con sus huesos en la cárcel. Uno de los que nunca descubrió que la revolución era cosa de gángsteres.

Un fragmento de su carta de renuncia, que enviara a Fidel Castro en 1959, resulta particularmente revelador:

“Si se quiere que la revolución triunfe, dígase a dónde vamos y cómo vamos, óiganse menos los chismes y las intrigas, y no se tache de reaccionario ni de conjurado al que con criterio honrado plantee estas cosas. Por otro lado, recurrir a la insinuación para dejar en entredicho a figuras limpias y desinteresadas que no aparecieron en escena el primero de enero, sino que estuvieron presentes en la hora del sacrificio y están responsabilizados en esta obra por puro idealismo, es además una deslealtad, una injusticia, y es bueno recordar que los grandes hombres comienzan a declinar cuando dejan de ser justos”.

Castro, que nunca fue grande ni justo, lo metió en la cárcel nada más leer aquello.

Una vez más, Cuba Inglesa agradece la gentileza del periodista de TV Martí Alfredo Jacomino, quien nos cedió la siguiente entrevista. Seguramente, los lectores la disfrutarán con el ardor de su primera entrega:

Una entrevista con Hubert Matos

¿Le hubiese gustado vivir otra vida, sin veinte años de prisión, sin grados de comandante, sin llamarse Hubert Matos?

Es posible que sí, pero el hombre es el hombre y sus circunstancias. Me tocó vivir ésta, y he tratado de hacerlo de acuerdo a mis convicciones, formadas en la niñez y en la juventud.

¿Qué encuentra cuando se mira al espejo?

A un hombre que quiso ser maestro toda su vida. A alguien que ha tenido un montón de experiencias muy complejas, pero que ha tratado de ser siempre fiel a sus principios.

Nombre algunos buenos amigos.

Tengo muchísimos buenos. En mi juventud había uno en mi pueblo, Raúl Milán, hace casi sesenta años que no sé de él, pero lo recuerdo como uno de mis buenos amigos. Y después sería injusto si me pongo a señalar porque tengo muchos amigos de la mejor calidad.

Y algunos enemigos.

Los dos hermanos Castro están indudablemente entre los enemigos que más se han ensañado conmigo. A esta altura veo que van en decaída y me río de ellos, pero no me río de la obra que dejan.

De sus ex colegas de armas que aún están en Cuba, ¿quién considera que tiene mejores condiciones humanas?

No lo puedo decir porque estaría comprometiendo a una gente en la que tengo esperanzas todavía.

¿Su mayor error?

Quizás fue no tener la visión de lo que venía después, es decir, no saber descubrir toda la entraña perversa que había en Fidel Castro. Pero para eso hubiera necesitado ser algo más que una persona humana.

¿Su mayor acierto?

Haber escogido la profesión de maestro, porque creo que nací para maestro. Los años más felices de mi vida los emplee en la educación, tanto enseñando a niños en la escuela rural como formando maestros en la escuela normal de Manzanillo.

¿Guarda muchos secretos?

No creo que guarde muchos secretos. No creo.

¿Cuál es la mayor lección que ha aprendido de la vida?

Que por muy cruel y muy recia que sea la adversidad uno tiene que crecerse interiormente y abrazarse a los principios, y resistir. Hay que ser leal a esas cosas.

Si pudiera volver atrás cincuenta años, ¿qué cosas cambiaría?

No creo que cambiaría muchas cosas. He tratado de vivir de acuerdo a mis convicciones y las cosas tristes y difíciles que he tenido que encarar las he tenido que encarar por no desteñirme.

A cualquier cubano le hubiese gustado ser presidente, ¿a usted también?

Yo lo que he querido ser toda mi vida es maestro. Desde joven soñé que en la vejez tendría un colegio con todos los niveles de la enseñanza.

El peor defecto de los cubanos es…

Quizás tener demasiado personalismo, el creer que uno es un fenómeno y el no ser objetivo para medir las consecuencias de los pasos que se dan.

Cuando se es joven se puede hasta matar por un ideal. ¿Hasta qué edad eso ocurre?

Más que matar por un ideal, creo en matar por razones muy recias, muy fuertes. Los cubanos aprendimos con los ejemplos que nos dieron Agramonte, Céspedes, Martí y Maceo. Aprendimos que la violencia es justa cuando es necesaria, cuando no hay otra vía. Y pienso que si la razón para matar es defender la libertad, la honra personal, en fin, defender la condición de la persona humana, de seguir siendo honesta, eso justifica cualquier tipo de violencia.

Si le dijeran que puede viajar a Cuba por 24 horas, ¿qué lugares le gustaría visitar?

Yo no viajaría a Cuba nada más que para ayudar a mi pueblo a salir de sus cadenas. Pero me doy cuenta que en las circunstancias actuales es inútil, y que a estas alturas probablemente la violencia no sea la mejor forma para salir del problema cubano.

¿Qué es lo más difícil de estar veinte años preso?

Hay muchas cosas difíciles pero, en mi experiencia, lo más difícil fue encarar a diario las ofensas y los golpes. Por eso tuve que apelar en tres oportunidades a la huelga de hambre. Fue decir: o me respetan o me echan a la sepultura.

¿Cómo le gustaría que lo recordasen?

Por encima de todo como una persona que ha tratado de cumplir con su deber.

Si le mencionan la palabra “revolución”, ¿qué le viene a la mente?

Que fue una cosa muy hermosa que los señores Castro prostituyeron.

Dos cartas públicas se escribieron sobre su libro Cómo llegó la noche. Una del doctor Emilio Cosío y otra del capitán Roberto Cruz Zamora. ¿Quién de ustedes se acerca más a la verdad histórica?

¿Dos cartas que escribieron? Bueno, son dos personas que cuestionaron mi carrera. Los dos mienten.

Si usted y Fidel Castro se encontraran nuevamente, ¿le hablaría de recuerdos, de reproches, o de esperanzas perdidas?

Castro no sabría enfrentarme a mí. Yo lo reté estando preso a que se reuniera en Seguridad del Estado conmigo, con cien guardias si quería, que le iba a decir unas cuantas cosas. Yo creo que le diría: sospechaba que eras un bribón, un miserable, un cobarde, pero me quedé corto al imaginar todo eso.

¿Quién es Hubert Matos en pocas palabras?

Un hombre que quiso toda su vida dedicarse al magisterio y ser un ciudadano útil. Yo he tratado de vivir mi vida y creo que la he vivido más o menos de acuerdo a los patrones que marqué en mi juventud.



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Sobre este blog

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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
letrademolde@gmail.com

 

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