Censura, ¿estás ahí? (III)
El cine tuvo el infausto privilegio de haber sido la primera manifestación artística que concitó el gesto punitivo de los comisarios retrógrados e inquisitoriales.
Películas que demoraron en llegar al público
En Cuba, los problemas confrontados por los directores con algunas de sus películas hay que deducirlos o adivinarlos por vías indirectas. Por ejemplo, por el tiempo en que aquéllas demoraron en llegar al público. Eso, claro, en el mejor de los casos, pues otros proyectos no llegaron a pasar de guiones a los cuales nunca se les dio luz verde. Después de rodar Lucía, Humberto Solás realizó Un día de noviembre (1972), que él mismo considera su "película más personal", y cuyo estreno debió aguardar hasta el 28 de noviembre de 1978. El intento de tratar con honestidad las contradicciones y dificultades del presente chocó con la intransigencia de algunos funcionarios, quienes no consideraron oportuno que entonces se viera. Así se lo expresó a Wilfredo Cancio, en una entrevista publicada en 1988 en la revista Revolución y Cultura: " Un día de noviembre, después de terminada estuvo sin salir algún tiempo, pues una decisión burocrática estimó que no era oportuno exhibirla. Desde luego que esta experiencia conspiró contra mi capacidad de osadía, porque el contexto inhibirá la sinceridad".
Algo similar le ocurrió a Sara Gómez cuando concluyó su primer y único largometraje, De cierta manera (1974), que para llegar a las salas debió esperar hasta el 6 de octubre de 1977. En el mismo se explora el mundo de los barrios marginales habaneros, que hasta entonces apenas había sido reflejado por el cine cubano. La realizadora se había acercado años antes a esa realidad en dos documentales (uno de ellos es Mi aporte, de 1969), cuyo estreno se pospuso, y que luego tuvieron una divulgación restringida, debido a que en los mismos se mostraban escenas de santería, cuya práctica estaba prohibida en esos años. Como comentó el crítico Paulo Antonio Paranaguá, hasta esas obras en las pantallas cubanas no se había visto unos personajes tan al margen de las convenciones vigentes.
Hay, por supuesto, más ejemplos de los riesgos a los cuales se exponen los cineastas que demuestren interés por asumir lo que Jesús Díaz denominó "los desafíos de la contemporaneidad". A partir de un guión del novelista Manuel Cofiño, Sergio Giral dirigió Techo de vidrio (1982), otro acercamiento crítico a asuntos actuales, y también otro filme cuyo estreno fue aplazado: éste tuvo lugar el 29 de septiembre de 1988. Giral, en cuya filmografía figura un cortometraje nunca estrenado, La jaula (1964), realizó, ya en el exilio, el documental La Imagen Rota (2004), en el cual recoge los testimonios de varios cineastas cubanos acerca de sus dificultades con la censura.
Treinta años después del incidente de P.M., otra película, Alicia en el pueblo de Maravillas (1991), de Daniel Díaz Torres, dio pie a un nuevo caso de prohibición. El contexto, sin embargo, era muy distinto. El país entraba en el llamado Período Especial, tras el colapso de la Unión Soviética y el derrumbe del bloque socialista de la Europa del Este. Esta vez cineastas como Julio García Espinosa defendieron la película, y como expresa Enrique Colina en un texto inédito citado por Michael Chanan en su libro Cuban Cinema, hubo una fuerte protesta de los cineastas contra la prohibición de Alicia en el pueblo de Maravillas. La veían como un acto de censura dirigido no sólo contra el filme mismo, sino contra el derecho de libre expresión artística, al estar acompañado de amenazas contra el ICAIC (estuvo valorándose entonces la idea de unificar este organismo con el Instituto Cubano de Radio y Televisión y la Sección Fílmica de las Fuerzas Armadas).
Los comisarios no estaban preparados para semejante reacción y ante el frente común de los cineastas, se vieron forzados a ceder. De todos modos, la película se estrenó sólo en La Habana en junio de 1992 y a los cuatro días fue retirada. El público que asistió a esas pocas funciones estaba integrado mayormente por militantes del Partido, quienes durante las proyecciones expresaron insultos ideológicos. Alicia en el pueblo de Maravillas tuvo después un reestreno, pero fue igualmente limitado.
Si hablamos de los filmes cubanos más masacrados, me atrevo a apostar que el primer puesto se lo llevará sin disputa El extraño caso de Rachel K (1973), cinta con la cual Oscar Valdés Rodríguez debutó como director de largometraje. Al guión original, redactado por Sergio Giral, se le añadió una subtrama de denuncia social escrita por otras personas. Asimismo el director tuvo que aceptar la intervención en el montaje y la edición de personas ajenas al proyecto. De acuerdo a quienes leyeron el guión original, la película que al final resultó tenía muy poco que ver con lo que Valdés Rodríguez quiso hacer. Él mismo lo expresó en una entrevista: "Es una película que no sé si considerar o no como un fracaso. Creo que sí, que debo considerarla un fracaso puesto que la película realizada no me satisface, no es la película que yo tenía en la cabeza (…) Repito, no me gusta el resultado final, aunque la idea me fascinó. Pero ya después, desde el guión a la realización, fueron muchos los tropiezos". Profundamente decepcionado con aquella experiencia, Valdés Rodríguez volvió a dirigir documentales, género en el que había aportado antes obras tan estupendas como Vaqueros del Cauto, El ring y Escenas de los muelles.
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