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A Debate

Cineastas y críticos opinan

Belkis Vega, Marina Ochoa, Juan Antonio García Borrero.

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Colina se refiere a los cargos de Torquesada en el ICRT y le falta otro: asesor de todos los telecentros, incluyendo el de Matanzas, lo cual explicaría la campaña en contra de "Quédate conmigo" una de las excepciones de la programación que confirma la regla.

También supe que a Torquesada lo hicieron asesor del programa "Diálogo Abierto" a partir de un informe negativo sobre el programa que había emitido dicho señor acompañado de la recomendación de sacarlo del aire, lo cual evidencia una práctica sumamente interesante: te pongo de asesor a quien te quiere destruir y explicaría el descenso de la calidad del debate en dicho programa.

No te robo más tiempo y te felicito por tu honestidad y entereza

Un abrazo.

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De: Juan Antonio García Borrero

Estimado Enrique [Colina]:

Tu mensaje a Desiderio me ha animado a sumar algunas ideas a este debate que, para mi gusto, nos ha dejado un exceso de palabras en medio de un desierto de acciones. Comparado con la riqueza de las reflexiones que se han escuchado, esa declaración final de la UNEAC roza con lo escandaloso por su grisura y superficialidad. Por otro lado, creo que eres el único del gremio de críticos que parece haberse sentido públicamente sensibilizado con la polémica de marras, por lo que agradezco que en tu escrito quede claro que eso que llamas “responsabilidad cívica” también atañe a quienes intentamos pensar el cine cubano.

De tu reflexión me interesa retener un par de cosas. Aquellas que tienen que ver no con la anécdota, sino con ese modo de asumir la vida que se nos ha convertido en algo natural. Creo que así pasen cien años, al cubano (lo mismo el de La Habana que el de Miami, el de Camaguey que el de Madrid) le costará Dios y esfuerzo dejar a un lado esa visión hollywoodense de la existencia, en la cual los que no piensan exactamente como yo, son los villanos, y sólo los que tienen un pensamiento milimétricamente exacto al mío, resultan confiables. Sabemos que eso es un disparate, pero nos hemos hecho incondicionales a ese desatino. Es casi una adicción.

Quisiera hablar, como tú, de cine cubano. Creo que es un terreno aún virgen para la discusión. Por lo general hemos discutido con más vehemencia la pertinencia de que Forrest Gump tenga tantos premios Oscar, que la efectividad misma de nuestro cine. Lo cual no quiere decir que no sea importante hablar sobre el Oscar, siempre que se examine con un sentido crítico en tanto fenómeno cultural. La Oscarofobia gratuita es tan nociva y petulante como la Oscaromanía.

Sigo insistiendo en que el cine cubano se estudia mucho mejor fuera de Cuba (ejemplo: Francia y Estados Unidos), que en nuestro país. Eso se debe a que hablar críticamente sobre la historia del cine cubano significa someter a fiscalización la relación que esa expresión artística ha mantenido a lo largo de casi cinco décadas con la vanguardia política. Y desde Cuba, eso es bastante complejo de realizar, pues puede molestar a esa vanguardia. Tú mencionas el caso de Alicia en el pueblo de Maravillas, pero habría que remontarse a PM, y también se tendría que tener en cuenta la recepción en su momento de Memorias del subdesarrollo, y la reacción de ciertos comisarios políticos cuando, en pleno "pavonado" se realizó Un día de noviembre, solo estrenada seis años después. O se tendría que hablar igualmente de Techo de vidrio. O de El encanto del regreso, nunca exhibida a pesar de ganar hasta un premio Caracol o algo así.

Lo del cine cubano durante el llamado "quinquenio gris" no deja de ser paradójico. Es verdad que una película como Un día de noviembre fue retenida durante seis o siete años sin estrenarse, pues se terminó en esa época en que la política cultural representada por Pavón (no inventada por él) se hacía ley natural, y todavía estaba sonando el encargo que desde el Primer Congreso de Educación y Cultura le asignaron al ICAIC, que es el incremento de películas históricas que ayudaran a legitimar esos cien años de lucha por la independencia nacional.

Una historia como la de Solás, con todo y su final más bien edificante, parecía condenada a no entrar dentro de los parámetros permisibles de los censores, quienes estaban más atentos a las protestas de los intelectuales por lo del caso Padilla, que a las posibles críticas que podían llegar de dentro. Solo que Titón fue lo suficientemente sagaz como para convertir el relato de Una pelea cubana contra los demonios en un análisis siempre contemporáneo de lo que puede ser la intolerancia ideológica, y lo mismo con La última cena, donde es posible percibir el retrato de algo que nunca nos ha abandonado: la doble moral. El propio Titón comentaría en una de sus últimas entrevistas que la Iglesia y el Partido tienen tantas cosas en común que la historia de La última cena se puede extrapolar sin mucho esfuerzo.

Creo que la responsabilidad alrededor de esta ausencia de debate en torno al cine cubano en el país es compartida. Y aquí podré parecer incendiario. Pero no se trata sólo de los que censuran en la televisión, aún cuando la responsabilidad de estos sea decisiva. Hay mucho también de responsabilidad en los críticos y cineastas, quienes tal vez hemos preferido asegurar nuestro próximo libro o rodaje antes de discutir hasta la saciedad lo que, evidentemente, resulta un atropello: las censuras de las películas nacionales en la propia televisión nacional.

Recuerdo que una vez participé como delegado en uno de los Congresos de la UNEAC, y el punto que quería plantear era precisamente ese: la no presencia del cine cubano en la televisión. La funcionaria que en aquel momento coordinaba el evento me dijo que había cosas más importantes que discutir, y sugirió "otros problemas" a plantear. También recuerdo que en ese mismo evento Rolando Pérez Betancourt planteó lo mismo, argumentando con pelos y señales y de manera muy inteligente cada una de esas cuestiones que ahora esbozas. Y no sucedió nada. Fresa y chocolate sigue sin pasar en la televisión de dentro, aunque por Cubavisión Internacional sí se proyecta sistemáticamente. Alguien ha decidido que el televidente cubano (el de dentro) tiene minoría de edad intelectual, y que a pesar de tanta instrucción y nivel de escolaridad, no es competente para ver un filme así. Esa manera de pensar me hace recordar una frase genial de Julio García Espinosa, cuando habla de "la doble moral del cine".

Sin embargo, mi pregunta va más allá: en medio de todo esto, ¿dónde están los cineastas cubanos?. Ya sabemos que los críticos no podrán programar en televisión a Fresa y chocolate porque las reglas son las reglas, y las tienen que cumplir. Ellos no mandan, aunque desde luego, tienen voz, y ese privilegio de enunciación pública que le han concedido debería ser aprovechado en función de reflexionar sobre lo que realmente hace falta a la sociedad, y no sobre los que mandan en el medio esperan que se hable. Bien mirado, la existencia del cine cubano dentro del marco televisivo tal parece un disparate, pues es como si se estuviera hablando en dos idiomas: por un lado la televisión con su inveterada tradición celebrativa, y por el otro el cine cubano, con su tendencia a mostrar una visión más compleja de la realidad, y hacer más humana la imagen de un país que, como todos los que conozco, tiene mucho de dolor y de risas.