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Espías selectos

A pesar del último giro judicial, el caso de los cinco agentes de La Habana sigue siendo un vodevil del castrismo.

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Ya es seguro que Antonio Guerrero integra, con Fernando y René González, el trío selecto de los espías penitentes de la Red Avispa, para los cuales se cumplirá la consigna "¡Volverán!", que Fidel Castro profirió a los tres años de haber sido detenidos en Miami.

El acuerdo difuso entre la defensa y la Fiscalía de remplazar la cadena perpetua de Guerrero por otra condena, cristalizó con la nueva sentencia de la jueza federal Joan Lenard: 21 años y 10 meses de prisión, y 5 años de libertad condicional.

Las nuevas sentencias contra Ramón Labañino y Fernando González fueron postergadas indefinidamente, a instancia de la defensa, por el prurito insustancial de saber qué daños y perjuicios causaron con sus acciones.

Y mientras crece el suspenso por la transfiguración del trío en cuarteto, fuera del escenario judicial continúa la puesta en escena del vodevil castrista, con el entreacto de la demanda del Comité Nacional por la Liberación de los Cinco contra la Junta de Gobernadores para Transmisiones Internacionales, con ánimo de echarle la culpa al mensajero.

El Comité pretende marear a la opinión pública dándole más vueltas al caso de periodistas de medios miamenses que recibían pagos del gobierno de los Estados Unidos por sus colaboraciones con Radio y TV Martí.

Esos periodistas habrían difundido reportajes incendiarios y ajenos a la verdad para envenenar a Miami en contra de los cinco. Se trata de una jugada clásica de la abogacía de manigua: como no prosperó en los tribunales la defensa de que Miami era una sede judicial parcializada, se da un rodeo para sembrar la cizaña de que ciertos periodistas contaminaron el escenario y entonces queda demostrada la tesis de la defensa.

Telón de fondo

Esta jugada la cantó el 30 de agosto de 2006 el oficial del Departamento M-IX (Dirección de Inteligencia castrista) Reynaldo Taladrid, quien se preguntó, en función mesaredondera, "qué pasaría si un periodista de El Nuevo Herald hubiera pedido la lista, que es récord público, de los periodistas de Miami que están cobrando por Radio y TV Martí, o sea, que son empleados del gobierno norteamericano". Tras el escándalo desatado por un reportaje de Oscar Corral (The Miami Herald) al respecto, Taladrid recurvaría con que "lo sabíamos. No lo dijimos por gusto. Aquí no se dice nada por gusto" (Mesa Redonda, septiembre 11, 2006).

En el año del juicio a los cinco (2001) aparecen contratados por Radio y TV Martí decenas de periodistas de Miami. El Comité pretender urdir ahora la falacia de la ciudad envenenada por "mercenarios del imperio" y apuntalar así la defensa de que el juicio en esa sede no fue imparcial.

Esa maraña se hubiera cortado de cercén si los cinco espías hubieran sido juzgados en uno de los tantos lugares de la Florida donde la gente asocia a Fidel Castro con un cantante. Al fin y al cabo, ningún jurado puede tragarse la guayaba de que Castro infiltró sus agentes tan sólo para vigilar a los exiliados cubanos.

Ni siquiera hace falta traer a desertores que atestigüen lo que es comidilla entre segurosos: que el general Jesús Bermúdez Cutido, tras tomar por asalto la Dirección General de Inteligencia en 1989, ordenó meter las narices muy hondo en el Comando Sur. Basta recordar que en Cuba te enseñan desde chiquito que los Estados Unidos son el peor enemigo y, tras refrescar la memoria con Ana Belén Montes en el Pentágono, preguntarse si es posible que los agentes de Castro infiltrados en el sur de la Florida no hayan ido dispuestos "pa´lo que sea, Fidel, pa´lo que sea".

La otra guayaba, la de que los agentes no dieron información clasificada, es vulgar transfiguración de que no pudieron conseguirla, pero… ¿acaso no estaban al acecho? Así consta en las confesiones de las avispas que Castro nunca menciona: Joseph y Amarilys Santos, Nilo y Linda Hernández, Alejandro Alonso, George y Marisol Garí.

Libreto amañado

Castro demoró de 1998 a 2001 en preparar la puesta en escena para la defensa del resto de la Red Avispa; pero si bien suprimió del libreto a los siete actores precitados, pasó por alto que, desde su estatus de espía-poeta, Antonio Guerrero notificó así al mando su amistad con un tal Brian: "Lo más importante: es hijo de un militar jefe en la terminal naval de la base aérea de Guantánamo (…) Debido a los lazos militares de esta relación, continuaremos desarrollándola y ofreceremos información a medida que la consigamos".

Para 1998 Guerrero precisaba que Brian iba "a empezar su servicio militar en la Fuerza Aérea. Me dijo que fue asignado a Texas", e insistía en que "lo más importante es crear una relación que seguramente nos dará importante información en el futuro". Es curioso que Ricardo Alarcón y los demás guionistas del vodevil sobre los cinco no aludan a la mafia terrorista tejana.

Tampoco lo hace el Comité Nacional por la Liberación de los Cinco, que ya mostró, en conferencia de prensa, el mismo estilo del ex director de la Escuela de Inteligencia castrista Néstor García Iturbe, quien descaradamente viene colgando el sambenito de "operaciones especiales de la CIA" a diversos artículos publicados en El Nuevo Herald. El Comité agitó ahora el reportaje Cuba usó alucinógenos al adiestrar a sus espías, publicado el junio 4 de 2001, para tacharlo de contubernio con la Casa Blanca orientado a que cundiera la hostilidad en Miami hacia los cinco.

Para empezar, las colaboraciones de periodistas de Miami con Radio y TV Martí pueden descartarse de antemano como propulsoras del cambio climático hostil en contra de los cinco, porque en 2001 TV Martí no se veía, como de costumbre, y Radio Martí no se escuchaba en el territorio de los Estados Unidos. Para colmo, el reportaje enarbolado por el Comité se basa en el testimonio (verificado por otras fuentes) de un desertor del castrismo a quien García Iturbe no enseñó bien a aguantar la lengua.

Por lo demás, El Nuevo Herald no vaciló en reportar los alegatos de la defensa de los cinco, reproduciendo los calificativos de "patriotas" a los acusados y las críticas al "clima hostil" en que abundaban Leonard Weinglass y los demás defensores para justificar, de paso, a otros cinco: los cinco millones de dólares en que se estiman sus honorarios.


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