Actualizado: 06/05/2024 0:13
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La Columna de Ramón

Carta a Sabino Pupo Milián

'Hay quien lucha un día y es bueno. Hay quien lucha un año y se gana un televisor. Pero los que luchan toda la vida, debieran ir a un siquiatra'.

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Digo lo de las consideraciones astrológicas o astronómicas por una cosa muy simple. Un guajiro que descubre la arena siente un cambio telúrico del buche hacia abajo, y se desnuca cuando en la sesera le entra la sensación de que el sol que ponen en la playa no es el mismo que siente junto a "Flor de Oro" y "Campanario". Es el síndrome del yodo.

Los efectos del solazo en la playa no tienen nada que ver con el que lo agarra a uno cerca de la cochiquera, y hasta el caminao cambia, aunque la arena sea densa. Ved gaviotas comiendo sardinas y empieza a discriminar a las blancas garzas con su dieta de garrapatas. Y hasta la misma guajira que en su conuco asoma la trenza por el varentierra, es otra cuando se pone un bikini. A partir de ahí el guacho se hace acuático, como si lo invadiera un tsunami. Máxime cuando se lleva en la hemoglobina el bichito de la dirigencia.

Sin embargo, usted no llegó a ver la ANAP, y eso lo salva un poco. Tal vez por ese determinismo geográfico de haber nacido en Camalote, lo cepillaron antes. Cuando se nace en Camalote es sumamente difícil llegar a Marianao. Casi imposible pisar El Vedado, aunque luego encuentre yo en la prensa cubana que tras el accidente de 1959 Camalote se convirtió en una próspera zona. O el periodista estaba pensando en otra cosa o lo confundió con Frankfurt. Jamás he visto una postal de Camalote, con sus esbeltos e iluminados edificios, sus avenidas anchas, bordeadas de palmeras.

Debo decir que su lucha era justa. La emprendió contra los mandantes de la Manatí Sugar Company, decidido a acabar con sus vicios terrenales. El manatí es un mamífero levemente tonto que amamanta ursula a sus biajacas en el agua en vez de darles sillón como todo mamífero sensato. La Manatí, en cambio, no dejaba mamar a nadie, y destetaba —o detestaba— a quienes se les pusieran por delante con reclamaciones de tierras. Comprendo que esas posturas no dan frutos ni conducen a nada. Sólo se obtiene un poco de tierra encima de uno cuando lo meten en un agujero.

Son riesgos que corre un luchador campesino cuando empieza a reclamar cosas y a pretender deshacer entuertos en un país ciego donde el entuerto es rey. Ya lo había escrito de usted el alemán Bertold Bretch en estos versos que reproduzco con palidez y aportes personales: "Hay quien lucha un día y es bueno./ Hay quienes luchan varios días y son mejores./ Hay quien lucha un año y se gana un televisor./ Pero los que luchan toda la vida, debieran ir a un siquiatra".

Porque luchar un poquito, darle bateo a los poderosos que intentan aplastarnos y poner más caras las guayaberas, es casi un deber moral. Pero empezar a soliviantar constantemente, y a meterle ideas raras al feliz campesino, a contarle que la luz de neón es superior al quinqué, y que el tractor no come yerba ni hay que domarlo mucho, es irresponsabilidad imperdonable. Meter a Carlos Marx en un cañaveral, cuando se pasó la vida sin jorobar el lomo, es un delito. Y de Carlitos se salta luego a Vladimir, ejemplo del proletariado mundial, cuando el bolchevique no agarró un alicate ni para solucionar la gotera de la ducha. Lenin vino a entrar en contacto con el metal el día que le dispararon.