Actualizado: 08/05/2024 7:38
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Historia

El mito de la igualdad

Discriminación e injusticias: el devenir de la población negra en la Isla desde la Colonia a la República.

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Morúa Delgado, que desde 1880 venía oponiéndose a la creación de asociaciones raciales, presentó ante el Senado, en febrero de 1910, una enmienda adicional al artículo 17 de la Ley Electoral que consideraba "contraria a la Constitución y a la práctica del régimen republicano la existencia de agrupaciones o partidos políticos exclusivos por motivos de raza". Enmienda que fue aprobada y a partir de la cual el PIC quedó proscrito.

Los últimos intentos de "solución" —el compromiso de derogar la Ley Morúa si el término de "color" se eliminaba de la denominación del Partido, y las gestiones de Salvador Cisneros Betancourt para evitar la salida violenta— fueron rechazados en concordancia con nuestra cultura intransigente del machete como paradigma de solución.

A ello se unió el discurso inoportuno de líderes del PIC, que amenazaron con la violencia y con matices raciales que fueron aprovechados por la prensa para alimentar el miedo al negro. Por ejemplo, Previsión, órgano del PIC, el 10 de noviembre de 1909 publicó lo siguiente: "Todo hombre de color que no mate instantáneamente al cobarde agresor que lo veje en un establecimiento público es un miserable indigno de ser hombre, que deshonra a su patria y a su raza". En ese contexto, los Independientes de Color lanzaron el grito de "guerra o abajo la Ley Morúa", pensando más en la derogación de la ley que en una guerra.

El desenlace

El desenlace se dio con la reconcentración, como en tiempos de Valeriano Weyler, que afectó a decenas de miles de familias campesinas; la distribución de miles de rifles (9.927 en Oriente) entre ciudadanos blancos, de tal forma que el control social se definió en términos raciales y se presentó como un acto de patriotismo; y por último, la suspensión de las garantías constitucionales, que permitió al ejército iniciar una despiadada represión sin tener en cuenta la inocencia de las víctimas.

Según cifras oficiales, de una parte hubo 2.000 muertos, aunque hay historiadores que refieren entre 3.000 y 6.000; y de la otra, 12 muertos y 31 heridos entre guardias y voluntarios, mientras las armas ocupadas a los alzados fueron menos de 100 revólveres y unas decenas de machetes, escopetas y fusiles.

Aquel monstruoso crimen confirma las palabras de Jorge Mañach en la Universidad del Aire: "con la república no basta: la república no es más que una forma. Cuando una forma se ha llenado de sustancia espiritual y social, cuando se ha integrado y solidarizado cabalmente de modo que no haya vacíos ni tensiones en ella, cuando no sólo se siente vivir en sus recuerdos, sino también en su voluntad creadora de futuro, esa entidad histórica ha alcanzado la dignidad de la nación". Sueño aún pendiente de realización.


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