Actualizado: 18/04/2024 23:36
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EEUU, Irak, Obama

¿A las puertas de una nueva ocupación militar de EEUU en Irak?

En la recta final de su mandato, el presidente estadounidense Barack Obama tiene en peligro su legado en la arena internacional

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El pasado 28 de julio The New Yorker publicó un extenso artículo sobre el vicepresidente Joe Biden, en que señalaba que en esta última etapa de la administración de Barack Obama, la opinión de Biden —para mal y bien— contaba menos en las más importantes reuniones de los principales asesores de Seguridad Nacional.

Es más, señalaba la publicación, para el verano de 2014 los principales asociados de Biden —Tom Donilon, Bill Daley y Jay Carney— habían partido de la Casa Blanca y el círculo interno de asesores de Obama —entre ellos su jefe de Despacho, Denis McDonough, y Valerie Jarrett, Benjamin Rhodes y Susan Rice— ya no provenía de los veteranos vinculados al vicepresidente.

La razón del cambio es profunda: el hombre que llegó a la presidencia con la promesa de poner fin a la guerra en Irak, y que al poco tiempo de su mandato recibió el premio Nobel de la Paz, pudiera verse obligado no solo a enviar tropas al país árabe de nuevo, sino a involucrar a la nación en un conflicto similar o peor al existente a su llegada al poder.

Las consecuencias de este fracaso para Obama, en la recta final de su gobierno, se deben en gran medida la visión y el desacierto de Biden, al forzar la elección de Nuri Al Maliki como primer ministro de Irak.

No deja de ser paradójico este hecho para el veterano político. Quien el 31 de diciembre de 2012 había sido caracterizado por The Atlantic, con un titular que se preguntaba ¿El más influyente vicepresidente de la historia?, para responder a los pocos párrafos que “durante los pasados cuatro años Biden había logrado hacer valer su presencia en la Casa Blanca, algo que parecía difícil de lograr, de una forma que no se recuerda en ningún otro vicepresidente”.

La razón para el cambio actual también tiene nombre y apellido, John Kerry, que llegó a la secretaría de Estado con una experiencia con la que no contaba en su momento Hillary Clinton, pero también guarda relación con lo que fue un enfoque desacertado de Biden sobre la situación de Irak.

En una reunión de seguridad nacional, en junio de 2009, Obama se viró hacia Biden y le dijo: “Joe, encárgate tú de Irak”. Tres años después que se había propuesto un plan que le otorgaría a las distintas regiones de la nación árabe una mayor autonomía —el gran problema de Irak es que continúa siendo una nación “fabricada” por Occidente, léase Imperio Británico, en base a regiones no solo disímiles sino opuestas y hasta enemigas entre sí—, el vicepresidente se enfrentaba a la tarea de mantener el país unido. Al final, Biden apoyó un gobierno encabezado por Al Mailiki y le pidió al rival de éste, Ayad Allawi, que retirara su candidatura para primer ministro y aceptara un cargo más bajo.

La confianza de Biden en Al Maliki resultó fatal. En 2011, Al Maliki rechazó pedirle al parlamento iraquí la inmunidad para las tropas estadounidenses y EEUU puso fin a su intento de mantener fuerzas en Irak. En diciembre, Biden visitó Bagdad, para la ceremonia de la retirada de la presencia militar norteamericana, y llamó a Obama para agradecerle por la oportunidad de haberle permitido poner fin a “esta maldita guerra”.

Biden, que aún no ha descartado la opción de presentar su aspiración a la candidatura demócrata en las próximas elecciones presidenciales —dice que tomará la decisión luego de los resultados en las urnas de la votación legislativa este año— siempre se ha sido escéptico, y lo ha hecho saber enérgicamente, al uso de la fuerza por parte de EEUU.

Esa fue su posición en diversos debates con otros miembros del primer gabinete de Obama, ente ellos la excanciller Clinton y León Panetta, el primer director de la CIA de Obama. No resulta extraño entonces que ahora Clinton aparezca con fuertes declaraciones a favor del gobierno de Israel, y que el domingo declarara a la revista The Atlantic que la decisión de EEUU de no intervenir antes en la guerra civil en Siria era un “fracaso”, con lo cual por primera vez se ha distanciado públicamente de la política exterior de Obama, y no solo de Biden sino también de Kerry.

La posición de Clinton —de claro oportunismo electoral— se entiende mejor si se considera que, en este nuevo conflicto, la frontera entre Irak y Siria está colapsando y las dos guerras, que antes eran distintas, se están convirtiendo en una sola.

La responsabilidad de Obama

Por supuesto que la responsabilidad, por parte de EEUU, de lo que ocurre en Irak recae enteramente sobre Obama, y aunque el Presidente hasta el momento ha fijado los límites de la actual participación estadounidense en el conflicto —que no incluye planes para el empleo de tropas en el terreno— hay pocas esperanzas de que se logre un cambio de gobierno efectivo y que funcione dentro de la elite gobernante iraquí y que, en caso de que ocurra, la nueva administración dentro del mismo Partido Islámico Dawa —al que también pertenece Al Maliki— sea capaz de resolver el problema.

Para muchos, esta es una crisis creada por el propio Obama, por no tratar con mayor firmeza de mantener una fuerza residual a finales de 2011 y por su negligencia en reconocer la creciente amenaza de la guerra civil en Siria, que ha terminado por extenderse a Irak. Un Estado en manos de los yihadistas es algo más que la amenaza humanitaria en la que Obama viene enfatizando, señala Peter Baker en The New York Times.

“Esto es un problema de seguridad nacional para EEUU”, enfatiza Ryan Crocker, que fue embajador en Irak bajo el gobierno de George W. Bush y en Afganistán bajo la administración Obama.

Durante meses, el Presidente se mostró renuente a intervenir. Incluso después que el Estado Islámico (EI) se apoderó de Afluya y otras regiones en el occidente del país, al inicio de la confrontación, y avanzó a través de Mosul hacia Bagdad en el verano, Obama se mantuvo pasivo.

Otros creen que no fue hasta que los pozos petroleros, en el Kurdistán iraquí, se vieron en peligro, que Washington tomó la decisión.

Para apoyar este argumento, se refieren al hecho de que el primer bombardeo aéreo estadounidense tuvo como objetivo las baterías de artillería del EI que atacaban posiciones kurdas en Erbil.

Citando a funcionarios cercanos al mandatario, The New York Times informó que la habitual reticencia de Obama a intervenir en Irak no fue vencida “hasta que el EI obtuvo una serie de victorias rápidas y determinantes contra los kurdos en el norte, que han sido un aliado leal y confiable de EEUU”.

Aunque el lunes el secretario de Defensa de EEUU, Chuck Hagel , dijo que los ataques aéreos estadounidenses “han sido muy efectivos”, durante una cumbre bilateral con Australia, en Sidney, en realidad no han logrado detener el avance de los insurgentes del EI.

En el amanecer del lunes, milicianos del EI lograron hacerse con el control de la localidad de Jalawla, a 115 kilómetros de Bagdad, después de semanas de combates con las fuerzas kurdas (los peshmergas), según informó la policía. Los yihadistas suníes han tomado también dos aldeas vecinas en esta zona del nordeste iraquí, de acuerdo al diario español El País.

La caída de Jalawla llega días después de que un terrorista suicida matase a 10 combatientes kurdos en esa ciudad. El domingo pasado, las fuerzas kurdas aseguraron que habían reconquistado dos ciudades del norte del país —tomadas por el EI— por primera vez desde que EEUU lanzó la ofensiva aérea contra los yihadistas.

Queda entonces en pie la pregunta: ¿Hasta dónde Obama quiere o se verá obligado a llevar a cabo esta intervención?

Mientras el Presidente enfatiza que no hay en perspectiva una “solución militar norteamericana” contra la insurgencia iraquí, y sus asesores señalan lo limitado de la operación, también éstos reconocen que hay escenarios en los cuales la presencia bélica de EEUU podría expandirse.


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