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Historiador, La Habana, Eusebio Leal

Eusebio Leal: notas al desparpajo

Fallece en Cuba Eusebio Leal, historiador de La Habana

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La muerte de Eusebio Leal Spengler (ELS) ha servido para que el desparpajo historiográfico siga como disentería digital con evacuaciones como ésta: “cambió el orden de sus apellidos en reconocimiento a su madre y señalamiento al padre descuidado; circunstancia que contribuyó a la forja de un hombre vital” [1].

Semejante bolo no se compadece, venga de Zoe Valdés o de quien sea, con que la madre del finado Historiador de La Habana (HLH) se llamaba Silvia Spengler. Vayamos ahora a esta narración de la génesis de ELS como HLH, que medios y redes sociales difunden copiando a mansalva de Wikipedia o Ecured:

  • “De formación autodidacta, a los 16 años comenzó a trabajar en el gobierno municipal donde alcanzó el nivel de sexto grado”. Así tenemos que el gobierno municipal era una suerte de escuela primaria y ELS se graduó de sexto grado antes de cumplir 17 años, el 11 de septiembre de 1959, pero...
  • “En 1959 comenzó a trabajar en la Administración Metropolitana de La Habana; y en 1967 fue designado Director del Museo de la Ciudad de La Habana, sucediendo en el cargo justamente al Dr. Emilio Roig”. La Administración Metropolitana de La Habana no era otra cosa que el gobierno municipal y así tenemos una redundancia que introduce confusión, amén de que como Roig falleció en 1964 queda sin aclarar por qué la sucesión por ELS sobreviene dizque en 1967, aunque el propio ELS declaró que se hizo cargo en diciembre de 1968 y sentó “las bases de la Oficina del Historiador en 1969”.

Para llegar a orígenes

Lo cierto es que Silvia Spengler trabajaba en la casa de un arquitecto por Calle O e Infanta, quien tenía una buena biblioteca y el niño esperaba allí, leyendo, a que su madre terminara las labores, en vez de irse a mataperrear. Y así comenzó ELS a adquirir ese caudal admirable de cultura, pero que a los 16 años no bastaba para empleo seguro.

ELS era también asiduo a la Iglesia y usó de la palabra, en nombre de la Juventud Católica, en uno de actos públicos de 1959 por el 26 de julio. Allí estaba José “Pepe” Llanusa, uno de los comisionados —sustitutos del alcalde— del Gobierno Revolucionario en el municipio de La Habana. Al terminar el acto, ELS abordó a Llanusa para plantearle que no tenía trabajo y a principio de agosto de 1959 ya estaba de inspector (otros dicen que de mecanógrafo) en el Departamento de Ingresos del Gobierno Revolucionario Municipal.

La sede del gobierno era el Palacio de los Capitanes Generales. Aquí el bibliófilo ELS dio con los libros de “Emilito” Roig y de ellos saltaría a la propia Oficina del Historiador de la Ciudad de la Habana (OHCLH), sita con biblioteca y archivo en la planta baja de la Casa Lombillo (Plaza de la Catedral) junto con el Museo Municipal.

Allí ELS forjó amistad con Roig, así como con su referencista Alfredo Zayas [hijo del presidente (1921-25) apodado “El Chino de la Peseta”], la bibliotecaria Victoria Valle y la secretaria Gladys Monteagudo [hija adoptiva de Roig]. Y por este último hilo llegaría al ovillo que propiciaría el ascenso de ELS a HLH: María Benítez, compañera y luego esposa de Emilito.

Contra viento y marea

Emilio Roig de Leuchsenring fue nombrado Historiador de la Ciudad de La Habana el 1 de julio de 1935 por el alcalde Guillermo Belt. En 1938, el alcalde Antonio Beruff subió la parada con la creación de la OHCLH como organismo municipal autónomo. A poco de fallecer Emilito, el 8 de agosto de 1964, Julio Le Riverend Brusone, quien desde 1962 doblaba como Director del Archivo Nacional de Cuba y del Instituto de Historia de Cuba, tomó por asalto la oficina.

ELS acudió a la viuda y ambos formaron dupla para cabildear entre los amigos de Emilito que detentaban el poder político. Juan Marinello y Carlos Rafael Rodríguez dieron enseguida su apoyo y los demás, muchos a regañadientes, tuvieron que rendirse ante el argumento crucial de María Benítez: la OHCLH merecía continuar como organismo autónomo. El corolario no podía ser otro que la sucesión de Emilito por quien se había dignado a defender su legado. Hacia 1969 ELS traía ya de vuelta a Zayas, Victoria, Gladys y otros, como el fotógrafo Benjamín Castillo, para refundar la OHCLH que Le Riverend Brusone pretendió escamotear.

Coda

Lo demás es historia bien sabida, que como muchas otras la cubichería se encarga de trastocar más allá de puntos criticables como la guataquería historiográfica y otros. Vendrán opinantes y comecandelas con sus chismes y disparates [2], pero cuando acaben de morder a ELS y de recortarlo a su gusto, aún quedará asunto para hablar de su proeza.

Notas

[1] El lector puede googlear para dar con autores y cómplices de este crimen historiográfico. Si quiere repasar el currículo de vida, puede hacer clic aquí.

[2] Anda por ahí que Raúl Castro se fijó en ELS a fines de 1986 cuando Felipe González visitó Cuba y ESL sacó el tema de que España devolviera a Cuba la montura de Antonio Maceo —por lo demás falsa— que se exhibía en el Museo del Ejército (Madrid). Como si Raúl y Fidel no hubieran tenido desde mucho antes ocasión de sobra para fijarse en quien conseguía fondos afuera para remendar La Habana y con sus relaciones públicas llevó en 1982 a colarla en la lista del Patrimonio de la Humanidad (UNESCO) para obtener aún más fondos.


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