Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Corrupción: el círculo vicioso

¿Está en condiciones Castro de 'tomar el toro por los cuernos'?

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El pasado 17 de noviembre, el Aula Magna de la Universidad de La Habana fue escenario de un extenso, controvertido y amenazador discurso de Fidel Castro. El pretexto de este concurrido acto fue —se dijo— el aniversario 60 del ingreso del "invicto" en el alto centro de estudios. En realidad, igualmente útil hubiese sido la fecha en que mudó el primer diente o estrenó pantalones largos, porque la intención más evidente era anunciar una "nueva campaña contra el delito, la corrupción, y el enriquecimiento ilícito".

En el diario Granma del 18 de noviembre, se publicó en primera plana un artículo de los periodistas María Julia Mayoral y Alberto Núñez Betancourt, con un título que no deja de ser inquietante: "Ratifica Fidel su confianza en que podemos construir la sociedad más justa del mundo".

El apologético artículo trata de resumir en pocos párrafos las más de seis horas de perorata, durante las cuales Castro arremetió contra "los errores internos", indicó "la necesidad de pensar en los males por vencer, incluidos el delito y en particular el enriquecimiento ilícito" y, a la vez, prometió que "las condiciones de vida de nuestra gente seguirán avanzando".

Anunció la "batalla contra el delito y el caldo de cultivo de infinidad de violaciones". "Estamos en batalla contra los vicios generalizados, los desvíos de recursos y los robos, que aumentaron durante los años difíciles del período especial", dijo. Y más adelante, refiriéndose modestamente a su ejemplo, acotó que "sólo la conciencia puede conducir al hombre a los más grandes actos de heroísmo".

Para los que nacimos en los inicios mismos de este largo proceso (que insisten en llamar "revolución"), y hemos seguido en esta especie de vía crucis que parece no tener fin, no es noticia que en Cuba todo está por construir. Lo que no acabamos de tener claro es cuándo se sabrá con certeza que ha sido puesta la primera piedra.

Con un mínimo de memoria podemos recordar aquella famosa frase, acuñada a principios de los noventa: "¡Ahora sí vamos por el camino correcto!", o esta otra: "¡Ahora sí vamos a construir el socialismo!", de la que el gracejo criollo concluiría sabiamente que es mejor comprarlo hecho, porque construirlo resulta muy difícil.

A más de diez años de descubrir (al fin) "el camino correcto", el jefe del laboratorio critica, además, "la errónea idea de quienes pensaron que alguien ya sabía de socialismo, de cómo se construye…". Nada, que ni siquiera los conejillos de indias de este macroexperimento sabemos quién tiene los planos para la sublime construcción, y mientras esperamos por los materiales y se prepara la mezcla, debemos —una vez más— acondicionar el terreno, a saber, erradicar el delito, con el poder invencible que nos dan "las armas morales".

¿Botar el sofá?

Está claro que no se puede conjurar un mal si no se atacan sus raíces, tal y como lo han demostrado las muchas purgas anteriores que han pretendido sanear la economía y la moral social, con saldos muy negativos; toda vez que al incrementar el número de "controladores" (inspectores, policías, cederistas comprometidos, etcétera), estos —a corto o mediano plazo— suelen engrosar las filas de los corruptos al aceptar sobornos u otros beneficios de aquellos a quienes deberían "controlar".

No existe ninguna razón para suponer que no ha de ocurrir lo mismo con los trabajadores sociales asignados a la nueva purificación si, a fin de cuentas, las condiciones socioeconómicas son las mismas y las precariedades van en aumento.


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