Actualizado: 06/05/2024 0:13
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Corrupción: el círculo vicioso

¿Está en condiciones Castro de 'tomar el toro por los cuernos'?

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Es así que se ha establecido una especie de limbo judicial, traducido en una rara tolerancia por parte del Estado, que conoce de la existencia de estas labores ilícitas, y un disimulo cómplice entre estos albañiles, plomeros, carpinteros… semiclandestinos y sus clientes.

Desde los duros años del llamado Período Especial, que marcaron definitivamente la vida del cubano con la generalización de la precariedad, el trabajo perdió su esencia como generador principal de ingresos. Se instauró, desde entonces, una ruptura absoluta en la relación salario-costo de la vida, que aún no ha sido superada, e igualmente se estableció como práctica generalizada la moral de la supervivencia —al decir del periodista Dimas Castellanos—, según la cual cada cubano hará lo que considere necesario para cubrir las necesidades de su existencia.

El 'peligro' de la independencia

Si a alguien se le ocurriera cuestionarse la enorme importancia de las ilegalidades para la supervivencia cotidiana del cubano, bastaría mostrar el desabastecimiento que exhiben hoy los mercados agropecuarios de la capital. La lucha contra el delito incluye la eliminación de los intermediarios y de sus medios de transporte de víveres a la ciudad, con el pretexto de que son ellos quienes encarecen los productos.

Sin embargo, en vista de que el Estado no cuenta con una flota de transporte que haga llegar esos productos a los mercados, los pocos mostradores que aún quedan establecen precios verdaderamente surrealistas, como tomates a 10 pesos la libra, malanga a 5 pesos la libra, yuca a 3, ají pimiento a 4 pesos la unidad, o un pequeño mazo de berro a 4 pesos; ejemplos aislados que sólo sirven para ilustrar pálidamente los efectos más inmediatos de la llamada "batalla contra la corrupción".

La situación, en su conjunto, no significa que el cubano tenga una natural tendencia al delito o que la sociedad sostenga deliberadamente un acuerdo con la corrupción. A fin de cuentas, la malversación, el robo, la alteración de los precios, el mercado negro, son males derivados de una economía deformada a lo largo de décadas, entre otras razones porque no se permite al individuo el desarrollo de sus capacidades y de su creatividad mediante su iniciativa privada.

Sobrevivir al margen de la ley no ha sido una opción para el cubano, sino una necesidad impuesta por las difíciles condiciones de vida y por la tozuda negativa de las autoridades a establecer algún tipo de reforma que revitalice y sanee la economía interna.

El surgimiento de numerosos pequeños "negocios" familiares de discreto éxito, a raíz de la entrega de licencias que tuvo lugar en los años noventa, demuestra que los cubanos son capaces de esforzarse con su trabajo y prosperar económicamente sin colgar de las espaldas del Estado.

Pero es precisamente a eso a lo que más teme el gobierno: el individuo económicamente independiente desarrolla también un pensamiento libre. Algo demasiado peligroso para el poder instaurado en el trono desde casi medio siglo atrás.

Entre tanto, el máximo líder declaró en su larga comparecencia: "estamos en condiciones de tomar el toro por los cuernos", declaración tan ajena a la realidad cubana como parece estarlo él mismo.


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