Actualizado: 29/04/2024 20:56
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Economía

Pensiones, un dolor de cabeza

Sin andarse por las ramas, Raúl Castro ha venido a confirmar que el futuro de los jubilados es sombrío.

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En el discurso ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, Raúl Castro vino a reconocer que uno de los principales problemas de la economía cubana es el envejecimiento de la población y la incapacidad real del sistema para sostenerse a medio plazo. Los datos ofrecidos en su intervención no ofrecen dudas al respecto.

La esperanza de vida se sitúa en 77,92 años, la tasa de natalidad ha llegado en 2006 a los niveles más bajos de los últimos 60 años, y la población disminuyó en más de 4.000 habitantes, según el censo. Y citando los datos del discurso, la población en edad laboral que alcanzó en 1980 una entrada de 238.000 jóvenes, este año ha sido de 166.000, estimándose un descenso hasta 129.000 para 2020.

Esto significa que en 2025 habrá 770.000 ciudadanos menos en edad laboral que en la actualidad, y de mantenerse la situación imperante, sería mayor el número de personas que finalizan la vida laboral que los que se incorporan.

Sombrías perspectivas para un país que, por otra parte, presenta rasgos que también están afectando a otras naciones, sobre todo de Europa Occidental, donde el envejecimiento de la población se compensa a medio plazo con la llegada de inmigrantes. Posiblemente, si pudiéramos volver atrás en el tiempo y situarnos en 1955, Cuba estaría entre las naciones con saldo migratorio positivo. Pero en 2008, y con un sistema estalinista en proceso de descomposición, ¿quién se puede plantear emigrar a la Isla? Más bien todo lo contrario.

Un problema global, un caso alarmante

Presionado por la necesidad de compensar de alguna forma los generosos ingresos del petróleo chavista, la pléyade de médicos, maestros, técnicos y profesionales que se involucran en proyectos en el extranjero, están dejando la economía de la Isla prácticamente desasistida en numerosas actividades.

El aumento de la población perteneciente al colectivo denominado "tercera edad" es uno de los fenómenos característicos de nuestro tiempo, que obedece a múltiples factores económicos, sociales, culturales y políticos.

Los gobiernos tratan de dar respuesta a los retos planteados por una estructura social más envejecida, diseñando nuevas políticas y servicios, apostando por la diversificación de las fuentes de financiación de la jubilación y la creación de ofertas específicas para la población que llega a esta edad. Muchas de estas iniciativas coexisten en el tiempo con ambiciosos planes de prejubilación, destinados a adaptar la estructura de las plantillas a los requisitos de la competitividad.

En España, por ejemplo, los viajes organizados por el estatal Instituto de Mayores y Servicios Sociales (IMSERSO), para personas de la tercera edad, han servido para romper la estacionalidad turística en numerosas zonas de costa, convirtiéndose en un valioso estímulo para conocer otras zonas y viajar.

En cualquier caso, Raúl Castro ha venido a confirmar que el futuro de los jubilados es sombrío, y no se ha andado por las ramas. El dinero para pagar las pensiones no sólo se puede agotar, sino que habrá que trabajar por más años, tirando por la borda la legislación que desde 1963 otorgaba la licencia laboral a los cubanos de sexo masculino a los 60 años, y a las mujeres, a la temprana edad de 55. La anunciada reforma de la ley de la seguridad social se sitúa en esa línea.

En ausencia de mecanismos compensatorios —no creo que existan ciudadanos que puedan permitirse en las condiciones actuales fórmulas de ahorro o planes de pensiones que les permitan superar los escasos 14 euros mensuales de media, e idéntica con independencia de la vida profesional realizada—, la situación es bastante alarmante, ya que toda la financiación deberá proceder de unos presupuestos públicos que estarán sometidos a numerosas presiones procedentes de todos los sectores económicos y sociales.

En cualquier caso, si la tarta social no aumenta de tamaño, y este es el verdadero problema de la economía cubana, cualquier posible reparto está condenado al fracaso.

Reformas tardías e inadecuadas

En ocasiones se ha hablado de la existencia de niveles de ahorro "ocultos" en la sociedad cubana, cuyo análisis no resulta fácil ante la escasez de estadísticas. Los que defienden este argumento sostienen que una economía que otorga una amplia gama de bienes y servicios a precios subvencionados, limitados por el racionamiento, permite a las economías familiares conservar una parte de los ingresos en forma de ahorro.

Esta idea es cuestionada por el hecho de que la sociedad cubana parte de unos niveles tan bajos de dotación de recursos, alimentos y servicios, que cualquier incremento monetario se tiende a gastar de forma inmediata. De igual modo, el rudimentario sistema bancario y crediticio hace muy difícil determinar la importancia de este tipo de actuaciones.

De cualquier forma, no es fácil para los cubanos saber cuánto tienen que ahorrar para la vejez, cuando el gobierno asume en su totalidad el pago de las pensiones; ni cuál puede ser el poder adquisitivo de las mismas, cuando la inflación en cualquier momento emerge y erosiona el valor nominal de cualquier tipo de renta.

Prolongar la edad laboral es una solución de tipo parcial, que no sólo viene a enterrar para siempre los viejos sueños revolucionarios del "hombre nuevo" del Che, sino que seguramente no podrá aportar efectos benéficos, a no ser que la economía privada de mercado se abra paso en la Isla como consecuencia de una reforma en profundidad del sistema económico.

Lejos está Raúl Castro de saber conducir la nave en estos momentos difíciles, y no parece estar bien aconsejado. Las reformas que se precisan para reorientar la economía hacia el futuro llegan tarde, y no son las más adecuadas.

Hay que ser conscientes de que el sistema socialista no se sostiene en sus fundamentos actuales y se precisa ser más valiente en el impulso de cambios en la estructura de los derechos de propiedad, el libre ejercicio empresarial, la participación de la inversión extranjera productiva y el funcionamiento del mercado.

No se trata de ir hacia el modelo chino, sino de diseñar algo que permita a la economía cubana volver a ser lo que siempre fue, abierta al exterior y competitiva. Cuanto más se tarde en reconocer lo que resulta imprescindible, peor. Ya no queda mucho tiempo que perder.


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