Actualizado: 25/04/2024 19:17
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Con ojos de lector

Cuando Cuba se pronuncia Kiuba (II)

La crisis de los misiles y las operaciones secretas contra Cuba del gobierno norteamericano, temas de varios libros recientes publicados en Estados Unidos.

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Nuestra historia según Richard Gott

A esos títulos hay que incorporar Cuba: A New History (Yale University Press, 2004), que firma el periodista e historiador inglés Richard Gott. A éste pertenecen también Guerrilla Movement in Latin American (1972), considerado un clásico, y el mucho más reciente Hugo Chávez: The Bolivarian Revolution in Venezuela (2005). Gott visitó la Isla por primera vez en 1963 y desde entonces ha vuelto en total en treinta ocasiones, según confiesa él mismo. En su último libro hace un conciso repaso de nuestra historia, desde el arribo de los españoles hasta nuestros días. El contenido está distribuido en una introducción, ocho capítulos, un epílogo y un apéndice donde se reproducen tres documentos (una carta de John Quincey Adams al ministro norteamericano en Madrid, la Enmienda Platt y un extracto de la Ley Helms-Burton).

En lo que se refiere al espacio, el período revolucionario resulta especialmente favorecido por Gott, quien le dedica más de la mitad de las cuatrocientas páginas. Su argumento es que la revolución creó "the Cuban nation, living meaning to the struggles of the past and transforming a troubled but essentially peripheral Caribbean island into a place on the World stage". Pone énfasis en que el cubano es un pueblo de reciente creación, que no empezó a unificarse como nación hasta 1959. En una reseña del libro, Louis A. Pérez se refiere a esa opinión de Gott y apunta que, por el contrario, fue un pueblo consciente de sí mismo como nación el que llevó a cabo la revolución. Es además en ese contexto, afirma, que puede entenderse la capacidad demostrada por Cuba para sobrevivir a las más de cuatro décadas de política hostil de Estados Unidos.

Pero más allá de que uno acepte o no el criterio aplicado por Gott, lo cierto es que crea un desequilibrio notorio en el repaso de nuestra historia, y eso va en detrimento del rigor y la seriedad de su libro. Para ilustrar con un ejemplo, una figura como la de Fulgencio Batista, la segunda en importancia en nuestro siglo XX ("he made himself the arbiter of Cuban politics, and he was to dominate the country for the next 25 years", expresa el propio Gott), no tiene un tratamiento adecuado a esa relevancia: el análisis de su etapa de 1934 a 1952 sólo ocupa cinco páginas; y en cuanto a la correspondiente a la posterior, el autor se concentra fundamentalmente en las fuerzas insurgentes. Igual tratamiento concede Gott a José Martí, Antonio Maceo, Carlos Manuel de Céspedes, por citar algunos nombres imprescindibles para comprender la evolución histórica de Cuba.

Gott se ocupa de aspectos poco conocidos: la tradición de violencia y racismo, el efecto perdurable de la influencia española, entre otros. Asimismo demuestra mediante datos que virtualmente todos los actos de interferencia, agresiones y asfixia económica realizados por Estados Unidos se han hecho bajo gobiernos demócratas: cita casos como los del desembarco de marines de 1917, la intervención militar durante la revolución del 33, la invasión de Playa Girón y la aprobación de las leyes Torricelli y Helms-Burton. Ofrece también aproximaciones originales a temas como los de las relaciones del Innombrable con la Unión Soviética y sus esfuerzos por promover la revolución en América Latina y en la comunidad afroamericana. Se detiene asimismo en las misiones militares en África, sobre las cuales ofrece una imagen heroica. En ese sentido, opina que, al igual que ocurrió con las intervenciones que tuvieron lugar entre 1960 y 1966, la participación de tropas cubanas en la guerra de Angola contribuyó a cambiar el curso de la historia de aquel continente y abonó el terreno que llevó al fin del apartheid en Sudáfrica.

Respecto al carácter marxista que adoptó la revolución, Gott sostiene que fue algo que se vio forzado a hacer tras ver frustrado su sueño de independencia y justicia social a causa del intervencionismo norteamericano. Explica que ese marxismo se fue radicalizando en la misma medida en que la política de Estados Unidos fue adquiriendo mayor agresividad. Opina que, pese a ello y en contraste con otras revoluciones, la cubana ha sido admirablemente pacífica y no devoró a sus hijos.

Finalmente, en cuanto al futuro que aguarda a la Isla, dice que ve pocos cambios, incluso después que el Innombrable se muera. Su explicación es que hay una nueva y muy competente generación que ha alcanzado posiciones en el poder, y que se interesa en mantener el actual sistema político. El Innombrable mismo, expresa Gott, "has become an emeritus president, an elder statesman, and the machinery of government runs without his hand on the tiller. He remains a figure from all our yesterdays, grey-bearded but eternally youthful like an ageing rock star. He does not run the country, but he presides over a government that is his creation (…) When he dies, there will be little change in Cuba. While few people have been looking, the change has already taken place".


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