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Chago: Sobre una propuesta de retorno, el exilio y sus patriotas

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un artículo de Santiago Méndez Alpízar, Chago

La inercia puede llegar a sostener no el giro del universo, que es mucho más leve en realidad que la mente, sino el peso de una cabeza llena de ideas equivocadas.

Así, se puede uno asomar al valle de la vida y verse, como mínimo, trepado a un mogote y con náuseas. Una flor en casa inapropiada puede ser un objeto de exterminio.

Esta relatividad fuerza a creernos cosas. O a verlas sobredimensionadas. Un rasgo inequívoco del cubano, del cubaneo. La juerga y levedad del cubano que llegara a formal carácter, signo de reconocimiento, distinción para humanos con vocación nocturna y gran capacidad de aguante.

Hay sin embargo un detalle singular del cubano que lo emparenta con otros de diferentes latitudes, haciéndolo uno de los sapiens más adaptables y localizables en lugares muy remotos.

El cubano no viaja: sale en balsa o avión, camiones náuticos, autos de los años cincuenta adaptados para romper las olas y llevar a unos veinte pasajeros. Cualquier tipo de material, objeto o artilugio que flote sirve para ganarse la huída. El cubano “jinetea la pira”. Se la gana mediante Cartas o Cárcel.

El cubano se queda.

Y es ahí donde, según este humilde escritor de versos herrumbrosos -si lo fuere-, se enriquece la variopinta y ya de por sí folclórica exposición cubiche. Sí, pues si hay algo folclórico es el exilio nuestro de medio siglo.

Folclórico en cuanto tradicional y folclórico en su raíz política, que no deja de ser un aspecto fantasmal. El exilio lleva mucho de fantasma. Así sus órganos vitales, los que se supone vertebre y coaccione, son espacios fantasmas.

Revistas, fundaciones, asociaciones, periódicos… no sé cuántos tiene el exilio, todos fantasmas. ¿Cuántos partidos tiene el exilio? ¿Para qué sirven?

Bueno, puedo dejar aparte a algunos restaurantes de Miami y otros de Europa que sí funcionan.

Pero es en la organicidad y en sus intereses donde el exilio hace gala de una nula capacidad para lograr consenso. Es en el planteamiento de una estrategia para dejar de ser exilio. Los posicionamientos más ultra son los que han prevalecido. La política del dale al que te dio, sin poder dar en realidad, no solamente ha logrado el endurecimiento en las relaciones familiares y de toda índole, sino que ha atomizado todavía más la diáspora. Sin dejar de mencionar al que no le dieron, pero quiere dar, pues de tanto decírselo se creyó que le dieron.

Y es que el arte de la espera, del derrumbe, del “eso se cae algún día”, sigue siendo la única política visible. Cualquier intento de proximidad o de insistencia en, por lo menos, formalizar un factible encuentro entre selectos representantes del destierro y los que a día de hoy continúan disponiendo del poder en la Isla, es mirado con recelo en el mejor de los ejemplos.

Sobran casta y batallitas de cada cual. Ya lo decía la poeta: no sé qué nos hace pensar que somos tan especiales.

A esto le sumo la llegada masiva de exiliados por derecho propio. Puede que como yo, aunque sea posible igualmente que no llegue mi pedigrí a la altura de estos que se creyeron un cuento y luego nos lo venden a diario. Brillantes autoexiliados que a fuerza de repetir lo evidente se llenan la boca de palabras gordas. Las medallas del exilio se ganan con palabras gordas también. Con mucha lengua, socarronería y desmemoria se hace carrera de exiliado.

Se sabe la validez de la distancia y el valor de estos individuos. Se sabe que es muy complicado gritar desde “distantes riveras”. Se entiende a quiénes me refiero.

Por ello y cansado de casi todo, la verdad es que vi una gran valentía en la propuesta nada descabellada, menos rara, del Movimiento Retorno, en entrevista al fotógrafo Delio Regueral hace pocos días, en el blog de Armando Añel.

Agrego que la idea venía de lejos. Fue otro fotógrafo, Arles Iglesias, el que me la planteó en forma de pregunta para un Corto hace varios años: ¿Qué pasaría si regresamos miles de cubanos a la isla el mismo día? Esta pregunta reiterada a varios y escogidos entrevistados formaría la respuesta, la propuesta del Corto.

Una pregunta así es menos tendenciosa y temeraria que un bombardeo de alimentos a Cuba. Por ende, menos viable y capaz de aglomerar figuras, nombres de prestigio. La respuesta trae el agravante añadido de arriesgar el pellejo, el propio. En muchos casos volver a arriesgarlo.

Es la idea contraria de un exilio. ¿Cómo el exilio va a dejar de ser exilio por su propia voluntad?

¿Cerramos el timbiriche y nos arriesgamos a que nos soplen unos cuantos e indefinidos años en el talego? Aquí habría que preguntar, también, si no se tiene un poco de miedo a que se caiga el exilio, parecido a como lo hiciera un reconocido músico en Miami.

No son tiempos para ese tipo de patriota. No para el que propone un riesgo total, pacífico.

Menos para el que sabe que para llegar a fin de mes lo único que tiene que hacer es continuar dándole vueltas a la peonza, que es casi un trompo, pero más hembra.

Cortesía http://www.eforyatocha.com/



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El Reducto que los ingleses se negaron a canjear por la Florida

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Autor: Armando Añel

Armando Añel

Escritor, periodista y editor. Reside en Miami, Florida.
letrademolde@gmail.com

 

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