Actualizado: 02/05/2024 23:14
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Sociedad

Cuando el río suena…

Las viviendas cuestan mucho y primero está lo coyuntural: la 'Batalla de Ideas'.

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Resulta que además de lo erróneo y perjudicial del concepto de marras, con el mismo se designa un conjunto de obras como hospitales, policlínicos y albergues para los venezolanos, propias del Ministerio de la Construcción —que no ha sido disuelto—, y obras que el Estado ha situado por encima de una necesidad que casi raya en tragedia: la vivienda, que en la lógica de conservar el poder, no califica entre las prioridades a las que se dedican los constructores profesionales.

El programa habitacional, deducido del punto anterior "retoma el propósito de conceder a las familias papel principal como ejecutoras de los inmuebles donde van a residir". Esta decisión, al menos en las ciudades donde se requieren planes directores y exigencias urbanísticas, la construcción por las familias se limita a erigir casas individuales sin tener en cuenta la necesidad de edificaciones múltiples de varios pisos. Para ello sería necesario, al menos, junto al derecho ahora inexistente para que varios vecinos se asocien, emprendan la obra conjuntamente y contraten a profesionales que tampoco gozan de esos derechos y libertades.

No queda explícito de dónde se retoma el papel principal de la familia, pues en la historia constructiva de viviendas después de 1959, ésta fue sustituida por el Estado paternal. Sería más valiente reconocer que la decisión proviene del fracaso del Estado en su intento de resolver por sí solo el complejo problema de la vivienda; un propósito que al sobrepasar sus posibilidades se desliza hacia la familia, pero sin brindarle a ésta los derechos y la autonomía para participar de forma paralela y activa en un asunto tan vital.

¿Marcha del plan?

El cuarto aspecto se refiere a la marcha del plan de 2006, según el cual deben terminarse unas 119.000 viviendas. Aquí se mezcla la información acerca de nuevas construcciones con las cifras de viviendas reparadas, lo que no permite evaluar la marcha del plan. Resulta que una parte considerable de las casas terminadas son reparaciones efectuadas incluso con las familias dentro del inmueble y no de nuevas construcciones, como lo reconoce la periodista al decir que "no hay todavía un aporte significativo de las nuevas capacidades para atenuar el déficit habitacional existente en el país".

En cuanto a las reparaciones, expresa: "el elevado cumplimiento de las proyecciones no significa que se haya podido atender las necesidades de incontables familias, cuyas casas llevan años en regular y mal estados. Ha habido que concederle prioridad a quienes resultaron damnificados por los huracanes", y agrega: "Si vemos la conservación y la rehabilitación en conjunto, el 45% de las obras ejecutadas en esos 10 meses estuvieron dirigidas a arreglar y a reponer techos devastados por los ciclones".

Es decir, ahora —cuando restan sólo cuatro meses para su cumplimiento— no se trata de cien mil nuevas viviendas, sino esencialmente de reparaciones; y no sólo de reparaciones, sino esencialmente de las viviendas dañadas por los huracanes. Una vez más queda demostrado que sin la verdadera participación ciudadana y de la sociedad civil, sin los correspondientes derechos y libertades y sin el restablecimiento de la relación entre salario y costo de la vida, será imposible cumplir la meta en cuanto a cantidad, mucho menos en cuanto a calidad, en ausencia de constructores profesionales. En fin, que las viviendas cuestan mucho y primero está lo coyuntural: la batalla de ideas.


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