Actualizado: 06/05/2024 0:13
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La Columna de Ramón

Carta a Sabino Pupo Milián

'Hay quien lucha un día y es bueno. Hay quien lucha un año y se gana un televisor. Pero los que luchan toda la vida, debieran ir a un siquiatra'.

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La vida era injusta en su tiempo, es verdad. Muchísimo más injusta tierra adentro —garzas comiendo garrapatas, niños con oxiuros—. Y a pesar de todo, usted podía defecarse en el gobierno de turno en la punta del surco, al menos mentalmente sin temer que una mueca del curtido rostro lo delatara. Inclusive tenía todo el irreverecundo derecho de pensar que las leyes protegían a una elite —es verdad que no conocía la palabra elite, pero podía sustituirla con la expresión "un grupito ahí"— y echar tres carijos cuando se alejara la Guardia Rural.

He analizado su época con nocturnidad y detenimiento, y he podido sacar algunos puntos buenos. La música me reveló algunos aspectos positivos que seguramente no valoró mucho porque su Zenit bielorrusa no tenía pilas. Un tema musical me basta para demostrarlo. Lleva un mensaje en la lectura de sus versos: "Juana camina con la punta el pie, y yo, de medio lao". Dígame si esa letra retozona no expresa expresivamente que en aquellos años suyos se podía elegir el paso, el juego animoso de los pieses y desmarcarse de cualquier meneo oficial. Hacer con el peroné lo que le saliera de la gandinga no le desgraciaba la vida.

Un sistema político donde se puede caminar de medio lao, aunque Juana camine con la punta del pie, es signo de libertad de expresión. Todo lo contrario de "Marchando vamos hacia un ideal…", o "Guerrillero, guerrillero, adelante, adelante, adelante" —¿delante de qué o de quiénes?—, que aplasta por su obligatoria unanimidad, su colectivismo forzoso y su monotonía.

Mire si no lo que le pasó a usted mismo el 20 de octubre de 1948, en los Realengos R y S, cuando unos esbirros le quitaron la vida y la posibilidad de conseguir pilas para su radio y así escuchar a Cascarita, la voz de ese año. Es terrible nacer en Camalote y terminar en un Realengo, que no tiene arena blanca o dorada, ni palmeras para colgar una hamaca, para que el salitre le entre por los pulmones. Hubiera seguido siendo un campesino luchador en vez de un luchador campesino y seguiría en su taburete.

Pero así es la vida cuando a uno se le atraviesa un manatí tan testarudo como la Manatí Sugar Company. Por suerte el gobierno actual no olvidó su sacrificio. No solamente desmanteló aquel monopolio, sino que está acabando con los centrales azucareros, con las siembras, con los Realengos, y con los campesinos luchadores, que si quieren seguir vivos debieran conseguirse una tarraya y mudarse para la playa.

Sin arique ni arecas,
Ramón


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