Actualizado: 29/04/2024 2:09
cubaencuentro.com cuba encuentro
| Cultura

A Debate

Cineastas y críticos opinan

Belkis Vega, Marina Ochoa, Juan Antonio García Borrero.

Enviar Imprimir

De que los cineastas no tienen una influencia real en los medios cubanos eso está claro. Lo que no me queda claro es hasta qué punto los cineastas parecen decididos a denunciar esa situación. A oponerse a esta, y no convertirse en cómplices del dislate. He defendido una tesis que me ha prodigado un sinnúmero de detractores. Algún tiempo atrás publiqué un ensayito que titulé La utopía confiscada(De la gravedad del sueño a la ligereza del realismo), y que a las claras buscaba promover entre cineastas y críticos una discusión "ilustrada". El ensayo apenas fue replicado (pensado) por un par de realizadores (Arturo Sotto, Jorge Luis Sánchez) si bien abundaron los rumores o réplicas orales de pasillo, escritas como siempre digo, en papel de fumar. A mí juicio fue esta una prueba de que la organicidad intelectual había sido confiscada dentro del cine cubano. Y no hablo del intelectual orgánico al uso, sino del artista que, siendo hereje por naturaleza, opta por el silencio, lo cual no es una condición natural, sino impuesta.

La tesis de La utopía confiscada también hablaba de la necesidad de dejar a un lado esas falsas divisiones en las cuales creadores y críticos se observan como antagonistas irreconciliables. Hasta donde sé, el pensamiento no es exclusivo de los críticos, y la crítica puede ser creadora. Pero ese pensamiento creador empieza desde casa, y quizás no deja de ser una impresión apresurada, pero los cineastas en Cuba en algún momento renunciaron a esa meta colectiva en las cuales se reconocían un Titón, un García Espinosa o un Solás, para enfrentarse a la supervivencia más dura.

El ansia de sobrevivir nos hace egoístas, porque lo que se impone es el "sálvese quien pueda", y el pensamiento mesurado queda en la cuneta. Sigo insistiendo en la tesis, pues, hasta tanto se demuestre lo contrario: no existió un cine cubano de los noventa, sino cineastas intentando hacer su cine. Cineastas que pensaron para sí mismos, porque la circunstancia los obligaba. De allí que una decisión tan absurda como es esa de desterrar al cine cubano de la televisión nacional esté contando con el apoyo casi unánime e involuntario de todos. De burócratas y cineastas. De críticos y de público. El que calla otorga, diría el refrán.

Admito que esto que digo no deja de ser una impresión personal. Lo grave está en ver que a casi nadie le importa discutir esto en Cuba. En nuestro imaginario colectivo, el ICAIC sigue siendo una isla dentro de la isla, lo cual influye hasta en el modo en que conciben los cineastas sus películas. No pocas de esas cintas siguen utilizando el mismo modelo de representación puesto en boga en los inicios de los sesenta. Como si el tiempo no hubiese transcurrido. Como si fuera Robinson Crusoe el que se filmara a sí mismo. O como si 1959 estuviese a la vuelta de la esquina.

Tampoco se trata de intentar hacer otra Memorias del subdesarrollo o Lucía, sino de nutrirse de ese mismo ánimo herético que movilizaba a la producción de aquella década, esa que superó el encargo ideológico, para transformarse en paradigma de un fenómeno cultural (el nuevo cine latinoamericano) que todavía sobrevive en la memoria. Fuera del país muchos atacan al ICAIC al considerarlo una mera maquinaria de propaganda del sistema, pero la demanda de un cine nacional ya estaba presente en los cincuenta, y fue esa combinación de ansiedades (estéticas e ideológicas) lo que permitió su rápido liderazgo en el continente. Hoy ese liderazgo no existe. Baste comparar el grueso de las películas cubanas más recientes con películas latinoamericanas que ahora mismo encabezan determinados movimientos renovadores, y se verá hasta qué punto nos hemos quedado aislados también en ese campo. Ni buen cine político (como lo era el documental de Santiago Alvarez) ni cine renovador en el plano estético.

La única manera de recuperar ese ánimo creador de antaño es discutiendo hasta la saciedad, actualizando el arsenal narrativo, convirtiendo a los pasillos del ICAIC en una cinemateca ambulante donde la gente viva el cine, y no del cine. Y sobre todo aprendiendo a discutir, porque entre nosotros (cineastas y críticos) todavía predomina ese sentimiento primitivo que nos hace pensar que cualquier discrepancia es un problema personal, cuando no político.

Aunque me interesa la cultura de la polémica, no me gusta la réplica gratuita. Creo que hay mucha gente viviendo de esa herramienta antiquísima que es el insulto a ese que no piensa como tú. No es nuestro caso. Tu escrito me ha hecho pensar, y eso es lo que importa. Lamentablemente las polémicas alrededor del cine cubano han girado en torno a otros intereses ajenos al cine mismo. Y casi siempre han terminado silenciadas por coyunturas que mañana no existirán, si bien influyen demasiado en la vida concreta de los cineastas. Nadie devuelve a Daniel Díaz Torres (no el cineasta, sino el ser humano) el sosiego robado en aquellos malos ratos de Alicia, como tampoco nadie reintegra a Titón y Tabío la tranquilidad después de aquella crítica pública de Fidel a Guantanamera. O a Solás por sus desencuentros a raíz de Un día de noviembre o Cecilia. Eso es tal vez lo más triste que sucede con esas "políticas culturales" diseñadas con aparente buena voluntad, políticas que hablan mucho de principios colectivos, y muy poco de los seres de carne y hueso. Son políticas que, como todas, terminan por deshumanizar al arte y su recepción.

Como todavía me interesa apoyar la idea de un pensamiento crítico desde dentro (lo cual, para algunos, es un síntoma de la ingenuidad más decadente) pues quiero aplaudir tu texto como uno de los más lúcidos que, vinculados al cine cubano, he leído en largo tiempo. Y me alegra que provenga de alguien que trabaja dentro del ICAIC, es decir, de un artista que piensa. Ojala sea este el preludio de esa fecha donde el debate en Cuba (entendida como nación, y no solo como una isla física) sea lo que verdaderamente debe ser: el camino para nuestra común mejoría.

Un abrazo.


« Anterior1234Siguiente »