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En primera persona

Sanidad y alimentación: Los sueños del Comandante y las pesadillas de la población.

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Las operaciones de cataratas a venezolanos han provocado la suspensión de esas intervenciones y de otras relacionadas con la vista, para los cubanos, hasta nuevo aviso. Presencié, en un policlínico de La Habana Vieja, el momento en que un oculista le explicaba a una madre que la operación de la córnea de su hijo tenía que posponerse por tiempo indefinido, porque ahora sólo podía operar a venezolanos de cataratas. Cuando la señora y su joven hijo, de sólo 21 años, le preguntaron que para cuándo podría ser, el doctor, muy apenado, les dijo que no sabía, que lo llamaran a su casa, que posiblemente sería para el año próximo.

En el Aló Presidente del domingo 21 de agosto, los presidentes de Cuba y Venezuela anunciaron que se acababa de llegar a la cifra de 50.000 venezolanos operados de cataratas, e interrumpían, de rato en rato, la interminable comparecencia para decir: "ahora nos acaba de llegar el dato actualizado, ya vamos por 50.128", como si estuvieran en una desenfrenada carrera de velocidad, y alardearon de que, en un solo día, se habían operado 1.648 pacientes. Si usted divide 600.000 entre 365 días del año, obtendrá la "genial" cifra de 1.644: "Elementary, my dear Chávez", diría nuestro Einstein caribeño. Así hacen los cálculos: "Si en un día hacemos tantos, en 365 hacemos más cuantos", muy científico…

Vivos… de milagro

Los oftalmólogos cubanos están sometidos a un régimen de tensión insoportable y ya se han dado casos de médicos que, sencillamente, se han enfermado porque no han podido soportar ese ritmo de trabajo. Esperemos que esas intervenciones sean exitosas, aunque tampoco hay que ser muy científico para darse cuenta de que no es posible mantener la calidad necesaria con ese nivel de precipitación quirúrgica. Un amigo me comentó hace poco que la Operación Milagro era una bobería si se comparaba con otra que el Comandante había llevado a cabo durante estos 46 años. "¿De cuál hablas?, le pregunté con ingenuidad". "De la 'Operación estamos vivos de milagro'", me respondió, con una sonrisa algo tristona.

Claro, para llevar a cabo estos planes hace falta más médicos, no sólo médicos cubanos. Ya los presidentes en cuestión han meditado sobre eso y han tomado medidas. La cantidad de futuros estudiantes de medicina aumenta de forma totalmente desproporcionada y alarmante. En el periódico Juventud Rebelde, del día 23 de agosto pasado, se refiere que en el famoso Aló Presidente, Chávez recordó (ya Castro lo había dicho, muchas veces) que se graduarían 100.000 médicos latinoamericanos en 10 años.

Pero en su despedida, en el Aeropuerto Internacional José Martí, el propio Chávez reiteró que "el propósito de Cuba y Venezuela es formar, para los próximos 10 años, 200.000 médicos de América Latina, el Caribe y otras regiones", o sea, duplicó la cifra en menos de 24 horas (a no ser que sea un error de los periódicos Granma y Juventud Rebelde…). Da lo mismo 100.000 que 200.000 (¿podríamos llamarles "médicos emergentes"?), también hay que formarlos de corre-corre.

El asunto es que el mandatario venezolano pueda ofrecer "soluciones" populistas esperanzadoras, ofrecer la asistencia de los médicos cubanos, como si fueran de su propiedad, a toda América Latina, Estados Unidos y Canadá, y mantenerse en el poder indefinidamente, como le ha enseñado su amigo y mentor, el Comandante en Jefe.

¿Quiénes serán los profesores de estos futuros galenos? Si de algo podía vanagloriarse nuestro país, era del alto nivel de sus médicos, garantizado por la calidad histórica de sus profesores. No se puede olvidar que, en 1959, Cuba era un país que se destacaba por el prestigio incuestionable de sus facultativos.

Sin embargo, en estos momentos, los estudios superiores de medicina se han extendido a los municipios, o sea, los alumnos no tendrán delante de ellos a los experimentados, imponentes y muy respetados profesores titulares, sino a los médicos que "les toquen" en sus policlínicos municipales, sin olvidarnos de las clases por televisión que recibirán, incluidas las de laboratorio. Además, ahora, según se rumora, la carrera de Medicina se ha reducido en dos años, se ha eliminado la categoría de Médico Residente y se ha acortado el tiempo de estudios para las especialidades.

Lo que dice el noticiero

¿Cuántos profesores se necesitarán para formar todos esos doctores "de América Latina y el Caribe"? ¿Cuántos médicos cubanos impartirán clases en Venezuela y en "otras regiones"? ¿A cuánto ascenderá la cifra de estudiantes en la Escuela Latinoamericana de Medicina? ¿Las reducciones en los tiempos de estudio de la carrera y de las especialidades, no afectarán la excelencia de los futuros egresados?

Pero no hay que preocuparse demasiado si los improvisados doctores no se gradúan con el nivel de antes, lo importante es cumplir la cifra de 200.000 médicos en 10 años, tanto cubanos como latinoamericanos. La calidad de los jóvenes galenos cubanos, hace ya un tiempo, ha decaído notablemente, algo muy grave y triste y que, por desgracia, ya ha causado serios problemas y unas cuantas muertes.

Por eso, como comencé diciendo, es mejor ver la televisión. Allí los sueños del Comandante son una realidad, al menos, una "realidad virtual": los hospitales se ven muy bonitos, están limpios y todos sus equipos son nuevos y funcionan perfectamente; los médicos son amables y eficientes; las enfermeras, enfermeros y el resto del personal, todos, están siempre de muy buen humor; los laboratorios de los hospitales están inmaculados; nuestras estadísticas de mortalidad infantil son impresionantes, somos una "potencia médica", sin dudas.

Porque cuando apaguemos la televisión, no nos quedará otro remedio que suplicar al cielo que, por favor, no se nos enferme ningún familiar querido, para que los maravillosos sueños del Comandante no se nos conviertan en una espantosa e interminable pesadilla.


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