Actualizado: 28/03/2024 20:07
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A debate

Carta para no ser un espíritu prisionero

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"Desactivar" es una palabra ajena. Un escritor vive siempre de otros; se activa con otros, y no se desactiva, sin desactivar también al conjunto con los que se formó, compró libros, discutió autores, sus vidas. Para el arte no existe ese término que no pertenece al rango de lo estético. Un escritor que ha emprendido esa tarea con su destino no se desactiva ni después de muerto, pero al hacerlo por decreto, nos desactivan en espíritu con él; en espíritu con los que habitan los libros que él nos prestó, las ideas y las historias que compartimos juntos. Pues, no hay reglamento ni código que ponga en práctica esa palabra que no puede existir más que para las bombas, las maquinarias, los artefactos, no para las voces de una nación. Porque estaríamos desactivando toda la literatura acumulada con él (en él) y desmontando todo ese engranaje de pasado y sabiduría.

Escribo esta carta para recordar otras escenas en las que no participaron Pavón y sus acólitos, pero donde estuvieron presentes también. Se es cómplice de manera retroactiva. Se es cómplice (hasta sin querer) en la futuridad. Hay imágenes pirograbadas en el interior de nuestras mentes que son modelos que debemos vencer. "Vigilar y castigar" son modelos que debemos vencer; miedos que debemos vencer para acercarnos al riesgo de la verdad. Horrores que debemos vencer y que no se vencen con formalidades, con compromisos, decretos, desactivaciones. La salida fácil y abrupta del ahora, será un hueco negro en nuestras cabezas, una oscuridad más, y toda dureza pone a relieve la fragilidad de otro acto oscuro y tenebroso. Sólo redes extendidas con flexibilidad harán posible un tejido sin grietas.

Odio esta grieta en mi escritura, en mi vida. La grieta de la pérdida de la confianza; de la vida que otro está viviendo sin mí, en algún libro, en cualquier pasado que ahora recuerdo. Mi silencio determinaría también la atrocidad cometida, el dolor. Obedezco sólo a los muertos ilustres de los anaqueles, a sus voces que dicen: "todo lo que ha sido relatado es —infinito. Así, un crimen no confesado, por ejemplo —continúa". No quiero tener mi espíritu prisionero, no hay prisión peor que esa, la del espíritu. Uno está preso en uno mismo, incapacitado para decir o hacer, sentir o pensar. Uno se convierte en un títere, en un zombi, en un mendigo. Un escritor no vale dos fragmentos de un periódico cualquiera. No hay expulsión para una obra; para cada detalle logrado de un oficio que cuesta la vida. Cuidar la página, el poema, la opinión, los desafíos a la realidad, las posturas y la ambigüedad, incluso, las equivocaciones, las diferencias políticas y los "No". Ese "non rifutto" del poema de Cavafis.

TEMA: La exaltación de ex comisarios políticos

He obtenido algunos premios literarios, pido el premio mayor para un artista: el del respeto por uno, en todos y por las diferencias. La patria de un escritor es la misma, pero a la vez, doble y distinta, por ser una patria también mental. Sacarlo de esa primera patria no cuesta mucho: visas, permisos, pasaportes, es fácil. Sacarlo de la patria del escritor, no sostenerlo en ella, divorciarlo de su contexto es un crimen contra esa legión que vigila desde los anaqueles y por ellos, por los que de sus libros no se podrán sacar ¡jamás!; por todos esos muertos que ya no juzgamos más que por sus obras, hay que sostenerlo, a uno, en muchos, a todos, en alguno, aunque cueste toneladas de diferencias y sutilezas.

Durante noches de desvelos ha quedado claro dentro de mí el lugar de una mancha que no me pertenece. ¡No quiero esa mancha!, la discutí con todos los argumentos que tuve en cada oportunidad, pero no quiero ser cómplice de ella, aun sin quererlo. Tampoco hubo reuniones posteriores donde pudiera tratar ese tema, porque no hubo más reuniones desde entonces y ¡pasaron cuatro años! que decidieron mi separación afectiva del conjunto que decidió aquella sanción y asesinato: y el No. Hoy, mientras leo correos y correos llegados de diferentes partes pidiendo una sanación (y para curar hay que raspar primero y duele), pienso en lo que sintió Antonio José Ponte cuando ninguna de sus cartas a los escritores del gremio fue respondida. Pienso en Heberto Padilla, que no pudo volver físicamente a la Isla cuando ya estaba muy enfermo.

La poesía tiene una libertad que no le está conferida más que a ella. En nombre de esa libertad (utópica) que da la poesía a un artista, condeno la medida tomada con el creador de Corazón de Skitalietz, de Cuentos de todas partes del Imperio, de Contrabando de sombras, de Las comidas profundas, de Asiento en las ruinas, de Un seguidor de Montaigne mira La Habana, de In the cold of the Malecón, de El libro perdido de los origenistas, de La fiesta vigilada, y apelo hoy (en el 2007), como si no hubiera pasado un segundo (porque este tiempo está medido por el destino del arte y los artistas trabajan "para la eternidad"), al espacio de reflexión pequeño todavía, incipiente, creado a partir de la crítica al pavonato reactivada por un grupo de escritores y artistas cubanos, para devolverlo a él (simbólicamente), y a otros, a la única patria de los escritores de todos los tiempos y lugares: la patria de la página de la cultura a la que pertenecen.

Si no existe un espacio público para la defensa de los artistas; para sus ideas; el lugar para una amplia polémica del espíritu, las diferencias, la crítica y la confrontación del pensamiento reactivado a cada momento, entonces, ¿qué nos guarece?

Y lo que me pregunto cuando otros ejemplos salen a flote y tantos silencios se rompen por una vía inusual (ya que carecemos de otras vías para nombrarnos intelectuales), es qué cosa somos. No es un problema de este nombre hoy o de aquel otro de ayer; de los rostros que detentan el poder por un tiempo, sino del mecanismo de los relojes que dicen: detener, expulsar, reprimir. De la legalidad con la que el artista pueda defender sus utopías y hasta sus negaciones. Aunque no son problemas que atañen sólo a los artistas y escritores: es un problema de todos. Porque mientras quede una paja o basura en el ojo de alguno, no habrá visión para construir esa cabaña de Dersu Uzala, si antes no limpiamos bien la montaña que hay que escalar juntos, sin límites geográficos, mentales o políticos (los de adentro, los de afuera); si no pensamos en qué vamos a legarles a los que vendrán y con qué hojas prenderán ese fuego de la cultura, nos quedará sólo el vacío estéril del silencio por juez.


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