Actualizado: 23/04/2024 20:43
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Con ojos de lector

Cenizas y diamantes

En su segunda novela, Senel Paz vuelve con otro estilo y desde una nueva perspectiva al ambiente y los personajes de sus obras anteriores.

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Mucho de lo que sucede en En el cielo con diamantes es, al igual que ocurre en el Quijote, ilusión o mistificación, y parte de lo narrado posee un significado cambiante e incierto. Eso responde a que en la novela de Paz palpita la conciencia narrativa que domina en la de Cervantes (según Mario Vargas llosa, el gran tema del Quijote es la ficción, que va contaminando la realidad). En los capítulos correspondientes a David, asistimos al making off, a la redacción de la novela que él escribe. Lo resume cuando se reconoce como "un narrador que contaba la vida de un muchacho que era yo mismo".

Otra manera que David adopta para recrear sus experiencias es la de describir los hechos como si se tratara de una película inspirada en ellos. Es así, por ejemplo, como describe su llegada a la beca: "¿Va usted a derrumbar la puerta?, dijo la conserje asomando su desgreñada cabeza; ¿cree que somos sordos o qué? En ese momento, alguien debió gritar, ¡ Corten!, como en el cine. Así no podía comenzar el segundo capítulo de su vida, aquella vieja antipática no podía ser quien lo recibiera, el primer personaje en aparecer. El director se habría acercado y le habría dicho, Daniel (así se llamaría), no pidas disculpas; David (así se llamaría el personaje) no lo haría así ni así está escrito en el guión; él es tímido, pero orgulloso". La faceta de guionista del autor contamina también la novela de planos, encuadres, secuencias, luces, y son abundantes las referencias a películas y directores.

Esa diversificación de las estrategias narrativas y los puntos de vista no constituye el único aspecto significativo que diferencia a En el cielo con diamantes de las obras anteriores de Paz. Otro, no menos importante, es la incorporación al tapiz textual de estilos y tonos nuevos en su escritura. Paz adopta, en primer término, una prosa que se sirve de la oralidad y del habla popular cubana. En ese acercamiento lingüístico a nuestra realidad, no vacila en dar cabida al lenguaje más grosero y malsonante, y que casi siempre está relacionado con el sexo. Arnaldo es, por supuesto, quien más lo emplea, confirmando de ese modo algo que David apunta al referirse a aquellos años: "La cantidad de cochinadas que podías oír y ver en los dormitorios, el patio de deportes o cualquier sitio donde nos reuniéramos los varones no te las podrías creer. Aquella fue la época en que las palabrotas y los malos modales se pusieron de moda, como distintivo de los nuevos tiempos".

La escritura aluvional, uno de sus principales aciertos

Tratándose de una novela en la cual la iniciación sexual del protagonista tiene cierta importancia, es lógico que su autor incluya en ella varios pasajes en los cuales el sexo constituye el centro. En ese sentido, opino yo, se excede un poco en cuanto al número de páginas que le dedica a lo largo de En el cielo con diamantes. Sobre todo, si se toma en cuenta que la inmensa mayoría se refieren a Arnaldo. Con esto he llegado a uno de los principales reparos que cabe hacerle a la novela de Paz: la falta de contención y medida. La traje a colación respecto a las escenas sexuales, mas se extiende a otros aspectos.

Paz posee un admirable talento para el humor, y aquí lo confirma. Sin embargo, hay varios chistes y expresiones ingeniosas que repite en varias ocasiones, olvidando que su efectividad literaria es similar a la del cianuro: sólo se pueden utilizar una vez. Para hacer más explícito lo que quiero decir, copio algunas reiteraciones de una de esas frases: "En ese momento, en el reloj de pared del comedor de mi casa sonaban las cinco campanadas de la tarde, las dos de la madrugada del siguiente día en Nueva Delhi"; "Por nada del mundo le hubiera ayudado a lavarse la cabeza aquella tarde cuando me lo pidió, a las cuatro y veinte, una de la madrugada en Islamabad, Pakistán"; "Eran las tres y diez en el reloj despertador, las tres y diez en La Habana, las cuatro y diez en Buenos Aires, las ocho y diez en Liverpool, las diez y diez en Kiev, las doce y diez en Nueva Delhi"; "Las diez de la noche en la posada, las once de la noche en Río de Janeiro, las tres de la madrugada en Madrid y Liverpool, las cinco de la mañana del siguiente día en Damasco, Siria".

Me referí antes al lenguaje que Paz emplea en su novela, y que cristaliza en una escritura aluvional que constituye uno de sus mejores aciertos. Sin embargo, no consigue igual balance estético cuando aplica ese principio a la narración, que sobrecarga innecesariamente de injertos intertextuales, homenajes, guiños y citas (si se adicionara al final una lista con los nombres de las personas mencionadas, ocuparía varias páginas). En muchos casos, se trata además de muestras de un humor intrascendente y de muy limitado alcance. Todo eso hace que, a ratos, el nudo argumental se pierda en sus propios meandros. ¿A qué necesidad interna del texto responde, por ejemplo, la Historia de mi tío Rodolfo y su novia Zaida, intercalada en el capítulo 7? ¿Por qué alargar en demasía el incidente de la Cinemateca que se cuenta en el capítulo 27? A lo largo del proceso de redacción de su novela, David se pregunta más de una vez: "¿era aquello interesante?. ¿merecería figurar en una novela?". Interrogantes como ésas debió haberse formulado Paz al escribir la suya. De ese modo, habría eliminado todas esas ramificaciones parásitas que deslucen y dilatan en exceso En el cielo con diamantes.


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