Actualizado: 30/04/2024 23:28
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La columna de Ramón

Carta a Agustín Parla Orduña

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Otra ventaja a su favor fue que entonces no habían muchas trabas para aprender a volar, ni se ponían suspicaces con ello. No era cosa de que un funcionario sospechara que quería ser piloto para irse del país, ni tenía que jurar que lo hacía para combatir al enemigo. Simplemente le salía del mondongo hacerlo y no importaba que en su casa se hablara mal del gobierno.

No sabemos si su vocación se despertó temprano o todo vino por su carácter aventurero. Hay gente que se enrola en cosas tremendas solamente por escapar de una mala familia, o porque la única opción de trabajo es de sepulturero en la Necrópolis de Colón. Hay momentos en que a uno le da lo mismo ser piloto que constructor en el Nepal. Y, en siendo pionero en la materia, tampoco existían los prejuicios que luego vinieron a empañar ciertas cosas.

Nunca he entendido la discriminación que ahora mismo existe entre pilotos y músicos, y eso que ambos andan por las nubes. He visto como excluyen de la radiodifusión a un cantante, sólo porque alguien ha dicho que es un cantante comercial. Sin embargo, se puede ser piloto comercial y hasta ganar un buen sueldo, y a nadie se le ocurre atribuirle su trabajo como un defecto.

Tampoco importó que usted se hubiera buscado enchufes para estudiar la carrera, y menos que lo lograra jineteando a un par de americanos, los aviadores Mac' Curdy y Charles Walsh, de quienes fuera supuestamente traductor de inglés cuando trabajaba en el hotel Perla de Cuba. Le imagino callejeando con los dos yumas por aquellas calles empedradas, limpias, abiertas de bar en bar, metiendo Mac' Curda con Mac' Curdy, y escuchando sus cuentos volátiles.

No me extraña que se ofreciera de voluntario para volar con Walsh en una de sus demostraciones en La Habana. Simplemente se trepó a su chivichana alada y demostró templanza, valor, paciencia y conocimientos del inglés, idioma de vital importancia en las alturas, aunque en momentos difíciles, de máxima tensión y peligro, alivia más un "coño, esto se jodió", que un "oh, my god".

Su historia no abunda en datos. Parece que todo se convirtió en rutina: Parla se trepa, arranca, vuela y aterriza. Algo parecido a un cachumbambé o la descripción de la popularidad de un político: parriba, pabajo, parriba y pabajo. Un día en el piso y otro muy elevado. Y siempre recordándole a los mamelucos insulares que le echaran semillas a las maracas, que usted tenía el uno. Mas no fue tan fácil la arrancada.

Tres meses después de aquel vuelo y del curso, las cosas no tomaron el curso esperado —el que tomaba mucho era Mac' Curdy— y regresó a Cubita con su licencia de aviador bajo el brazo sin encontrar trabajo. Es lógico, todo estaba en pañales. Aunque no es tan grave como que un boliviano retorne a Santa Cruz de la Sierra graduado de náutica, y con aspirantura a Contralmirante. Lo tiran a mondongo, y para sobrevivir, tal vez se tenga que poner a hacer cabotaje en el lago Titicaca.