Actualizado: 27/03/2024 22:30
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Ganó el deporte: Cuba, segundo lugar

Sushi 10, Picadillo de Soya 6. El Clásico Mundial de Béisbol y la pelotización de la política.

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Todos, de La Habana a Union City, desde el D.F. a Sydney, alentaron a la selección nacional o, en su defecto, al equipo contrario. En cualquier caso, me parece hasta saludable que Caimito perdiera el juego final contra Japón. Si ese fue el recibimiento que les dieron perdiendo la final, la victoria habría provocado tales saltos de entusiasmo que la Isla se hubiera hundido.

Por otro lado, está la ganancia espiritual. Piensen en esto: si los cubanos desde siempre nos hemos creído el pueblo elegido y nos la pasamos recordando que Cuba fue el sexto país en utilizar el ferrocarril, el segundo en tener un canal de televisión en colores y el primer país de Latinoamérica en enviar un hombre al espacio, ¿qué pensaríamos si hubiéramos inventado la televisión, el ferrocarril, los viajes al espacio o si el equipo Cuba hubiera ganado el Clásico Mundial de Béisbol?

Si la Isla no se hubiera hundido con los saltos de alegría, no habría podido sobrevivir al sobrepeso del ego colectivo.

El toque de bola: un arma de la revolución

También cabe la posibilidad de que tanto entusiasmo se deba a que en el fondo nadie creyera que el equipo cubano pasaría de la segunda ronda. ¿Nadie? Bueno, había alguien que confiaba desde el principio en el éxito de nuestros peloteros. Ese, sin dudas, fue el Comandante. Porque él no anda creyendo en mitos, ya sea el de El Bistec Que Se Sale Del Plato (con el que siempre ha mantenido un trato personal) o el de la invencibilidad de las Grandes Ligas.

Visionario al fin, fue quien trazó la estrategia para derrotar a peloteros con las dimensiones, el peso y la consistencia de un Chevrolet del 53. Era necesario crear un equipo ligero y rápido que supiera explotar la velocidad en función de la ofensiva, con toques de bola, robos de base y bateo y corrido.

La pelota se juega con el corazón, no se cansaban de decir los peloteros cada vez que tenían un micrófono frente a ellos. Así que para mantener el corazón en forma, el Comandante se dedicó a crear una generación completa baja en grasa. El béisbol, como él mismo ha descubierto, pese a su origen norteamericano es un deporte espiritual: mientras menos materia conformara a los jugadores, más posibilidades tenían de ganar.

Sushi 10, Picadillo de Soya 6

Confirmando la teoría del Comandante, a la final llegaron los equipos más espirituales, no los que estaban llenos de jugadores que cobran en dólares, símbolo máximo del capitalismo. En la final estaba Japón, cuyos jugadores cobran en yenes, y los cubanos que cobran en pesos (una moneda tan espiritual que ya sólo tiene valor numismático), cuando no se ponen de suerte y cobran en jabitas.

Tras convertirse en el favorito de la final, después de dejar en el camino al Asopao boricua y al Mofongo dominicano, Picadillo de Soya cayó derrotado por Sushi. Los japoneses demostraron que a ser espirituales no hay quien les gane. Esa combinación de arroz, algas y pescado crudo los deja bien rebijíos de cuerpo y, por consiguiente, con más espacio para ser ocupado por el alma.

Quizás la consecuencia más peligrosa del torneo es el peligro de que el Comandante decida que a partir de ahora los compatriotas deberán comer bolas de arroz rellenas de chicharro crudo, entizadas con algas. Por supuesto, el problema no es ese, sino que seguramente repartirán ocho al mes, en sustitución de los huevos.